Lecornu y los motivos ocultos del presidente



Andrea Marcigliano

https://electomagazine.it/lecornu-e-la-frutta-del-presidente/

Lecornu dimite. Se ha comprobado la imposibilidad de formar un gobierno.

Y Macron lo vuelve a nombrar. Forme el gobierno.

Cuenta con la confianza del presidente.

Parece una farsa. Una comedia de Feydeau trasladada al Elíseo y sus alrededores.

Y, sin embargo, es la realidad.

En muchos sentidos, una realidad trágica.

Porque Macron está, a estas alturas, acabado. En febriles consultas no ha encontrado a nadie, absolutamente a nadie, dispuesto a asumir la carga de formar un nuevo gobierno para Francia.

Nadie dispuesto a ir al matadero.

Y, por lo tanto, ha vuelto a recurrir al pobre Lecornu (nomen est omen) que, evidentemente, no puede decirle que no.

Irá al matadero, por supuesto, pero le concederá un poco más de tiempo.

Y eso es lo que Macron quiere. Tiempo. Para arrastrar a una Francia, que ya no controla, hacia la guerra. La guerra con Rusia, para la que está, militarmente, totalmente desprevenida. Y que, por otra parte, no es deseada por la inmensa mayoría de los franceses. Que ya están en revuelta por las condiciones económicas en las que se encuentran. Y que, sin duda, rechazarían un conflicto que no sienten como propio. Que, sobre todo, no comprenden, ni pueden comprender.

Pero Macron apuesta por eso. En contra de toda lógica sensata. Esperando que el estado de guerra le permita suspender los últimos vestigios de democracia. Y seguir adelante en el Elíseo. Sobrevivir.

En resumen, que muera Francia, siempre y cuando yo siga viviendo.

Un gran programa de gobierno.

Por otro lado, Macron se ha enfrentado a una situación que no ha sido causada propiamente por él.

Sus predecesores, sobre todo Sarkozy y Hollande —pero también hay que culpar a Giscard—, hicieron que Francia viviera por encima de sus posibilidades, explotando al máximo los residuos del imperio colonial. Del cual eran símbolo e instrumento la Françafrique y el franco CFA. Una moneda que permitía mantener bajo control a las ya pobres colonias africanas.

Ahora, sin embargo, se ha acabado. Y desde Burkina Faso hasta todos los países al sur del Sahel, los franceses están siendo expulsados de mala manera.

Macron solo ha puesto de su parte. Convirtiendo esta retirada en un vergonzoso colapso.

Y Francia se rebela. Porque no está dispuesta, como decía, a aceptar una reducción drástica de las condiciones de vida.

Por no hablar de los suburbios. Donde los «huéspedes», islámicos y africanos, se mantienen parcialmente tranquilos con continuos desembolsos y donaciones. Sin embargo, esto va en detrimento de los ciudadanos franceses.

Así pues, desde todos los puntos de vista, Macron ha llegado al límite.

La seriedad, un mínimo de seriedad, exigiría que presentara su dimisión.

No lo hará. Y seguirá intentando provocar un conflicto entre Europa y Rusia.

Para salvar su puesto en el Elíseo.

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