Evola y el catolicismo
Troy Southgate
Una carta de MAYO de 1945 escrita por Julius Evola a un amigo católico, el padre Clemente Rebora (1885-1957), proporciona una fascinante visión de la mentalidad del filósofo tradicionalista inmediatamente después de las heridas que había sufrido en el bombardeo de Viena.
Aunque el sacerdote rosminiano y antiguo poeta ateo había visitado a Evola en el hospital apenas cuatro días antes, para preguntarle si el Barón querría acompañarle en tren a Lourdes -algo que más tarde dio lugar a la errónea especulación de que Evola estaba a punto de convertirse al catolicismo-, éste escribió para decir que, aunque estaba agradecido por la oferta de emprender tal viaje, implicaría que todo lo que le interesaba era obtener el tipo de gracia que no le llevaría más que a la posibilidad de que sus heridas físicas sanaran. Aunque, para muchas personas, ésta parecería una razón perfectamente comprensible para visitar el famoso santuario pirenaico, continuó explicando que
«Si hubiera que pedir la gracia, sería más bien para comprender el sentido espiritual de por qué ha sucedido esto, si sigue así o no; más aún, para comprender la razón de seguir viviendo».
Al fin y al cabo, la razón precisa por la que Evola se había expuesto a todo el horror de un ataque aliado sostenido era responder a esa misma pregunta. El resultado, por supuesto, sugería que, a pesar de estar confinado a una silla de ruedas durante los veintinueve años siguientes, aún le quedaba por delante un papel crucial. Como explicó más tarde en las páginas de su autobiografía, Il cammino del cinabro (1963):
«Nada cambió, todo se redujo a un impedimento puramente físico que, al margen de las molestas preocupaciones prácticas y de ciertas limitaciones de la vida profana, no me afectó ni me afectó en absoluto, no viéndose en modo alguno alterada ni menoscabada mi actividad espiritual e intelectual.»
La recuperación de Evola, por lo tanto, era de una importancia considerablemente menor que su capacidad para continuar la Gran Obra.
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