Europa comienza a intuir el papel que Estados Unidos le ha asignado
El Neue Zürcher Zeitung (NZZ) no es un periódico sensacionalista. Cuando su redactor jefe, Eric Gujer, escribe que una guerra nuclear en Europa ya no es impensable, no se trata de alarmismo, sino de un síntoma.
Un síntoma del regreso de la Guerra Fría, esta vez sin arquitectura de seguridad, sin líneas rojas, sin cordura.
Gujer describe lo que los gobiernos europeos niegan:
- el cómodo acuerdo —los ucranianos luchan y mueren, los europeos pagan y suministran armas— ha llegado a su fin.
- Con los «drones desconocidos» sobre los aeropuertos alemanes, daneses y polacos, la frontera entre la zona de guerra y la zona de paz se difumina. El conflicto, que se observaba desde una distancia segura, comienza a contraatacar.
Lo que sigue es una visión sin adornos de la realidad:
- si Rusia ocupa una lengua de tierra simbólica en el Báltico y amenaza con una escalada nuclear, ¿luchará Alemania?
¿O se rendirá para sobrevivir?
¿Y qué harán París y Londres si sus sistemas de disuasión nuclear se convierten de repente en objetivo de ataques militares?
Gujer reconoce el dilema, pero saca la conclusión equivocada:
- en lugar de detener la espiral de escalada, recomienda el rearme como seguro, como si no se hubiera aprendido nada de 1914 y 1939.
Quien quiera protegerse contra el «chantaje» armándose hasta los dientes confunde la seguridad con la locura.
Porque, en realidad, Gujer describe —quizás sin querer— la lógica estadounidense que subyace al papel de Europa:
- Primero, Washington dejó que Ucrania luchara por sí misma.
- Ahora, toda la UE se ve arrastrada al mismo mecanismo: suministros de armas, programas de rearme, dogmas de seguridad... Todo financiado, pero no decidido por Europa.
Europa debe convertirse en un Estado fronterizo, no en un actor.
Y mientras Estados Unidos sopesa si intervendría en caso de emergencia, el campo de batalla se acerca cada vez más a Berlín, Varsovia y París.
El texto de Gujer es menos una advertencia que un espejo:
- muestra hasta qué punto las élites europeas se han acostumbrado a la idea de que la guerra vuelve a ser «viable», siempre y cuando no tenga lugar en Washington.
Esta es la nueva «arquitectura de seguridad» del mundo transatlántico:
- Europa como zona tampón, moralmente superior, estratégicamente incapacitada y peligrosamente cerca del abismo nuclear.
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