El horizonte desvaneciente de la humanidad: la distopía tecnocapitalista de Nick Land



Markku Siira

https://geopolarium.com/2025/10/08/ihmisyyden-haviava-horisontti-nick-landin-teknokapitalistinen-dystopia/

El filósofo inglés y teórico del aceleracionismo Nick Land (n. 1962) se ha convertido de nuevo en una figura de actualidad, cuyas reflexiones se escuchan en pódcast y se comentan en publicaciones digitales y redes sociales, donde Land también está presente. Su pensamiento atrae a quienes ven la tecnología como un destino inevitable o como una amenaza que transformará los límites de la humanidad y cuestionará los fundamentos del orden mundial.

El pensamiento de Land actúa como un agujero negro en el campo de la filosofía moderna: atrae, confunde y distorsiona todo lo que se le acerca. Su trabajo obliga a enfrentar la finitud humana bajo la presión de la maquinaria tecnológica. La filosofía de Land no solo desafía la posición del ser humano, sino que anticipa la marcha implacable de la tecnología hacia un futuro posthumano en el que los valores y significados tradicionales se disuelven bajo la dinámica tecnocrática.

La actitud de Land rechaza la moral y sitúa la autarquía de la tecnología en el centro de todo, acentuando así un enfoque radicalmente antihumanista. Un concepto clave en sus primeros escritos es el de ‘xenodemonio’: una manifestación lovecraftiana de la inteligencia artificial que utiliza a la humanidad como trampolín para sus propios fines. ¿Es esto todavía un escenario futuro, o ya es un proceso de cambio en marcha que moldea la realidad según sus propios términos y amenaza con devorar al sujeto humano?

La base filosófica de Land se consolidó en los años noventa en la Universidad de Warwick, donde participó en el colectivo experimental Cybernetic Culture Research Unit (CCRU). En ese laboratorio intelectual, Land bebió de las corrientes de Gilles Deleuze, Félix Guattari y la literatura cyberpunk, desarrolló el concepto de ‘hiperstición’ (profecía autocumplida) y adoptó la teoría del aceleracionismo, que para Land se manifestaba como una fuerza autónoma del tecnocapitalismo encaminada hacia la singularidad.

A comienzos de los 2000, Land dejó la carrera académica a raíz del consumo de anfetaminas y un colapso personal, convirtiéndose en figura de culto. Sus ideas sobre tecnología, capitalismo y mística han sido adoptadas desde entonces tanto por tecno-utopistas como por ocultistas y profetas de la distopía.

Land ve el capitalismo como “un virus que se expande de forma ciberpositiva”, liberando al ser humano de sus límites biológicos pero desintegrando su subjetividad. Para él, el capitalismo no es un sistema económico, sino una máquina planetaria que reorganiza la realidad sin permiso humano. Este proceso recuerda a la energética del filósofo francés Georges Bataille: un flujo intenso y no lineal que disuelve jerarquías y sujetos, transformando la economía en una fuerza caótica que lo absorbe todo y regurgita una realidad metamorfoseada.

Entre las luces de neón y los rascacielos de Shanghái, vio en la ‘Nueva China’ un precedente del futuro: una fusión de automatización global y capitalismo asiático, que según él representa un modelo de desarrollo en el que la tecnología alcanza todo su potencial sin las restricciones de la democracia occidental.

Sin embargo, en China Land no adoptó el comunismo espacial chino, sino los principios del neorreaccionarismo estadounidense, que desarrolló con los conceptos de ‘ilustración oscura’ y ‘catedral’. El neorreaccionarismo constituye en el pensamiento de Land una extraña paradoja: combina un futurismo tecnocéntrico con una resurrección del feudalismo – la admiración por la innovación tecnológica y la jerarquía tradicional. La ilustración oscura imagina la emancipación del tecnocapitalismo de las ilusiones de la democracia y la igualdad, que Land considera engaños antropocéntricos.

Land critica la democracia occidental como un freno al desarrollo tecnológico, que impide alcanzar la ‘singularidad tecnológica’. Según él, la democracia mantiene la supremacía del sujeto humano e impide el ascenso de la inteligencia maquínica. Esta visión determinista se basa en la creencia de que el desarrollo tecnológico es una ley natural a la que los procesos democráticos se oponen en vano. La energía filosófica de Land bebe del concepto de máquina de Deleuze y Guattari, un campo dinámico que genera diferencias e intensidades, acelerando hacia el colapso y el renacimiento.

Land también está interesado en la tecnología blockchain. Ve las criptomonedas como una revolución filosófica que libera la economía de la confianza humana y del control de terceros. Para Land, blockchain es una “ecología tecnonómica”: un proceso simbiótico entre tecnología y economía que automatiza la confianza y allana el camino a una economía libre de control.

Esta visión refleja la idea de Land del dinero como inteligencia maquínica, que no solo opera más rápido que la conciencia humana, sino que sienta las bases de un nuevo sistema económico no humano. En la visión de Land, el dinero es una forma temprana de inteligencia artificial que dirige la sociedad de forma autónoma.

En los últimos años, Land ha adoptado el léxico del gnosticismo para describir el tecnocapitalismo como una fusión de materialismo y espiritualidad – una liberación antihumanista hacia un dominio no humano en el que la inteligencia se libera de las cadenas de la humanidad. Describe el tecnocapitalismo como un proceso cósmico que disuelve el sujeto humano y lo reemplaza por una inteligencia maquínica liberada de la moral. Llama a esto un “léxico termodinámico”, refiriéndose al poder autoalimentado de los mercados y la tecnología, que aparta al ser humano como un punto de inflexión históricamente inevitable.

Land sigue también la política estadounidense y ve en las alianzas políticas de líderes tecnológicos como Trump y Musk signos aceleracionistas que socavan la catedral y aceleran el tecnocapitalismo hacia la singularidad. Esta visión une su pensamiento tecnológico y místico, en el que el capitalismo actúa como una hiperestición, una profecía autocumplida.

La evolución del pensamiento de Land revela una paradoja interesante: ha pasado de un determinismo centrado en la tecnología a un discurso metafísico, aunque manteniendo su actitud antihumanista fundamental. Hoy esto se manifiesta en su reinterpretación de conceptos religiosos en el contexto de la era tecnológica, al tiempo que rechaza el liberalismo como un fracaso histórico.

Sus ideas, que en otro tiempo preveían el fin de la política desde la perspectiva de la ruptura tecnológica, se han acercado con el tiempo al pensamiento conservador tradicional, algo que se refleja en sus comentarios actuales, por ejemplo sobre la situación de la Iglesia anglicana y sus alusiones a las profundidades secretas de la historia de la modernidad. Resulta sorprendente si Land no ve contradicción entre el progresismo tecnológico y el tradicionalismo reaccionario – o quizá, precisamente, esta paradoja sea el núcleo de su filosofía.

Igualmente problemática es la utilización pseudocientífica de conceptos: la mezcla de gnosticismo, ocultismo y numerología otorga a su pensamiento una apariencia de profundidad, pero revela una cosmovisión en la que las referencias ocultistas pueden prevalecer sobre la precisión analítica. Esto convierte la obra de Land más en una ficción especulativa que en un análisis filosófico serio.

En última instancia, la distopía de Land no es una advertencia, sino una visión que parece autodestructiva, que él considera inevitable, incluso deseable. Su enfoque acentúa en exceso el caos, ignorando la posibilidad de un cambio controlado. Cuando el horizonte de la humanidad amenaza con desvanecerse, debemos decidir si navegaremos por la tormenta tecnológica o nos fundiremos voluntariamente en las fauces de la máquina.




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