Inmigración: fase superior del liberalismo.
Dialécticamente se tiende a establecer una relación de causa efecto entre la colonización de finales del siglo XIX y la inmigración de masas que sufre Europa desde medios del siglo XX. El paralelismo no es del todo correcto, pero sí que hay síntomas y características comunes a ambos procesos, beneficiosos para el gran capital, complementados por destrucciones de identidades y equilibrios económicos en todo el planeta.
Sin duda tanto la colonización como la inmigración son fenómenos perniciosos que obedecen a una misma lógica mundialista y justificación ideológica liberal-marxista.
I. Imperialismo y capitalismo financiero.
Al 1916 Vladimir Illich, Lenin, publicó una obra considera clave en la evolución del análisis marxista del capitalismo. Eran los tiempos en los que Lenin combinaba su actividad de revolucionario con la de teórico, dentro de la cual destacó por encima de otros líderes como Trotszky o Stalin. El título de la obra a la cual nos referimos es revelador, El imperialismo, fase superior del capitalismo. La tesis central de este libro, errónea como tantas otras de las tesis de esta escuela de pensamiento, consiste al afirmar que el capitalismo librecambista de medios el siglo XIX había cumplido su fase librecambista –el marxismo vivió una verdadera obsesión por las «fases»– y estaba dando a una nueva fase –la superior– que se caracterizaría por la concentración del capital industrial y la de las élites económicas en la dirección del Estado y el uso de estas por parte Estado como agente económico que tendrían que conquistar nuevos espacios –una vez agotado el mercado «nacional»– para apropiarse de las materias primas y exportar sus productos de forma monopolística (de aquí la idea de finalización del librecambismo). Para Lenin el capitalismo habría estado capaz de mutar del librecambismo al proteccionismo y a la economía imperialista sin estar afectado en su esencia.
Cómo toda utopía absurda disfrazada de método científico, los análisis de Lenin fueron desmentidos por la realidad, el socialismo marxista lo real y el no-real, explotaron al 1991. Hoy la izquierda ha abandonado los viejos dogmas del llamado «materialismo histórico» y ya no quiere acordarse de Lenin, ni de las fases del capitalismo, ni otros pesados fardos ahora que se ha reconvertido en eco-pacifista y sentimental-mundialista.
No obstante, y por eso hemos salvo el armario del olvido este trabajo de Lenin, el autor sí señaló una conjunción de fenómenos que, mutatis mutandis, podemos poner en paralelo con el proceso actual del capitalismo liberal.
1.1 Debate sobre las causas de Imperialismo. La valoración marxista del colonialismo.
Las teorías sobre la naturaleza del fenómeno imperialista surgieron prácticamente al mismo tiempo que la expansión colonial. A grandes rasgos tenemos que distinguir dos tipos de teorías: las eurocéntricas y las periféricas; para las primeras la explicación de la expansión estaría en las causas internas de los países europeos; por las segundas las propias dinámicas de los países colonizados propiciaron y favorecieron este fenómeno. Seguramente la combinación de ambos factores nos daría una respuesta más completa.
Las teorías eurocéntricas no son uniformes o de única dirección, en su explicación podemos determinar dos clases: las que subrayan las necesidades económicas europeas como motor del colonialismo y las que señalan a factores políticos como el vector determinante.
Entre las que dan una explicación economicista podemos señalar las del británico de adscripción radical-liberal, Hobson, quien ya al 1902 señaló que el Reino Unido necesitaba una expansión mundial que le consolidara como primera potencia mundial productiva y comercial, explicando el Imperialismo como una simple actividad financiera en la que los gastos militares provocados por las guerras de expansión serían siempre menores a los beneficios industriales-comerciales posteriores. Aun así, usó esta argumentación para justificar la intervención británica en Suráfrica, intervención que provocó el genocidio bóer. Muy interesante en este hilo explicativo es la aportación del historiador marxista austríaco, Hilferding, quién –siguiendo la estela de Lenin– en su obra El capitalismo financiero (1910) elabora una teoría según la cual el Imperialismo es la respuesta expansiva del capitalismo cuando este se transforma de capitalismo industrial a capitalismo financiero, denominando capitalismo financiero el momento en el que el capitalismo tiende a la acumulación y concentración del dinero, en el mismo momento en el cual se establece una sinergia entre el capitalismo industrial y el capitalismo financiero bajo la hegemonía del segundo. Por Hilferding la etapa del capitalismo financiero empieza a finales del siglo XIX, la finanza mediante el uso del crédito acelera los procesos oligárquicos de concentración empresarial destruyendo el tejido del pequeño y medio empresario mediante el cierre del crédito (fenómeno que se repite en la actualidad); de esta forma la simbiosis del capitalismo financiero y grande empresarial evita la competencia. En un primer momento monopoliza el mercado interior nacional, y en un segundo momento adopta un tono expansivo volviéndose hacia el exterior en busca de nuevos mercados para sus productos, es decir dando lugar al imperialismo colonialista, que no sería más que el resultado lógico de la propia dinámica interna del capitalismo en su fase financiera.
Volviendo al libro de Lenin, el teórico marxista que mejor estudió este fenómeno, influyendo su tesis también en la crítica no-marxista del fenómeno colonialista. Cómo indica el título de su obra, la tesis que se defiende es la de que el imperialismo es la fase histórica superior del capitalismo, fase caracterizada por el monopolio frente a la libre concurrencia anterior. Esta transición de los pequeños y medios empresarios compitiendo entre sí mismos a la de la agrupación en grandes consorcios de cariz monopolístico industrial-financiero, que se quedarían sin salida económica salvo que se produjera una ampliación de los mercados que excedieran el estrecho marco nacional para vender sus productos industriales y para colocar lo sientas excedentes de capital financiero acumulado, esta necesaria expansión monopolística fue el colonialismo, al que Lenin denomina imperialismo. Lenin explicaba que la expansión imperialista era la última salida del capitalismo, y que una vez agotado este recurso basado en la expansión territorial y la ampliación de los mercados; el capitalismo –al ser el mundo finito y la capacidad de encontrar nuevos mercados limitada– entraría en su contradicción final y acabaría para desaparecer, el capitalismo tendría así dentro del mismo el germen de la suya irremediable autodestrucción. Otro “predicción de futuro del «materialismo histórico» que la historia tardó poco tiempo a demostrar falaz.
Cómo hemos dicho existen otras teorías explicativas eurocéntricas que no señalan factores económicos como los explicativos de la expansión colonial, sino que hacen referencia a contextos ideológico-sociológicos (causas subjetivas que diría un marxista). Tradicionalmente se ha considerado a Schumpeter, otro liberal radical, como la referencia máxima de esta corriente explicativa. En año 1919 este autor publicó su obra Sociología del Imperialismo en la que expone que detrás del fenómeno imperialista existe el impulso en-histórico (es decir permanente) de expansión, que conjugado en el siglo XIX con un nacionalismo de masas daría lugar a l´ impulso y justificación imperialista.
Sin embargo, en los años 70 surgió una nueva explicación dentro de la escuela marxista, en la que se explica el imperialismo atendiendo a las dinámicas de la periferia, es decir de los países colonizados, dinámicas propias a tensiones internas entre las capas sociales africanas, que serían la explicación real del imperialismo, y que por lo tanto no respondería a motivos intra-europeas. Entre las tesis periféricas conviene señalar la obra de Robert y Galaher, que rompe totalmente con la tendencia unidireccional de explicación del imperialismo, y culpa del colonialismo, así como del nefasto proceso de descolonización a las pseudo-élites africanas, que no quisieron o no van saber organizar los excedentes de producción de tal forma que se dieran condiciones económicas estables a sus países, y que al no ser capaces de dar este salto cualitativo, abrieron las puertas a los europeos porque lo hicieran por ellos. Añadir que, en esta apertura a los europeos de las élites sociales africanas, estas pensaron en su enriquecimiento personal y no en la prosperidad de sus respectivos pueblos. Situación que se repite hoy en día “ad nauseam”.
En síntesis, es innegable que el imperialismo es el resultado de una interacción entre dos variables, una europea y una periférica.
1.2 El colonialismo: una idea de la izquierda.
Contrariamente al que pueda parecer y en disfunción con el mensaje adoptado por la izquierda a partir de los años 60, el colonialismo fue una idea que nació en su esfera ideológica y que siempre fue valorado como «progresista» en su análisis lineal y teleológico de la historia.
Karl Marx fue uno de los apologetas de la colonización británica de India. En opinión suya, la colonización británica supondría el desmantelamiento de la manera de producción medieval de la economía autóctona y la sustitución por la manera de producción capitalista, esto supondría «quemar una etapa» cabe el modelo comunista, que –por el de Tréveris– era la siguiente fase necesaria al modelo capitalista por la sencilla lógica de sus contradicciones internas.
No solo en el ámbito estrictamente marxista se hizo esta valoración positiva del colonialismo. El escritor francés Bertran Lugan, sin duda el más grande especialista actual de África y el colonialismo –autor sobre el que necesariamente tendremos que volver en posteriores artículos– publica un interesante artículo en la revista NRH titulado, «Une idée de gauche realisée par la droite» donde pose de relevo como el proceso de colonización de África fue ideado desde una izquierda iluminista y progresista que veía en esta expansión geográfica la expansión de los principios universalistas de la revolución francesa por el continente negro. La frase del primer ministro francés socialista, Leon Blum, es muy significativa en este sentido «(proclamo)… el derecho y el deber las razas superiores de política socialista judío-francés de atraer (hacia el progreso) a las que no han llegado todavía a un mismo nivel cultural». Una buena muestra de integracionismo mundialista avant la lettre.
II La inmigración entre la posguerra y la descolonización.
El proceso de descolonización marca una nueva fase en la historia. África quedó sumida en el caos más absoluto, la supuesta «liberación» consistió en realidad, en la instauración de regímenes tiránicos y despóticos en todos los países, pronto llegan las consecuencias: miseria, hambre y una natalidad desbordante. Por otro lado, en la Europa occidental, el fin de la SGM y la consecuente reconstrucción, puerta una nueva fase de expansión del capitalismo que voz como sus tasas de beneficio y su capacidad expansiva se disparan, por eso en el territorio dónde en estos momentos los beneficios son mayores –Europa occidental– se necesita un incremento constante de la mano de obra por no malgastar las condiciones objetivas de crecimiento económico.
La conjunción de estos dos procesos confluye en el inicio del proceso migratorio desde el Tercer Mundo a Europa. Como antes habíamos señalado para el imperialismo, también en este caso la inmigración es el resultado de una interacción entre dos variables una europea y otra periférica-tercermundista.
La inmigración se nutre de la misma concepción ideológica que el colonialismo, de la cual no es sino una proyección. El aumento de la cuota de beneficio del capital en un mundo convertido en mercado único, y en el que las identidades, las costumbres y los pueblos no son más que interferencias coyunturales que tienen que ser suprimidas, anuladas o –en el peor de los casos– reducidas a anécdotas folclóricas.
De este modo la inmigración no es más que una de las consecuencias derivadas de un proceso más amplio denominado mundialización en francés y globalización en inglés el objetivo final del cual se difumina con el del imperialismo del siglo XIX. En ambos procesos el beneficiario es la clase financiera-capitalista y el perjudicado principal es la comunidad popular trabajadora.
2.1 El liberalismo como principio ideológico de la inmigración. La falacia de la integración.
En las últimas décadas el fenómeno migratorio se ha convertido en un problema crucial del debate político en la Europa occidental. Ante esta circunstancia asistimos a un espectáculo cómico, una trampa por insensatos, que –lamentablemente– está resultando ser de cierta efectividad. Y es que, desde el liberalismo, y sin cambiar sus presupuestos ideológicos, se pretende dar «soluciones» al problema migratorio, soluciones que participan del mismo principio universalista y por tanto no lo son tales. Las exponemos a continuación porque, desde el movimiento identitario se eviten este tipo de errores ideológico y se señale al liberalismo y a cualquier de sus postulados políticos como auténticamente contrarios a nuestras posiciones.
El comunitarismo: consiste en la idea que los inmigrantes, en función de su comunidad de origen, sigan manteniendo sus propias especificidades culturales y religiosas en tierra europea, a la vez que –desde su especificidad– participan en, y dentro, el Estado como «ciudadanos». Es decir, la ciudadanía se entendería como la sencilla obtención de un DNI, los inmigrantes no tendrían que «integrarse» sino mantener su personalidad siempre que respetaran los «principios básicos y el buen funcionamiento del Estado liberal-democrático».
En realidad, ésta es la idea del melting-pot que ha creado en los Estados Unidos de América. Se basa en la «tolerancia al otro». Es sinónimo de otro término, el de «multiculturalidad». Cuando determinados políticos del sistema como Angela Merkel o Tony Blair dicen que «la multiculturalidad ha fracasado» se refieren precisamente a esto. Obviamente la multiculturalidad ha fracasado, pero el peor es que Merkel o Blair, al constatar este fracaso evidente, proponen la otra «solución» liberal, igual o más catastrófica que el anterior.
La integración: que también podríamos llamar “asimilacionismo”. Consiste en conseguir el mismo fin, pero con métodos diferentes. Así a los inmigrantes no se los respetaría el mantenimiento de sus especificidades en suelo europeo, sino que tendrían «obligatoriamente» que adaptarse y asumir nuestras costumbres, lo cual los convertiría en «europeos perfectamente integrados».
Comunitarismo y asimilacionismo son las dos caras del mismo error ideológico.
III La solución identitaria.
Desde nuestra postura identitaria tenemos que contestar tanto a los fenómenos de colonización como la amenaza demográfica que representa la inmigración, pero siempre haciéndolo desde la solidez de nuestros parámetros ideológicos y el rigor de un pensamiento anticosmopolita, que valora la existencia de los pueblos, que se opone radicalmente a la idea del mercado-mundo y que no cree ni en asimilaciones ni en conversiones sino en la personalidad colectiva basada en la herencia y en la historia.
Frente al colonialismo, los identitarios proponemos la idea de los grandes espacios económicos autosuficientes. Estos espacios vienen definidos por la comunidad de civilización, de historia y de consanguinidad.
Frente a la integración o asimilación, proponemos la idea de Estado como instrumento de la comunidad popular y de expresión de una sociedad monoétnica. Este fue el sentido de la democracia griega, que no entendía de otro modo la polis, el sentido del Senado romano y de las asambleas de guerreros germánicas. El principio inalienable que defendemos hoy para que la civilización europea pueda sobrevivir a las amenazas y avatares que le plantea este inquietante siglo XXI.
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