Trump quiere Panamá y Groenlandia. La hipocresía yankee ha terminado, la soberanía no es un derecho
Augusto Grandi
Aún sin haberse instalado en la Casa Blanca, Trump ya ha tenido la oportunidad de comenzar a amenazar a varios países. Más allá de las habituales polémicas con China, el presidente reelecto ha anunciado su intención de imponer aranceles a los productos canadienses y mexicanos, es decir, a las importaciones de los dos países con los que Estados Unidos ha firmado un acuerdo comercial que va en dirección opuesta.
Pero hasta aquí todo se mantiene en el ámbito económico. Injusto, pero solo en lo económico.
Los verdaderos problemas surgen con Panamá. Porque Trump quiere la soberanía sobre el Canal y tarifas más bajas. En Panamá no lo han tomado muy bien y el presidente ha aclarado que la independencia y la soberanía del estado no son negociables. Por lo tanto, “cada kilómetro cuadrado del Canal y las áreas circundantes permanecerán bajo el control de Panamá”. La réplica de Trump fue inmediata: “Bienvenidos al Canal de EE.UU.”. No precisamente una señal amistosa.
Pero el presidente yankee no se conforma, también quiere Groenlandia porque es una “necesidad absoluta”. Lástima que también existan habitantes en la isla. Y el primer ministro, Múte Egede, aseguró que Groenlandia no está a la venta y no lo estará en el futuro.
Por otro lado, si Israel puede invadir Gaza, Cisjordania y Siria sin que Occidente Colectivo intente al menos protestar, ¿por qué Washington debería respetar la soberanía de otros países? Al menos Trump sale de la hipocresía y anuncia al mundo que la doble moral se ha vuelto oficial. Y quien no se doblega, será invadido si a EE.UU. le conviene. Mientras que, obviamente, esto no aplica para China y sus reclamaciones.
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