China. Inaugurada la línea ferroviaria que llega a Teherán: cortado el estrecho de Malaca.

 

 

 

Por Giuseppe Gagliano

https://www.notiziegeopolitiche.net/cina-inaugurata-la-ferrovia-che-arriva-a-teheran-tagliato-lo-stretto-di-malacca/ 

En el corazón de Asia, un nuevo corredor ferroviario está cambiando silenciosamente las reglas del juego global. La reciente inauguración de la línea ferroviaria que conecta Urumqi, en la provincia china de Xinjiang, con Teherán, pasando por Asia Central y Turkmenistán, no es solo una hazaña logística, sino un acto de desafío estratégico que sacude el equilibrio geopolítico. Con un tiempo de tránsito de solo 15 días, frente a los 40 que requieren las rutas marítimas, este corredor permite a China e Irán eludir el estrecho de Malaca y otras arterias marítimas bajo la égida de la Marina estadounidense, abriendo una nueva era para el comercio de mercancías chinas y petróleo iraní hacia los mercados europeos. Se trata de un proyecto que no solo acorta las distancias, sino que redibuja los mapas del poder, cuestionando la hegemonía estadounidense sobre el control de las rutas globales.

El estrecho de Malaca, el cuello de botella marítimo que conecta el océano Índico con el Pacífico, es desde hace décadas el talón de Aquiles de China. Por este paso transita alrededor del 80 % de las importaciones de petróleo de China y el 60 % de su comercio marítimo, lo que hace que Pekín sea vulnerable a un posible bloqueo naval por parte de Estados Unidos o sus aliados, como Singapur o la India. En 2003, el expresidente chino Hu Jintao definió esta dependencia como el «dilema de Malaca», un problema estratégico que ha llevado a China a buscar alternativas terrestres para diversificar sus rutas comerciales y garantizar la seguridad energética. El nuevo corredor ferroviario China-Irán, parte integrante de la Iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda (BRI), es la respuesta más audaz a este desafío.

La ruta, de unos 4000 kilómetros de longitud, conecta Yiwu (Zhejiang) con Qom, en Irán, atravesando Kazajistán y Turkmenistán. Según la China Railway Corporation, el corredor podría transportar más de 10 millones de toneladas de mercancías al año en 2030, gracias a la creciente demanda de los mercados euroasiáticos y de Oriente Medio. Para Irán, este proyecto representa un salvavidas económico: las sanciones occidentales, que limitan el acceso a los mercados marítimos y financieros, encuentran en el transporte terrestre una alternativa menos expuesta a las presiones internacionales. El petróleo iraní puede ahora llegar a China sin pasar por el estrecho de Ormuz o Malaca, lo que reduce el riesgo de interrupciones debidas a tensiones geopolíticas o sanciones.

No es casualidad que este corredor llegue en un momento de crecientes tensiones entre China, Irán y Estados Unidos. Washington ha intensificado sus esfuerzos para contener la expansión económica de Pekín y limitar las exportaciones de petróleo iraní, consideradas una fuente de financiación para el régimen de Teherán. La Marina estadounidense, con su presencia dominante en el Pacífico y el Golfo Pérsico, representa una amenaza constante para ambos países. Sin embargo, el corredor ferroviario cambia las reglas del juego: no solo permite a China acceder al petróleo iraní sin pasar por aguas controladas por Estados Unidos, sino que refuerza a Irán como centro comercial entre Asia y Europa, haciéndolo menos dependiente de las vulnerables rutas marítimas.

Este proyecto se inscribe en un contexto más amplio de cooperación entre China e Irán. En 2021, ambos países firmaron un acuerdo de asociación estratégica de veinticinco años, que prevé inversiones chinas por valor de 400 000 millones de dólares en infraestructuras, energía y tecnología en Irán. El ferrocarril es una pieza fundamental de esta estrategia, financiada en parte por el Banco de Desarrollo de China y el Banco de Exportación e Importación de China, con la participación de gigantes como la China Railway Construction Corporation (CRCC). Por parte iraní, la Islamic Republic of Iran Railways (RAI) ha coordinado la expansión de las infraestructuras internas, armonizando las normas ferroviarias con las internacionales para garantizar un flujo continuo de mercancías.

Este desarrollo preocupa a Washington. Estados Unidos ha invertido enormes recursos para mantener el control de las principales rutas marítimas mundiales, con bases navales estratégicas como la de Singapur y la Quinta Flota en Baréin. La capacidad de prohibir el comercio chino o iraní a través de puestos de control como Malaca u Ormuz ha sido durante mucho tiempo un arma geopolítica. Sin embargo, el nuevo corredor reduce la eficacia de esta influencia, ya que ofrece a China e Irán una alternativa terrestre que escapa al control estadounidense. No en vano, publicaciones en plataformas como X describen el proyecto como una «revolución geopolítica», capaz de relanzar la teoría de Halford Mackinder sobre la importancia del control del Heartland euroasiático para el dominio global.

A pesar de su potencial, el corredor no está exento de obstáculos. La ruta atraviesa países como Kazajistán y Turkmenistán, donde las infraestructuras ferroviarias requieren constantes actualizaciones y donde la estabilidad política no siempre está garantizada. La gestión transfronteriza requiere acuerdos complejos en materia de aduanas, seguridad y normas técnicas, y cualquier tensión regional podría comprometer el flujo de mercancías. Además, el volumen de transporte ferroviario, aunque significativo, sigue siendo una fracción de los 144 millones de toneladas anuales que transitan por el estrecho de Malaca, lo que convierte al corredor en un complemento, y no en un sustituto, de las rutas marítimas a corto plazo.

Luego está la cuestión de la respuesta internacional. Estados Unidos y sus aliados, como India y Japón, están promoviendo proyectos alternativos, como el corredor India-Oriente Medio-Europa, para contrarrestar la influencia china. Turquía, con su proyecto Development Road, pretende competir como centro comercial entre el Golfo Pérsico y Europa. Estos acontecimientos sugieren una creciente competencia por el control de las rutas comerciales, con Eurasia en el centro de un nuevo «gran juego».

El corredor ferroviario China-Irán no es solo una infraestructura, sino un símbolo del mundo multipolar que está tomando forma. Al reducir su dependencia de las rutas marítimas controladas por Estados Unidos, China e Irán están construyendo una alternativa que refuerza su autonomía estratégica y la de los países de Asia Central. Para Europa, el corredor ofrece oportunidades comerciales, pero también dilemas: ¿cómo equilibrar el acceso a mercancías más rápidas con las presiones geopolíticas de Washington?

En una época de crecientes tensiones globales, este proyecto recuerda que el control de las rutas comerciales sigue siendo el núcleo de la competencia entre potencias. China, con su visión de la Nueva Ruta de la Seda, e Irán, con su resistencia a las sanciones, apuestan por un futuro en el que Eurasia vuelva a ser el centro del mundo. Queda por ver si Estados Unidos, guardián del orden marítimo mundial, encontrará una respuesta eficaz a este desafío terrestre. Una cosa es segura: el tren que partió de Urumqi no solo transporta mercancías, sino también un mensaje claro al mundo.

Commentaires

Posts les plus consultés de ce blog

El fin de Olimpia

Reflexiones sobre la tragedia de Valencia. Lo que nadie se atreve a decir

Los "valores"de Wokoccidente