¡Ninguna censura para los amigos de la censura! - Reflexiones sobre el asesinato de Charlie Kirk y más allá





Werner Olles

El acto fúnebre por el activista conservador Charlie Kirk, asesinado el 10 de septiembre por un “monstruo de extrema izquierda” (presidente de EE.UU. Donald Trump), fue tan conmovedor como impresionante. Más de 100.000 ciudadanos participaron, entre ellos Trump, el vicepresidente Vance y otros miembros del gobierno, así como destacados representantes del movimiento MAGA y del Partido Republicano. El asesinato de Kirk –cuyos autores intelectuales se encuentran en la élite globalista, y fue ejecutado por un simpatizante de la organización terrorista de extrema izquierda “Antifa”, cuya prohibición ya está siendo correctamente preparada por el presidente estadounidense– se produjo según el conocido principio de “¡Castiga a uno, educa a cien!”. Como reacción a los comentarios sarcásticos y repugnantes en medios y programas de izquierda, que calumniaron a Kirk póstumamente como “predicador del odio”, “extremista de derechas” y “enemigo de los homosexuales” –aunque debatía abiertamente y sin reservas con todos los sectores políticos, y como cristiano evangélico profundamente religioso trataba con respeto y paciencia incluso a quienes tenían opiniones totalmente opuestas–, se tomaron, con la aprobación del gobierno de EE.UU., ciertas medidas contra los calumniadores y propagadores del odio de la izquierda. Probablemente por primera vez en su vida miserable, experimentaron los efectos de una “cancel culture” que ellos mismos habían inventado para silenciar para siempre a sus adversarios de derechas.

Por supuesto, también en la televisión pública alemana financiada con tasas obligatorias, cundió el pánico y el desconcierto. Al parecer, no se podían imaginar que algún día la situación pudiera revertirse si las cosas cambiaban como en EE.UU. De hecho, las habituales “ratas y moscas verdes” mediáticas (Franz-Josef Strauß) en los medios pro-Antifa de radiodifusión pública, dieron nuevamente rienda suelta a su hipertrofiado fundamentalismo de derechos humanos –apoyados por el llamado Sindicato Alemán de Periodistas (DJU)–. Cierto Elmar Theveßen acusó a Kirk, contra toda evidencia, de haber pedido o celebrado la quema de homosexuales, mientras que la célebre Dunja Hayali fingió primero comprensión para luego denunciar a Kirk, en esencia, como “divisor” y “polarizador”. ¿Qué aprendemos de esto? Alemania debe ser reconstruida primero como pueblo, nación y Estado para poner fin a la labor de tales criaturas, que como servidores de intereses ajenos y enemigos no tienen ni idea de lo que significan el honor, la dignidad y la decencia. Esta transformación social debe comenzar con un retorno planificado y enérgico a la normalidad, incluida la movilización y orientación de la mayoría amorfa, exactamente como se hace en EE.UU. La división de la sociedad es, por tanto, necesaria e imprescindible, y ante todo debe ser irreconciliable y fundamental.

Durante la ceremonia en memoria de Charlie Kirk, también habló su viuda Erika, y en su emotivo discurso perdonó, como cristiana creyente, al asesino de su esposo y padre de sus dos hijos. Esta generosidad recuerda, en su profunda humildad y fe, a la viuda de Benito Mussolini, Donna Rachele, quien durante una cena en una trattoria romana fue observada por un grupo de hombres en la mesa de al lado. Finalmente, uno de ellos se levantó, se acercó a su mesa y le dijo en voz baja: “Perdóneme, signora, pero como partisano fui uno de los asesinos de su marido. ¿Puede usted perdonarme?” Donna Rachele lo miró largo y en silencio, finalmente se levantó, abrazó al hombre, hizo la señal de la cruz y dijo: “Te perdono, hijo mío”.

Donald Trump, que a diferencia de Charlie Kirk, aunque lo admiraba, no es un conservador especialmente religioso sino más bien un revolucionario conservador, no pudo llegar a eso en su discurso durante la ceremonia. Reconoció su odio hacia la izquierda, los globalistas, las bandas terroristas de Antifa, el Estado Profundo y el asesino de su amigo Charlie. Como ocurre con todos los revolucionarios y revoluciones, siempre se trata de poder, por supuesto también de venganza –lo que muchos olvidan– y de un cambio estructural de la sociedad. Por tanto, la metapolítica nunca puede ser un fin, sino solo uno de los métodos para alcanzar un objetivo. No sabemos si Trump ha leído a Gramsci, Evola o Carl Schmitt, pero lo dudamos. Sin embargo, intuitivamente ha entendido de qué se trata y se niega a entrar en debates pseudo-intelectuales en lugar de discutir y determinar contenidos y metas concretas. Lo que tiene en mente es más bien un Estado meritocrático, iliberal y democrático directo, una variante no totalitaria de un autoritarismo aún por analizar, sin los típicos virus izquierdistas-liberales y de extrema izquierda de Europa occidental, enfermedades culturales metastásicas junto a su degenerado cartel de poder y el establishment eco-progresista-woke, dispuesto a cualquier crimen, incluso mediante terror, crimen y traición de cualquier tipo, para mantener su poder. Para Trump, en todo caso, parece claro que la derecha revolucionaria nunca más permitirá que se le imponga la censura, sino que la reserva para sus enemigos mortales.

Tras el cobarde asesinato de Charlie Kirk, la situación ahora es más clara para todos: la izquierda y los liberales, los globalistas y su escoria político-mediática están dispuestos a matar o al menos a justificar y defender en todo momento los asesinatos cometidos por sus afines ideológicos. Esto es bueno saberlo, porque –como aprendimos los renegados en 1967/68– “¡Si el enemigo nos combate, eso es bueno y no malo!” (Mao Tse Tung). ¿Podemos odiar a este enemigo? Sí, porque como el amor, el odio pertenece a las emociones humanas normales. Ciertamente rige el mandamiento cristiano del amor, y Jesús mismo odiaba el pecado pero no al pecador, aunque su lucha también era contra el mal personificado. Quien no pueda odiar, puede al menos despreciar a nuestros enemigos, pero jamás subestimarlos, porque a diferencia de nosotros, ellos son capaces de todo lo malo.

Werner Olles

Commentaires

Posts les plus consultés de ce blog

Reflexiones sobre la tragedia de Valencia. Lo que nadie se atreve a decir

Valencia el fracaso de un modelo y una clase política.

Laurent Ozon: breves reflexiones sobre la tragedia siria y sobre la retirada y reorientación geopolítica de Irán