Entre enfrentamientos y profundo vínculo: la larga memoria irano-israelí
Por Pierre Boisguilbert
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Índice
- Irán, heredero de un imperio milenario
- Los profundos lazos entre Judaísmo y Persia
Irán, heredero de un imperio milenario
Al igual que Rusia, Irán no desaparecerá del mapa mundial. Irán es heredero de un imperio persa milenario que, ayer, desafió a Roma y, hoy, desafía a Washington. Los persas no son árabes —que desprecia— ni turcos —que temen—. Son persas, portadores de una identidad propia, y su hostilidad hacia Israel responde a una ideología islamista.
El Irán de los mulás, mesiánico y conquistador, sueña con islamizar el mundo y ve en Israel un enemigo a derrotar. Este odio incluso los lleva a apoyar a sunitas como Hamas, siempre que compartan el objetivo: destruir Israel. Esta alianza contra natura contradice la lógica histórica y religiosa tradicional.
Los profundos lazos entre Judaísmo y Persia
Sin embargo, la historia muestra una relación alguna vez estrecha entre judíos y persas. Tras la deportación de los judíos a Babilonia por Nabucodonosor en 586 a.C., Ciro el Grande, rey de Persia, los libera cincuenta años después. Les permite volver a Jerusalén, financia su reasentamiento, nombra a un prefecto judío (Nehemías) y fomenta la reconstrucción del Templo.
Bajo dominio persa, la Biblia hebrea se estructura en su forma actual. Ciro es incluso llamado “Mesías” en el libro de Isaías [45,1], como instrumento de Dios para restaurar a Israel. El rey Artajerjes autoriza a Nehemías a reconstruir las murallas de Jerusalén. En esa época, Judea no era más que una provincia modesta; su capital contaba con sólo 1.500 habitantes. Archivos babilónicos confirman que muchos judíos exiliados nunca regresaron. Esta historia compartida inspira, mucho después, a Ben-Gurión, quien propondrá una asociación estratégica con el Sha de Irán — una alianza que perdurará hasta la revolución islámica.
Por supuesto, no todo fue idílico: la fiesta de Purim, que conmemora la liberación milagrosa de los judíos del genocidio planificado por Amán, así lo demuestra. Pero la presencia judía en Persia es antigua y arraigada. Incluso hoy, la comunidad judía de Irán, con entre 8.000 y 15.000 miembros, cuenta con un diputado, un hospital, sinagogas y sitios históricos como la supuesta tumba de Ester en Hamedán.
¿Qué futuro tras los ayatolás?
Hoy, Israel afirma querer impedir que Irán obtenga armas nucleares y derrocar al régimen islamista. Una especie de “Ciro, aquí estamos”, para liberar a un pueblo en guerra. Pero, ¿se puede liberar a un pueblo haciendo la guerra?
El judaísmo moderno tiene raíces persas, al igual que Irán. La historia choca con la actualidad. Irak, Libia, Afganistán, Siria recuerdan las consecuencias incalculables de cambios de régimen impuestos desde afuera. A ello se suman mentiras, manipulaciones y una retórica maniquea donde todos son comparados con “Hitler”.
Israelíes e iraníes se conocen bien. Lo que ha cambiado no es Persia, sino el islamismo. Hay que superar este último para encontrar el Irán eterno. Pero, ¿cómo? ¿Con bombas? ¿Con asesinatos? Quizá. Pero, ¿qué vendrá después? ¿Qué Persia surgirá? No todos pueden llamarse Ciro.
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