Las muchas muertes de Federico García Lorca
Giorgio Ballario
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Casi ochenta y nueve años después de su asesinato, Federico García Lorca sigue siendo un «desaparecido». El poeta andaluz fue fusilado por las fuerzas nacionalistas al comienzo de la Guerra Civil Española, el 19 de agosto de 1936, cerca de Granada; sin embargo, su cuerpo nunca fue encontrado, y lo más probable es que fuera enterrado en una fosa común. A lo largo de los años, este misterio ha alimentado rumores, leyendas, testimonios e incluso versiones bastante improbables que un estudioso sevillano, Manuel Bernal, ha recopilado en Las muertes de Federico, un ensayo que ha reabierto en la península ibérica el debate sobre el trágico final del poeta.
Bernal lleva unos treinta años dedicándose a la llamada Generación del 27, el grupo de intelectuales que introdujo en España las vanguardias artísticas y tuvo una gran influencia también en la literatura del país. Entre ellos, García Lorca era quizás el más conocido a nivel internacional. El investigador sevillano ha cruzado todos los datos, versiones y testimonios sobre los últimos días del poeta, hasta llegar a un texto que, por primera vez, presenta un abanico completo de teorías sobre el final de Federico.
«He querido hacer un trabajo de investigación histórica —explicó Bernal en una entrevista—, no pongo en duda ninguna de estas hipótesis, aunque está claro que algunas me parecen más fiables que otras. El problema es que todos los testigos directos de aquellos hechos ya han fallecido, por lo que hay que trabajar con textos documentales o con información de segunda mano. Lo que puedo decir es que García Lorca ha triunfado sobre quienes lo mataron, porque su recuerdo está más vivo que nunca, mientras que sus asesinos han sido derrotados».
He aquí, pues, las siete versiones sobre la muerte del poeta andaluz. La primera, oficial o al menos aceptada por los historiadores de la guerra civil: fue detenido en casa de unos amigos por un grupo formado por la Guardia Civil y milicianos de la CEDA (Confederación Española de las Derechas Autónomas) con la orden de matarlo porque se sospechaba que era espía de los «rojos». Su homosexualidad se consideró un agravante adicional. El prisionero fue llevado a un camino rural cerca de Viznar, fusilado y luego arrojado a una fosa común. La segunda versión difiere ligeramente, cuenta el testimonio de algunos presos de Granada encargados de recoger los cadáveres de los ejecutados políticos y explica que uno de ellos habría reconocido al poeta y le habría cerrado los ojos.
La tercera versión cuenta que fue el taxista de confianza de la familia Lorca quien recuperó el cuerpo de Federico tras el fusilamiento, tal y como había hecho una semana antes con el cuñado del artista, Manuel Fernández-Montesino, alcalde socialista de Granada, también ejecutado por los nacionalistas. Mientras que este último descansa en el cementerio municipal de San José, nadie sabe dónde enterró la familia los restos del poeta. Y este detalle se relaciona con la cuarta declaración recogida por Bernal: cuando años después se promovió una colecta para comprar terrenos en Viznar y buscar los restos de García Lorca, una amiga de este último explicó a los promotores que el cadáver ya no se encontraba allí.
El quinto relato involucra al famoso músico Manuel de Falla, muy cercano a García Lorca: se dirigió personalmente a las autoridades nacionalistas para pedir la liberación del poeta, pero le dijeron que había muerto en prisión tras las violencias sufridas durante un interrogatorio. El sexto relato de Las muertes de Federico aporta poca información sobre su final, pero recoge el valioso testimonio de Juan Ramírez de Lucas, el hombre con el que Federico mantenía una relación sentimental, que recuerda la noche en que le avisaron de su asesinato. Por último, la séptima y última hipótesis, sin duda la más fantasiosa, a la que el propio Bernal no da mucho crédito. En los años posteriores a la guerra civil —se explica— algunos amigos se convencieron de que el poeta había logrado escapar de España. Aunque herido, Federico habría sobrevivido al fusilamiento y habría sido llevado a un lugar seguro en el extranjero, para luego pasar los últimos años de su vida en la casa de Pablo Neruda en Chile.
El libro de Bernal dedica poco espacio a las relaciones entre García Lorca y la Falange de José Antonio Primo de Rivera, que fueron más íntimas y complejas de lo que se cree. Jesús Cotta escribió sobre ello hace unos años en el ensayo Rosas de plomo, otro libro que causó sensación en España. Federico y José Antonio se conocían, se respetaban y de vez en cuando se reunían en secreto en Madrid. El autor cita a Gabriel Celaya, quien en Poesía y verdad afirma que el propio Lorca le contó que era amigo del líder falangista; y al poeta Luis Rosales, quien lo reveló en una entrevista al historiador británico Ian Gibson. Otros que lo mencionaron fueron el pintor Salvador Dalí y el escritor Pepín Bello.
José Antonio admiraba la obra poética de García Lorca, hasta tal punto que quería convertirlo en «el poeta de la Falange», al igual que seguía con interés la compañía teatral creada por el intelectual andaluz, La Barraca. «Quiero este teatro español para los españoles», decía a sus compañeros de partido. Jugando con las palabras, José Antonio escribió en una carta a Federico: «Con mis camisas azules (el uniforme de la Falange, ndr) y tus monos azules (de los obreros, ndr) construiremos una España mejor».
Por lo que se sabe, García Lorca nunca expresó simpatías políticas por la Falange, pero tenía más de un amigo que militaba en el partido fascista español. No es casualidad que, poco antes de ser asesinado, buscara refugio en la casa de Luis Rosales, cuyos dos hermanos eran falangistas, y que, tras su detención, su amigo intentara sin éxito interceder por su liberación. Lo cierto es que tanto García Lorca como Primo de Rivera soñaban con una España mejor que aquella en la que les tocó vivir. Y también mejor que la España que vino después de su muerte. Tres meses después, José Antonio corrió la misma suerte que Federico: fue fusilado en Alicante por los republicanos.
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