La OTAN, la UE y el bloqueo báltico

En vísperas de la Conferencia anual de Seguridad de Múnich, en la que este año la nueva administración estadounidense presentará su plan de paz para Ucrania, se acumulan más escenarios de crisis en Europa del Este.
Nada de lo que sorprenderse, siempre hemos mantenido que el conflicto ucraniano es sólo una pieza de un conflicto europeo mayor que humea bajo las cenizas.
La zona que más se está calentando en estos momentos es, sin duda, el mar Báltico. Se trata de un estrecho brazo de mar encajonado entre la Europa continental y la península escandinava, y que tiene la característica adicional de estar sustancialmente encerrado por la península danesa y su archipiélago. Desde el primer estallido de la crisis ucraniana (o, mejor dicho, entre los países de la OTAN y Rusia), los observadores más atentos al aspecto estratégico de la crisis se dieron cuenta inmediatamente de la importancia de este brazo de mar, pues es precisamente allí donde las máscaras y los relatos han saltado por los aires para dejar paso a las verdaderas razones de la crisis actual.
Como ya se habrá adivinado, nos referimos a la explosión del gasoducto Nord Stream, que suministraba al enorme aparato productivo alemán el imprescindible (por barato) gas ruso procedente de Siberia. Después de este acontecimiento espectacular e histórico, ya nadie pudo negar que la verdadera razón de la guerra era la competitividad económica europea impulsada por las materias primas rusas compradas a precio de ganga.
Tras esta explosión, se produjeron otros incidentes que atestiguan cada vez más la importancia del Báltico: nos referimos a la guerra del cable, que ve cómo se rompen continuamente los cables de Internet que conectan la orilla sur del Báltico con la península escandinava. Naturalmente, los países occidentales acusan a los buques mercantes rusos y chinos de ser los causantes de la rotura de los cables mediante el ancla que convenientemente dejan en el fondo del mar para encallar con los cables allí tendidos. Como en esta guerra cada cual tiene su «cuento», los medios rusos y chinos rechazan las acusaciones occidentales y aluden a posibles operaciones de bandera falsa de la OTAN para luego culparles a ellos. Y es precisamente en relación con el asunto de la manipulación de los cables donde está surgiendo uno de los aspectos más peligrosos de esta crisis; nos referimos al hecho de que los occidentales acusan de este sabotaje a barcos muy concretos, los que se considera que pertenecen a la llamada «flota en la sombra» de Rusia.
La flota rusa en la sombra (según la versión occidental) son cientos de petroleros y buques mercantes de los que Rusia sería la verdadera propietaria a pesar de que enarbolan pabellones de terceros países. Se trata en su mayoría de barcos viejos comprados para eludir las sanciones occidentales, ocultando así el origen ruso de las mercancías que transportan. Aunque se desconoce el número exacto de buques de la flota, S&P Global calcula que hay hasta 591 petroleros de la flota en la sombra que comercian con petróleo procedente de Rusia. La flota en la sombra enarbola pabellones de varios países y utiliza diversas tácticas opacas para ocultar el origen de su carga, como la triangulación de los documentos que prueban el origen real de la mercancía. Según S&P Global, los cinco principales pabellones de los buques de la flota rusa en la sombra son Panamá (17,3%), Liberia (12,4%), Rusia (11,4%), Islas Marshall (8,4%) y Malta (6,4%). Del 44% restante de buques, los pabellones incluyen Islas Cook, Gabón, Liberia, Camerún, Palau, Azerbaiyán, Vietnam China y muchos más.
Uno de los aspectos más interesantes de esta flota es que una de sus rutas más transitadas es el Mar Báltico. De hecho, según la empresa Windward.AI en los últimos seis meses se han producido casi 26.000 travesías en la zona por parte de unos 1.400 buques de la flota sombra rusa.
Números que indican cómo este mar es cada vez más estratégico, no sólo para el paso de gasoductos y cables submarinos, sino también para las rutas comerciales que permiten a la flota rusa eludir las sanciones occidentales y seguir así vendiendo petróleo ruso por todo el mundo.
Que la cuestión de la ruta báltica de la flota rusa en la sombra es cada vez más crucial en la contraacción occidental contra Moscú lo demuestra también un artículo de Politico.com según el cual los países europeos están ahora inmersos en negociaciones confidenciales para incautarse a gran escala de los petroleros que exportan petróleo ruso al mar Báltico.
Las propuestas sobre la mesa serían -según la revista estadounidense- esencialmente tres:
- Las autoridades de varios países de la UE podrían inmovilizar buques que «corran el riesgo de causar daños al medio ambiente», por ejemplo, como consecuencia de un vertido de petróleo.
- Las mismas autoridades pueden utilizar las leyes antipiratería para detener buques que «amenacen infraestructuras submarinas críticas».
- Los países de la UE podrían introducir conjuntamente nuevas leyes nacionales que facilitaran la detención de buques. Estas leyes podrían incluir la exigencia a los petroleros del mar Báltico de utilizar una determinada lista de compañías de seguros consideradas «fiables». Permitir a países como Estonia y Finlandia inmovilizar buques que dependan de otros operadores. Hay que decir que esta última hipótesis, más que detener el flujo de buques rusos, en el mejor de los casos permitirá a las compañías de seguros occidentales aumentar su volumen de negocios.
Para empeorar la situación, ya de por sí enormemente arriesgada, se ha añadido Dinamarca. En efecto, las autoridades marítimas de Copenhague van a empezar a efectuar controles de los buques anclados fuera de Skagen que «no se puede considerar que naveguen libremente». Skagen es una ciudad estratégica situada en el cabo de Grenen, que separa el estrecho de Skagerrak del Kattegat.
El Departamento Marítimo danés declaró que la iniciativa era «una respuesta al aumento de la actividad de los buques viejos que transportan petróleo en aguas danesas». Anteriormente, estos controles sólo se realizaban en Copenhague cuando un buque entraba en puerto, lo que ocurría muy raramente con los petroleros rusos.
Esta decisión representa un cambio significativo en la política de Dinamarca, que siempre ha mantenido que no interferiría en el paso de buques rusos por sus aguas, basándose en un tratado de 1857 que permite a los barcos pasar libremente por los estrechos daneses.
Así pues, la postura de Dinamarca es cada vez más restrictiva y se aleja cada vez más de los cánones del derecho marítimo. Téngase en cuenta, además, que desde diciembre Copenhague también ha introducido controles en las pólizas de seguro de los petroleros en tránsito.
Una situación que, como vemos, se está convirtiendo en un casi bloqueo del Báltico para Rusia: una situación que puede llevar a salidas muy peligrosas, basta pensar que las propias Naciones Unidas consideran «el bloqueo de los puertos o de las costas de un Estado por las fuerzas armadas de otro Estado» un acto de agresión en ausencia de declaración de guerra.
Señalando con el dedo la situación extremadamente peligrosa que se está desarrollando está el propio SVR (Servicio de Inteligencia Exterior ruso), que a través de su oficina de prensa informa de que los servicios secretos ucranianos, con la ayuda de mediadores occidentales, pretenden organizar la explosión de un barco extranjero en el mar Báltico, atribuyendo la responsabilidad de la misma a Rusia. El objetivo, según los rusos, sería cerrar el acceso de Rusia al mar Báltico con el pretexto de garantizar la seguridad de la navegación. El comunicado del SVR también concluye que lo más probable es que Rusia tenga que prepararse para escoltar a sus petroleros con buques militares. Una declaración que tiene el sabor de un ultimátum.
Y en este contexto, ¿alguien cree realmente en una paz en Europa? Como mucho una tregua para ganar tiempo...
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