El ocaso del globalismo y la escritura de nuevos equilibrios
El destino de una globalización sin peros viene hoy a menos. Así como la ilusión del "fin de la Historia"
por Mario Bozzi Sentieri
https://www.barbadillo.it/120771-il-tramonto-del-globalismo-e-la-scrittura-di-nuovi-equilibri/
La deglobalización ya no es un tabú. Entre tanto vaivén, anuncios, esperanzas y miedos, el hecho de la guerra de aranceles nos entrega el gran tema del final de un ciclo, el de la globalización, y su verdadero superación. Todo debe ser repensado y discutido, no solo en función de la acción trumpiana. Las iniciativas del presidente estadounidense, de hecho, no deben ser consideradas como la causa de las tensiones en los mercados, las finanzas y las relaciones comerciales entre los estados, sino como el efecto de una crisis más profunda y sutil, que se arrastra desde hace años y que ahora ha estallado como un absceso maduro.
Ya había habido algunas señales en los últimos años, como resultado del empeoramiento, durante la emergencia del Covid, de las cadenas de suministro globales, de la competencia por las materias primas y del reshoring, es decir, del regreso de las producciones industriales a los países de origen de las empresas.
El destino de una globalización sin peros viene hoy a menos. Así como la ilusión del "fin de la Historia", elaborada en 1989 por Francis Fukuyama a raíz de la caída del Muro de Berlín, hasta el punto de imaginar un mundo plenamente pacificado e "integrado", bajo el manto de la revolución tecnológica, del triunfo del capitalismo y del nuevo orden liberal-democrático.
Como subrayó Aldo Di Lello ("Ascenso y declino de la globalización", en AA.VV. "Soberanismo - Las raíces y el proyecto", Giubilei Regnani 2019) "la globalización no desciende tanto de procesos económicos como de elecciones políticas, en el sentido de que es el resultado de una extraordinaria acumulación de poder, hecha posible por la complacencia de los gobiernos y los parlamentos de Europa y América". Con el resultado – a la luz de los hechos – de polarizar las riquezas (dentro de los estados y entre ellos), de construir verdaderos monopolios productivos (concentrados en los llamados países emergentes, gracias también a una mano de obra de bajo costo), de desmantelar las clases medias (favoreciendo la expansión de nuevas formas de precariedad y proletarización).
Las aceleraciones de Trump en el tema de los aranceles se inscriben en este contexto.
Al fondo, la voluntad no es tanto (o no solo) de prever una posible vía de escape (en relación a un déficit estadounidense de alrededor de 1200 mil millones de dólares y por tanto a la necesidad de "hacer caja") sino sobre todo de favorecer a las empresas que producen en los Estados Unidos, incentivando el retorno de las producciones al territorio nacional.
El dato cierto – a la luz de estas indicaciones someras – es que hemos entrado en un futuro inesperado que cambia las perspectivas. La partida aún está por jugarse. Esta es la gran tarea de la cultura, de las instituciones representativas, del mundo laboral. Aquí se juega el desafío del futuro. Ser conscientes de ello es el primer paso, teniendo claro, ante el final del globalismo ideológico, la necesidad de un nuevo finalismo, político, social y cultural, que no puede sino nacer de una serie de preguntas "básicas".
¿A qué modelo socioeconómico, una vez que los viejos referentes han caído, debemos referirnos? ¿Con qué visión geopolítica? ¿A dónde debemos mirar? ¿Trabajando por qué alianzas?
Retornan a la memoria los análisis provocadores, pero lúcidos, de Guillaume Faye, joven exponente de la Nouvelle Droite, quien, en la primera mitad de los años ochenta, en Contre l’économisme, ya prefiguraba una economía no más en un marco planetario y/o nacional, sino subcontinental, organizada en áreas homogéneas desde el punto de vista histórico y cultural; con una Europa tecnológicamente a la vanguardia, en un sistema de mercado intraeuropeo sujeto a los principios del excedente, de la “creación monetaria directa”, de la autarquía de los grandes espacios; con “un Estado que no fuera ni totalitario, ni comercial, ni paternalista, ni socializante, que dejara ‘circular’ plenamente las fuerzas creativas del mercado, pero asignando límites bien definidos, en resumen, un Estado que no hiciera la economía, sino que la dirigiera y la dirigiera políticamente y jurídicamente, pero ya no más económica y socialmente”. En el centro, la idea de un sistema en el que los individuos se sientan movilizados por objetivos políticos, nacionales, colectivos, "líricos", etc. Del marxismo – decía Faye – conservo la idea de la planificación, del liberalismo conservo la idea del mercado (que no le pertenece en exclusivo). ¿"Provocaciones" de un joven y transgresor intelectual fuera de los esquemas corrientes de ayer y de hoy? Puede ser, pero en un clima de estancamiento ideal y proyectual (con los gobiernos obligados a activar intervenciones "de emergencia" más que a imaginar giros históricos) la esperanza es que finalmente llegue el tiempo de las rediscusiones “globales”, adecuadas al salto histórico y marcadas por un “pragmatismo inteligente” capaz de medirse sin complejos en los nuevos escenarios internacionales.
En la reorganización del mapa de la globalización, bajo el impulso del protagonismo estadounidense, reconocer que Europa, hoy, representa el área más débil y expuesta a los vientos de la crisis significa ir más allá de las polémicas contingentes y las intervenciones a corto plazo. Para tomar conciencia de los nuevos arreglos mundiales y de la complejidad de los desafíos que avanzan: geopolíticos y productivos, energéticos y financieros, comerciales y militares. Aquí se juega nuestro destino. Ser conscientes de ello es el primer paso para activar las medidas correctivas necesarias, evitando ser arrastrados por una crisis que se prevé dramática. Estimular debates (y lecturas inusuales de la realidad) al salir finalmente de los esquemas del viejo globalismo es un primer paso esencial para comenzar a construir los nuevos arreglos políticos y socioeconómicos de un mundo que debe ser repensado, capaz de enfrentar los desafíos del cambio.
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