Guerra civil islámica

 


Andrea Marcigliano
 
https://electomagazine.it/guerra-civile-islamica/
 

Hay un riesgo implícito en la actual confrontación Irán/Israel que se tiene poco en cuenta en estas horas.

La reexplosión, bajo nuevas formas, de la Fitna. Es decir, de la antigua guerra civil entre suníes y chiíes. Todo ello interno al Islam y a su atormentada historia.

Silenciada por los medios de comunicación y, en su mayor parte, desconocida para las clases dirigentes europeas, es, sin embargo, un problema bien presente en los países de Oriente Próximo. Y también considerado con gran atención en Tel Aviv, Washington y Londres. Atención, huelga decirlo, muy preocupada.

El hecho de que en el derribo de los drones iraníes dirigidos hacia Israel, Jordania también colaborara, abiertamente, es... significativo. Un significado que va mucho más allá de la irrelevante contribución militar del pequeño reino hachemita.

Más bien representa la cúspide de un sistema de alianzas tejido por Washington en los países árabes. Un sistema complejo y no exento de contradicciones que, sin embargo, tiene esencialmente dos propósitos. Aislar a Teherán. Y blindar a Israel.

En la dirección opuesta, en cambio, se ha movido Pekín. Cuya estrategia pretende hacer más compacto el escenario de Oriente Próximo y, por tanto, menos inestable. Es la doctrina de Xi Jinping: penetración sin conflicto. Es más, en la medida de lo posible, tratar de sofocar los conflictos latentes.

Una estrategia que encontró su culminación en la mediación entre Teherán y Riad, deseada por el propio presidente chino. Y que va en dirección opuesta a los Acuerdos de Abraham. Que tienden, por el contrario, a soldar un eje sunní, Arabia Saudí a la cabeza, con Israel. Acuerdos cuya función antiiraní es evidente.

China es una potencia terrestre por excelencia. Decidida a controlar firmemente su espacio geográfico. Y persiguiendo esencialmente una expansión comercial. Expansión que requiere una situación de no confrontación. Pues el comercio sólo puede florecer en una situación de paz y libertad comercial.

Por el contrario, los Estados son una potencia talasocrática. Como lo es Gran Bretaña su estrecho aliado. Y el control de los "mares" exige que la tierra esté dividida. Dividida.

Son estrategias antitéticas. Inevitablemente destinadas, tarde o temprano, a chocar.

Como en este caso de Oriente Próximo.

Donde ahora se vislumbra una reanudación de la antigua y secular disputa. Interna al Islam. La Fitna. Es decir, el enfrentamiento/choque entre el bloque chií, encabezado por Irán, y el bloque suní. Apoyado, sin embargo, en este caso, por Washington.

Es decir, por un agente externo y ajeno al mundo islámico.

Y es precisamente en esto donde es posible identificar una grieta en la estrategia estadounidense.

Porque Teherán, consciente del riesgo de una reanudación de la Fitna, no se limita a compactar el frente chií. Es decir, Irak, Sirya, el Hezbolá libanés, los Houthi yemeníes. Sino que busca, paralelamente, presentarse como el defensor de los palestinos. E incluso de Hamás.

Esto es importante, porque podría crear muchos problemas internos a los regímenes suníes. Al levantar a las poblaciones contra los gobernantes, percibidos como aliados de Israel. Y, por tanto, traidores a la causa árabe.

De ahí la extrema cautela con la que se mueve el egipcio al-Sisi. Quien además mantiene fructíferas relaciones con Israel, y estrechas relaciones con Washington.

Por no hablar de Erdogan. Que está en la OTAN, pero que ha pasado los años de su gobierno tejiendo relaciones económicas y políticas cada vez más estrechas con Teherán. Y también aquí el factor comercial ha desempeñado y sigue desempeñando un papel decisivo.

La prudencia, sin embargo, evidentemente no ha aconsejado a Abdalá de Jordania. Quien se ha puesto descaradamente del lado del frente occidental. Exponiéndose al riesgo de repercusiones considerables. La monarquía hachemita no es querida por los palestinos. Cisjordania está cerca. Y el recuerdo de Septiembre Negro sigue muy vivo. Y ardiendo.

Se trata de un juego de compleja alquimia. Podría conducir al aislamiento de Teherán, pero también desestabilizar a los regímenes suníes. O incluso desencadenar una guerra entre chiíes y suníes.

Dependerá de cómo jueguen sus cartas los diferentes actores, especialmente Washington y Pekín.

 




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