Novedad: Los neoconservadores: Una élite imperial – Laurent Ozon
Editorial Géopolitique profonde, 2025, 80 páginas, 24,99 €
La matriz neoconservadora y el nacimiento de una élite imperial
El neoconservadurismo no es una corriente intelectual: es una máquina de guerra ideológica concebida para mantener la dominación mundial del imperio estadounidense. Surgidos de los ambientes trotskistas neoyorquinos, los primeros neocons llevaron a cabo una mutación espectacular: del marxismo revolucionario a la teología del poder global. Reivindicando a Leo Strauss, Irving Kristol y James Burnham, edificaron la doctrina de un Estado profundo autoprotectivo, desvinculado del pueblo y basado en la permanencia del control mundial. La Segunda Guerra Mundial y luego la Guerra Fría les ofrecieron el aparato perfecto: el complejo militar-industrial, los servicios secretos, los think tanks y las ONG de influencia. Este sistema, convertido en una entidad autónoma, transformó la política exterior estadounidense en un imperialismo gerencial permanente, justificado por el lenguaje de los derechos humanos y la democracia.
Bajo Reagan, Bush y Clinton, esta red blindó el poder federal y difundió su visión mesiánica: la misión divina de Estados Unidos como gendarme del mundo. Detrás de los discursos morales, existe una lógica puramente imperial: instrumentalizar a los pueblos, crear enemigos, fomentar guerras para alimentar el aparato estatal y sus industrias. El neoconservadurismo ha transformado la democracia estadounidense en una estructura imperial. Laurent Ozon demuestra que esta “élite imperial” no nació de una ideología, sino de un interés vital: preservar una oligarquía financiera y militar que se ha vuelto más poderosa que el Congreso y la Constitución. Ese deep state se ha adueñado del poder real, mientras que el pueblo estadounidense sólo conserva una simulación de soberanía.
Israel, eje ideológico y catalizador del mesianismo occidental
El corazón del sistema neoconservador late en Jerusalén. Desde la Guerra de los Seis Días, los neocons han situado a Israel en el centro de su doctrina geopolítica y moral. El sionismo político, aliado a la mitología bíblica, sirve de base a un proyecto civilizatorio: fusionar el excepcionalismo estadounidense y la misión divina de Israel. Para estos halcones, cualquier potencia que desafíe la supremacía israelo-estadounidense es la encarnación del Mal. Este esquema maniqueo estructura las guerras modernas: Irak, Siria, Irán, Libia y hoy Rusia. El neoconservadurismo no defiende la democracia, defiende un proyecto religioso e imperial, donde la dominación de Israel sobre Oriente Medio simboliza la dominación de Occidente sobre el mundo.
Este mesianismo político-religioso se extiende ahora a Europa. En Francia, una intelligentsia procedente de la extrema izquierda – BHL, Glucksmann, Kouchner, Bruckner – ha retomado la bandera moral de los neocons. Estos “nuevos cruzados” de la democracia humanitaria han justificado cada intervención militar en nombre de los derechos humanos. De Yugoslavia a Siria, su “moral” siempre coincidió con los intereses estadounidenses e israelíes. Sus redes mediáticas han impuesto un catecismo atlantista y rusófobo, borrando la tradición de independencia gaullista. Esta contaminación neoconservadora ha convertido a Francia en auxiliar militar y moral del imperio, y a Europa en colonia consentida del bloque occidental.
Trump, Rusia y la caída del viejo imperio occidental
Donald Trump no es un neoconservador: es su sepulturero. Su llegada al poder reveló la fractura entre el pueblo estadounidense y el Estado profundo imperial. Al proclamar “America First”, Trump amenazó los cimientos del edificio neoconservador: guerra perpetua, globalización financiera, obediencia a Israel y demonización de Rusia. Por eso, todo el aparato imperial – CIA, Pentágono, medios, jueces, diplomacia – se volvió contra él. Trump quiso cerrar guerras, normalizar las relaciones con Moscú, restaurar la producción nacional y debilitar el poder de las burocracias transnacionales. Para los neocons, eso fue una traición.
Laurent Ozon muestra que la guerra actual contra Rusia es el último intento de supervivencia de esta élite imperial. Ucrania sirve como campo sacrificial para prolongar el dominio de la OTAN e impedir cualquier reconciliación euro-rusa. Al demonizar Moscú, los neocons buscan congelar la multipolaridad y debilitar las soberanías europeas. Pero su estrategia fracasa: Rusia resiste, los BRICS ascienden y Occidente se desmorona bajo sus propias contradicciones. El imperio neoconservador, enloquecido por su propio poder, se autodestruye. El siglo XXI será el de la revancha de las naciones: un mundo multipolar donde Francia, liberada del yugo atlantista, deberá elegir entre la sumisión y la soberanía. El tiempo de los pueblos libres regresa, y la sombra de los neocons finalmente se disuelve en el declive de Occidente que pretendían salvar.
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El autor: Laurent Ozon es un ensayista y pensador francés independiente, especialista en dinámicas de poder, ecología política y relaciones de fuerzas geoestratégicas. Ex dirigente del Frente Nacional y fundador de varios círculos intelectuales soberanistas, se ha consolidado como una de las voces más lúcidas y críticas del sistema mundialista contemporáneo. En su último libro, Los Neoconservadores: Una élite imperial, publicado por Éditions Géopolitique Profonde, desvela los orígenes, las redes y la lógica profunda de una élite transatlántica que manipula la democracia occidental para preservar su imperio.
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