“Europa como vasallo”
Arnaud Bertrand
Resulta sumamente revelador leer el libro de Stoltenberg sobre su tiempo como secretario general de la OTAN.
The Guardian acaba de publicar un largo extracto del mismo.
Lo que muestra, entre otras cosas:
CERO pensamiento estratégico y CERO visión
Según las propias palabras de Stoltenberg, en 2016 él creía que Hillary ganaría –basándose en su “intuición”– y se “sorprendió” cuando ganó Trump.
La victoria de Trump lo puso muy “nervioso”, ya que Trump “había dicho en una entrevista televisiva a finales de marzo: ‘La OTAN está obsoleta’”.
Piensa dos minutos en lo absurdo que esto es. Eres el secretario general de la mayor alianza militar del mundo, responsable de la seguridad de casi mil millones de personas. Un país financia el 80–90% de tu presupuesto. Hay una elección con dos posibles resultados –y uno de los candidatos ha calificado públicamente tu alianza de “obsoleta”. Y aun así no tomas ninguna medida ante la posibilidad de que gane, ni intentas comprender, más allá de los titulares, cómo piensa. Simplemente asumes que perderá, basándote en tu “intuición” –y cuando gana, te pones “nervioso”.
En el fondo, no eres diferente de cualquier espectador de televisión que ve CNN en su salón –no aportas ningún valor. Es negligencia estratégica en su máxima expresión. Como dice el refrán: “Gobernar es prever” –lo que significa, concretamente, que la mayor alianza militar del mundo no fue dirigida, y Stoltenberg lo reconoce en sus memorias como si fuera perfectamente normal. ¡Una locura!
Y del extracto se desprende claramente que Stoltenberg no estaba solo: nadie estaba preparado, todos los líderes europeos solo reaccionaban en vez de actuar.
Stoltenberg describe una cumbre de la OTAN con Trump en julio de 2018, en la que este amenazó con abandonar no solo la cumbre sino la propia OTAN si los demás miembros no aumentaban inmediatamente su gasto.
La escena, tal y como la describe Stoltenberg, es increíblemente patética: el “padre” anuncia que podría dejar de dar la paga, y los “hijos” se apresuran a defender su posición. Merkel le cuenta a Trump sobre soldados alemanes que mueren en Afganistán –“a pesar de la fuerte oposición en mi país, donde muchos se preguntan qué tenemos que ver con Afganistán”. El primer ministro danés también subraya el “sacrificio de sangre” de su país por Estados Unidos, y su voz “temblaba” al decir: “En proporción a la población, Dinamarca ha perdido más soldados en Afganistán que Estados Unidos”.
Todos compiten por mostrarle a papá Trump qué “buenos niños” son –súplicas emocionales desde una posición de total dependencia. Hay una absoluta falta de preparación o respuesta estratégica.
Y, sin embargo, podría haber sido la oportunidad del siglo. Estamos en 2018, años antes de la crisis de Ucrania y un año después de que Macron invocara por primera vez la “autonomía estratégica” de Europa. Trump ofrecía a Europa esa autonomía estratégica en bandeja de plata –¡en tiempos de paz, ideal! Pero en vez de aprovechar la oportunidad, los europeos –Macron incluido– gastaron toda su energía en mantener el statu quo. El resultado lo vemos hoy.
Es una acusación demoledora –y lo peor es que Stoltenberg escribe sobre ello como si hubiera gestionado bien una crisis. Ni siquiera se da cuenta de que acaba de confesar una bancarrota estratégica.
La colonización de las mentes
Lo que más destaca del extracto es hasta qué punto Europa se ha vuelto colonizada. Ya en la noche de las elecciones estadounidenses, cuando Stoltenberg “organizó una fiesta con amigos y colegas en su residencia de Bruselas. Pusimos una gran televisión en el salón y se sirvieron hamburguesas”.
De hecho, todo el extracto –y probablemente el libro entero– gira exclusivamente en torno a Estados Unidos: trata obsesivamente de lo que piensan los estadounidenses, lo que quieren, lo que podrían hacer. Europa apenas existe como sujeto independiente con sus propios intereses u objetivos –es solo un objeto que reacciona ante los movimientos estadounidenses. El libro se lee como el diario de un eunuco nervioso en la corte imperial, que observa el estado de ánimo del soberano y considera un éxito mantener su favor.
Otro fragmento es especialmente revelador en este sentido. Stoltenberg describe cómo ordenó a todos los empleados de la OTAN que se “disciplinaran” con respecto a Trump:
“Nada de poner los ojos en blanco ante los tuits o apariciones públicas de Trump; nada de risas burlonas por los vídeos; nada de bromas sobre el golf o sus maneras. La tolerancia cero era crucial. Incluso un pequeño grupo que se burle puede contagiar a la organización. Y si Washington se enterara de que empleados de la OTAN se ríen de Donald Trump, sería desastroso.”
Esa era su obsesión: no la planificación estratégica, ni los intereses europeos, sino el miedo a que alguien en Washington oyera que los europeos no eran lo suficientemente reverentes con el “emperador”.
Eso es imperialismo exitoso: los colonizados se convierten en los ejecutores más entusiastas de los colonizadores. Más aún que en el propio centro imperial –porque en Estados Unidos, hasta donde sé, está permitido poner los ojos en blanco y bromear sobre Trump. En Bruselas, en cambio, está prohibido.
Europa está muerta como unidad política
En un nivel aún más profundo, el libro no solo muestra que a los europeos les falta autonomía estratégica o que están mentalmente colonizados –muestra que han perdido incluso el concepto de capacidad de acción política.
Stoltenberg y los líderes europeos que él describe no son políticos con mayúscula, sino simples administradores, pequeños burócratas.
Mira cómo describe Stoltenberg su “éxito”: evitó que la reunión se viniera abajo, encontró una fórmula para salvar las apariencias, logró que Trump no abandonara la sala. Pero no se ocupa en absoluto del contenido –¿para qué todo esto? ¿Qué quiere lograr realmente Europa? Estas preguntas ni siquiera existen en su universo mental.
Esto va más allá de la dependencia. A menudo comparo la Europa actual con el tardío Imperio Qing durante el “siglo de la humillación”. Pero con todos sus defectos –el Imperio Qing era consciente de su humillación. Sabía que el objetivo era la restauración nacional. La política estaba viva, incluso bajo la colonización.
¿Pero cuál es el equivalente europeo? ¿Dónde está la conciencia de que algo va fundamentalmente mal? Las memorias de Stoltenberg muestran a un hombre que se considera exitoso –en base a una definición completamente distorsionada de éxito. El paciente ni siquiera sabe que está enfermo. Las élites europeas actuales han perdido incluso la conciencia política más elemental.
El historiador francés Emmanuel Todd habló recientemente de un “proceso de degeneración intelectual y moral”, en el que “todos los conceptos de verdad, honor y reflexión” se pierden en Europa.
Este libro es la ilustración perfecta de ello:
Un hombre que documenta su propio fracaso político, describe escenas de sumisión y humillación profundas –y presenta todo esto como una historia de éxito.
La degeneración es total cuando se le llama “un trabajo bien hecho”.
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