Economía del hidrógeno: el costoso sueño del supuesto milagro verde

 

https://report24.news/wasserstoff-wirtschaft-der-teure-traum-vom-angeblich-gruenen-wunder/

Estamos viviendo una auténtica euforia del hidrógeno. Pero lo que se anuncia como el supuesto salvador de la transición energética resulta ser un costoso castillo en el aire con considerables escollos técnicos.

El simple cálculo que nos presentan los políticos y los autoproclamados salvadores del clima suena impresionante a primera vista: el hidrógeno se quema limpiamente para formar agua, está teóricamente disponible en cantidades ilimitadas y se supone que nos hará independientes de los combustibles fósiles. Lo que se oculta deliberadamente: La producción de hidrógeno consume enormes cantidades de energía, más de la que realmente puede utilizarse al final.

«Para generar dos megavatios de energía a partir del hidrógeno, se necesitan ya tres megavatios de electricidad en el proceso de producción», explica el experto en energía Robert Bryce. Este aleccionador balance energético ni siquiera tiene en cuenta las pérdidas durante la propia generación de electricidad. Desde un punto de vista científico, podría decirse que la economía del hidrógeno en su forma actual es sencillamente ineficiente desde una perspectiva termodinámica.

Y lo que es más importante, la mayor parte del hidrógeno que se produce hoy en día procede del reformado al vapor del gas natural, un proceso que libera importantes cantidades de CO2 (algo que los fanáticos del clima en realidad quieren evitar). No se puede hablar de energía «verde». La producción alternativa por electrólisis con electricidad renovable está aún en pañales y es aún más cara.

Pero eso no es todo: almacenar y transportar hidrógeno plantea enormes desafíos técnicos a la industria. Esta pequeña molécula hace que incluso las aleaciones metálicas de alta calidad se vuelvan frágiles y quebradizas, fenómeno conocido como fragilización por hidrógeno. Los sistemas de tuberías actuales son inadecuados para transportar hidrógeno puro.

¿La licuefacción como alternativa? Sólo es posible a 253 grados Celsius bajo cero y 700 veces la presión atmosférica, lo que supone otro enorme gasto de energía. La estrategia del hidrógeno del Gobierno alemán prevé inversiones multimillonarias. Estamos quemando el dinero de los contribuyentes para una tecnología que no será económicamente viable sin subvenciones a largo plazo. En el fondo, es algo parecido a lo que ocurre desde hace años con las centrales eólicas y solares.

El desarrollo actual parece especialmente absurdo a la luz de la experiencia histórica. Ya en los años setenta, el hidrógeno fue elogiado como la fuente de energía del futuro. En 2003, George W. Bush también se entusiasmó con un mundo de coches impulsados por hidrógeno. Poco ha ocurrido, y con razón.

La amarga verdad es que una economía energética basada en el hidrógeno incrementará drásticamente los costes de la energía. En tiempos de aumento del coste de la vida, se trata de un artefacto explosivo sociopolítico. El sueño del hidrógeno «verde» amenaza con convertirse en una costosa pesadilla, financiada por los contribuyentes y los consumidores. En lugar de un ciego optimismo tecnológico, urge un análisis sobrio de costes y beneficios. Pero no parece haber espacio para ello en el acalorado debate sobre el clima.

Cómo evitar la «política energética más tonta del mundo» (Wall Street Journal)

No es cuestión de si la política energética -eufemísticamente llamada «Energiewende» en Alemania- será enterrada, sino de cuándo. ¿Y entonces qué? En todo el mundo hace tiempo que se ha fijado el rumbo a favor de la energía nuclear de nuevo, libre de CO2 como antes, pero más inteligente, más resistente, más móvil y más barata que nunca.


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