Lo que los pueblos raíz tienen que decirnos, de Frederika Van Ingen





Olivier Eichenlaub

Frederika Van Ingen nos ofrece aquí el fruto de sus investigaciones científicas, pero sobre todo de los testimonios recogidos en los cuatro rincones del mundo y de entrevistas realizadas a quienes ella denomina los “pueblos raíz”, esas poblaciones autóctonas que no han sido alcanzadas ni por el cristianismo ni por la modernidad.

Frederika Van Ingen no es antropóloga, ni médica, ni ecóloga; es como periodista que se interesa en la cuestión de la salud, el bienestar y el medio ambiente, cuestionando nuestras formas de vivir y nuestros conocimientos actuales, que considera incompletos sin por ello ponerlos en cuestión. En la línea de Sabidurías de otros lugares para vivir hoy (2016), la obra que nos ofrece aquí es fruto de sus investigaciones científicas, pero sobre todo de los testimonios que ha recogido por todo el mundo y de entrevistas realizadas por ella misma a quienes denomina “pueblos raíz”. Rico y detallado, a veces algo extenso, el libro va mucho más allá del ámbito de la medicina tradicional (curanderos, etnofarmacología) para insuflar una verdadera filosofía de vida, cuyos aspectos pertenecen claramente a una espiritualidad profunda y olvidada.

¿Quiénes son los “pueblos raíz”? Son las poblaciones autóctonas que no han sido alcanzadas ni por el cristianismo ni por la modernidad (ambos, por lo general, llegaron juntos con la colonización europea) y que aún conservan una relación arcaica con el mundo y la Tierra, tal como la estudian los Traditional Ecological Knowledges (TEK, Conocimientos Ecológicos Tradicionales). Se los encuentra, por ejemplo, en América del Norte (lakotas o navajos), en Sudamérica (kagabas y quechuas), en África (masáis), pero también en los confines de Europa (inuit en Noruega y Finlandia, mongoles y pueblos de Siberia). Sin criticar abiertamente la modernidad, Frederika Van Ingen busca comprender la sabiduría de estos pueblos y explorar sus riquezas, que estarían en gran parte ligadas a su aislamiento del mundo moderno. El chamán (o curandero u hombre-medicina), que se pone al servicio de su comunidad como intermediario entre los hombres y los espíritus (o “principio vital” o “aliento de Dios”), es una figura central.

En las sociedades occidentales modernas de “universo único”, que Frederika Van Ingen considera “bloqueadas” por la ciencia y los monoteísmos, la enfermedad, el malestar y el desorden se sitúan sistemáticamente dentro del cuerpo de cada paciente. Para los chamanes, en cambio, solo pueden concebirse fuera de cada uno, en un entorno humano y no humano, visible e invisible, en el seno de “universos múltiples” y a menudo ocultos. Estos universos son aquellos que muchas tradiciones han intentado abordar por fragmentos a través de las cualidades figurativas que estructuran cada mito fundador, y que generalmente se articulan en torno a un axis mundi, un punto de paso entre “cielo” y “tierra”, a lo largo del cual uno puede orientarse con la ayuda de una “rueda medicinal”. Abrir uno de estos pasos no es cosa fácil; requiere modificar en parte el estado de conciencia, lo que justifica acudir a distintas técnicas ancestrales: la música y el ritmo del tambor que conducen al trance, la sudoración y la sauna (bania siberiana), o, más raramente, el uso de plantas con propiedades psicotrópicas. En este ejercicio, el estado chamánico es una capacidad aprendida que consiste en desactivar voluntariamente la conciencia analítica para acceder a caminos alternativos de percepción de la realidad y de sanación.

Estar sano (física y mentalmente) es conservar el equilibrio que atraviesa la naturaleza y nos atraviesa a nosotros; lo que hace del hombre un remedio para la naturaleza, y de la naturaleza un remedio para el hombre. Este equilibrio depende de nuestra relación consciente con los lugares que habitamos y los elementos que allí se encuentran. Para los pueblos raíz, la Tierra no se concibe solo como una superficie sobre la que evolucionamos, sino como un verdadero recipiente para el cuerpo y el espíritu, ambos alimentados por un clima, una fauna y una flora autóctonas. Al igual que los padres o los antepasados, es fundamental conocer y respetar los lugares donde nacimos y, para desarrollarnos plenamente, tomar conciencia de los lazos invisibles que nos unen localmente a la naturaleza. El territorio se percibe entonces como una energía apaciguadora, la misma que inspiró sus cuentos y leyendas para “expresarse a través de nosotros”, pero que desaparece de manera traumática cuando los lazos se rompen, como si una planta hubiera sido desarraigada. Quizá ahí reside el origen del malestar y las enfermedades contemporáneas. Al abrir caminos para reencontrar la simbiosis con la Tierra, el chamán es, por tanto, un defensor natural de la ecología, un auténtico guardián de los equilibrios, invitando a cuidar el territorio para que nosotros mismos seamos curados por él.

Para los pueblos raíz, cada equilibrio se lee a través de símbolos omnipresentes que materializan tres principios fundamentales: la intersubjetividad o la conciencia de que cada uno participa activamente en la calidad del mundo, la complementariedad de las energías femenina y masculina, y una concepción del tiempo que celebra los ciclos naturales y los rituales de paso. Es, en suma, una forma de estar en el mundo que también se encuentra en Carl Gustav Jung, y que fue minuciosamente estudiada por Mircea Eliade. Finalmente, estas convergencias plantean naturalmente la cuestión de la existencia de esquemas universales, aunque su construcción solo pueda concebirse de manera paradójica a través de un entorno específico, local y fundamentalmente enraizado. Así, sin alimentar los excesos idealizados de un “new age” pasado o el marketing actual de los coaches de desarrollo personal, los pueblos raíz también nos invitan a redescubrir las especificidades olvidadas del paganismo europeo, tal como existían especialmente en el mundo celta. Pero como señala Frederika Van Ingen, se trata de una búsqueda que tal vez comience como una conversación surrealista entre europeos del siglo XVII y electricistas…

Olivier Eichenlaub

10/10/2025

Frederika Van Ingen, Ce que les peuples-racines ont à nous dire (Lo que los pueblos raíz tienen que decirnos. De la salud de los hombres a la salud del mundo), París, Les Liens qui Libèrent, 2020, 368 páginas.




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