¿El fin del neoliberalismo progresista?
por Alessandro Volpi
Debemos mantenernos firmes, subidos al autobús de la historia, porque los asientos de la razón y del error están todos ocupados. Podríamos resumir así la postura que, como Tirachinas, debemos adoptar una vez más, pero en general nosotros como ese conjunto de ciudadanos que luchan por una democracia social realizada, concreta.
Mantenernos firmes, no significa no querer ver las transformaciones que se están produciendo, y la reconfiguración política que de alguna manera pone fin a la pasada década populista, no sabemos con qué duración, pero por primera vez, con un proyecto inédito. No podemos dejar de ver cómo hay en la nueva alianza entre poderes económicos y políticos de este nuevo gobierno de Trump un salto cuántico respecto al de 2016. La alianza con Musk y las élites económicas de los sectores más avanzados del capitalismo estadounidense y el objetivo ya alcanzable de ocupar los aparatos militares y burocráticos marca una brecha ante todo en cuanto a la capacidad de producir una transformación concreta: ya no, como en 2016, un populismo de derecha 'en' el poder, sino una nueva idea concreta que se convierte en 'el' poder. Esto no quiere decir que no subsistan resistencias en diversos sectores del aparato militar, burocrático y económico-financiero, pero podemos decir -o así nos parece hasta ahora- que Trump tiene la posibilidad de producir un reordenamiento hegemónico integral.
En segundo lugar, y este es el complemento necesario a los aspectos más «estructurales», Trump, si bien mantiene elementos genéricamente adscribibles a una ideología de derecha conservadora con rasgos populistas, en realidad ha logrado, con esta alianza, crear un nuevo discurso, ya no sólo proyectado hacia un retorno al pasado glorioso, sino con una idea de futuro: la colonización de Marte representa este renovado deseo de poder, mediado por la imaginación de los multimillonarios. Lo que hace inédita esta nueva articulación hegemónica es precisamente que ha perfeccionado este dispositivo del deseo: no es sólo nostalgia, una pasión ambigua, sino también un poderoso deseo de goce proyectado hacia un futuro glorioso. En este sentido, Musk era lo que Trump necesitaba para dar el salto adelante. Esto no significa -hay que aclararlo de nuevo- que este experimento esté necesariamente destinado a tener éxito, sino que ha dado un salto cuántico que le permite tenerlo.
Así pues, parece que los días de lo que durante años combatimos como neoliberalismo progresista han terminado. Y esto implica en términos estratégicos una reflexión. Sí, porque de hecho quien derrotó al neoliberalismo progresista no fue una opción emancipadora, popular, social de ningún tipo, sino una derecha que parece querer ir más allá de ambos términos pero para reafirmar juntos una nueva dominación del capitalismo financiero de base nacional, el control imperial norteamericano, aunque redefinido sobre otros objetivos que la temporada del belicismo democrático, todo desde una perspectiva culturalmente conservadora y políticamente autoritaria. Quienes hoy se alegran de alguna manera del fin de la temporada del neoliberalismo progresista con todas sus derivas culturales están cambiando una derrota por una victoria, a menos que el objetivo fuera, como legítimamente lo fue para una parte de la derecha, gobernar esta transición hegemónica en un sentido regresivo. Para quienes, por el contrario, se reconocen en una visión política radicalmente democrática, popular y social, esta transformación no puede considerarse en modo alguno una victoria propia, o un proceso que pueda beneficiar tácticamente a esta perspectiva. A menos que uno considere el esperado fin del wokismo y la transformación cultural relacionada como su propia gran victoria, bajo la ilusión de que el nexo neoliberalismo/progresismo era un nexo estructural, que eliminando uno eliminaría al otro. Esta fantasía que ha conquistado a una parte de la izquierda se ha intoxicado con un esencialismo igual y opuesto al de aquellos en la izquierda que no reconocieron el neoliberalismo progresista porque todavía pensaban en términos de un nexo necesario entre el conservadurismo cultural y el capitalismo, sin entender el giro neoliberal.
Además, este tipo de discurso está resurgiendo ampliamente en la izquierda. Hoy es fácil mostrar cómo el capitalismo-finanzas y un conservadurismo particular (en realidad con rasgos futuristas) han recompuesto un nuevo montaje para gobernar de formas cada vez más autoritarias la crisis galopante de Occidente.
Pero es igual de fácil -y es un riesgo que no podemos permitirnos- acabar pensando que en torno a ese mismo bloque político que abrió el camino a este cambio de paradigma, dejando a las masas populares permanentemente en manos de las derechas, hoy puede renacer una izquierda anodinamente más social en defensa de la democracia frente a los riesgos autoritarios del trumpismo. Este ímpetu por recomponer un frente antifascista falsamente socialdemócrata es ya una realidad y es el intento desesperado de sectores de las élites políticas y culturales del neoliberalismo progresista por seguir flotando en la marea negra que les ha arrasado. Por poner un ejemplo, y retomando un aspecto que hemos mencionado, así como cierta tendencia reaccionaria confunde el fin del wokismo con el fin del neoliberalismo, por otro lado hay quienes piensan que se puede relanzar una nueva izquierda sobre la reivindicación del wokismo en crisis, partiendo de que la crítica al wokismo de derechas que triunfó ha tirado al bebé (la emancipación en sentido amplio) con el agua del baño (deriva lingüística, sectarismo, moralismo, etc.). Como si el wokismo hubiera sido algo más que la cortina ideológica del neoliberalismo que hizo un flaco favor a las mismas batallas que pretendía apoyar.
En esta reconfiguración de los dos bandos nuestra tarea, como siempre, es de autonomía respecto a ambas derivas: no ganamos con Trump como no hubiéramos ganado con Harris, no ganamos con Meloni como no ganaremos con Schlein. Una vez más, tanto el lado del acierto como el del error están ocupados y sólo podemos seguir firmes en nuestras razones, en nuestros análisis, tratando de entender los tiempos que vienen.
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