Arnaud Montebourg: "Los jueces no tienen nada que hacer para decidir lo que es bueno o malo para la nación, porque no han sido elegidos para representarla".
Fuente: https://lalettrepatriote.com/montebourg-les-juges-nont-pas-a-decider-ce-qui-est-bon-ou-mauvais-pour-la-nation-car-ils-ne-sont-pas-elus-comme-representants-de-celle-ci/
El ex ministro Arnaud Montebourg ha respondido a algunas preguntas de nuestros colegas de Le Figaro. Extractos:
¿Se está convirtiendo el Estado de derecho en el gobierno de los
jueces? En particular, ¿qué influencia está teniendo el derecho europeo
en la política francesa?
La integración jurídica y
política de la Unión Europea mediante normas únicas o uniformes
aplicables a naciones con historias, geografías y culturas dispares no
puede ganar adeptos y a menudo provoca justificadamente rechazo. La
Unión no puede ser uniforme. Y la cooperación política es preferible a
la integración jurídica. Por eso, para salvaguardar el futuro de la
Unión Europea, parece necesario poner fin a esta integración jurídica
excesiva, por no decir extremista, como mínimo permitir flexibilidad y
libertad a las naciones miembros, y aceptar que los intereses nacionales
prevalezcan cuando lo deseen, y limitar las normas comunes a lo
estrictamente necesario.
En esta visión renovada de la
integración europea, los jueces no tienen que decidir lo que es bueno o
malo para la nación, porque no son elegidos como representantes de la
nación. Por eso deben combatirse y corregirse las invasiones de
competencias ajenas a las suyas, en violación de la separación de
poderes. Esto requiere la reconstrucción de un sistema jurídico y
político soberano que restablezca la primacía de la ley como herramienta
para salvaguardar y proteger el interés nacional, algo que nuestro país
necesita urgentemente.
Sin embargo, la mayoría de los
observadores y de los propios políticos consideran que cualquier desafío
a este Estado de derecho supranacional es antiliberal...
Se trata de un grave malentendido. Lo que es antiliberal y perjudicial
para los derechos fundamentales es la confusión de poderes, en todas sus
formas, y desde luego no su separación, que les recuerdo es, en la
Declaración de los Derechos del Hombre de 1789, consustancial a la
existencia misma de la Constitución. Cuando los jueces no son, o han
dejado de ser, independientes, y juzgan según las directrices del
ejecutivo, se abre efectivamente la puerta a la arbitrariedad
antiliberal. Pero cuando los jueces pierden la templanza y deciden
corregir la ley, como hace el Conseil d'État, violan a su vez el
artículo 3 de la misma Declaración: "El principio de toda soberanía
reside esencialmente en la nación. Ningún órgano o individuo puede
ejercer autoridad alguna que no emane expresamente de ella" y, en este
caso, ¡el juez entra entonces en una usurpación de poder igualmente
antiliberal! La separación de poderes es un equilibrio precioso que hay
que preservar; ahora que los tribunales empiezan a corregir las leyes y a
construir Europa en lugar de los ciudadanos, han asumido un papel
problemático, peligroso e inconstitucional.
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