El mar contra la tierra

 


por Martino Mora

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Precisamente porque en él dominan los valores materiales y, por tanto, económicos, el Occidente actual no hace la guerra al resto del mundo por razones estrictamente económicas.

Se trata sólo de una paradoja aparente. El Occidente sionista-americano actual, que rinde culto a la materia y al individuo atomizado, odia al resto del mundo precisamente porque no rinde el mismo culto a la materia y al individuo atomizado. Por eso no necesita la perspectiva de ganancias económicas para hacer la guerra contra él.

La guerra contra Rusia a través de Ucrania es un ejemplo evidente de ello. La plutocracia angloamericana odia a Putin por razones existenciales, no comerciales. Basta con leer lo que escribe el financiero ideológico George Soros para entenderlo. El Occidente plutocrático odia a Rusia como antes odiaba a las autocracias zarista, prusiana y de los Habsburgo. 

Los mercaderes anglosajones odian a Putin porque ha subordinado a su voluntad política los poderes económicos de los «oligarcas», que desbordaron la democracia demagógica en los años de Yeltsin. No los expropió en nombre del comunismo (aunque algunos deliren mucho sobre un Putin «bolchevique»), sino que los subordinó al poder del Estado, es decir, al suyo propio, por las buenas o por las malas. Por lo tanto, ha rechazado, en la práctica, el modelo sorosiano de «civilización abierta», en el que sólo gobierna el dinero.

 El de Putin es, pues, un modelo «cesarista» de civilización y de poder, en el que la política subordina a sí misma, conteniéndola, el reino animal del espíritu. Y en el que también se devuelve un papel no marginal a la dimensión religiosa, otra cosa intolerable para los partidarios de la «sociedad abierta». 

La Rusia actual no es un modelo verdaderamente alternativo a la locura espiritual de Occidente, pero al menos contiene los daños de la comercialización al por mayor de la vida social y de la disolución panerótica de las costumbres y de la familia. Esto no es poco.

Aún más evidente es el odio a Irán. Se disfraza de aversión al fundamentalismo islámico. Si la verdadera aversión fuera por el fundamentalismo, el islam suní del Golfo debería ser mucho más odiado que la teocracia chií de Irán, en la que no sólo las minorías cristiana y judía, sino también las mujeres, propaganda aparte, se desenvuelven mucho mejor. Arabia Saudí y Qatar, o tal vez Pakistán o Sudán, serían los principales enemigos.

Ciertamente, razones estratégicas de alianza geopolítica entre el sionismo-americano y sus adversarios juegan en contra de Irán. Pero al final, tachando eso, siempre volvemos ahí, al choque de civilizaciones. El real, no el imaginario. Y el choque de civilizaciones actual, al menos el principal, es entre el nihilismo materialista y atomista del Occidente anglo-sionista, que ha repudiado el cristianismo y su Tradición (y por tanto se abre cada vez más temerosamente hacia abajo), y el resto del mundo.

El Mar contra la Tierra.

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