Con motivo de la fiesta del arcángel Miguel




Karl Richter

Hoy es el día del arcángel Miguel. No solo se le venera como guía de las almas y príncipe de los ángeles, sino también como el patrón de Alemania. Bajo el estandarte del arcángel Miguel, un ejército de tribus alemanas bajo Otón el Grande obtuvo, en agosto del año 955, una victoria abrumadora sobre los húngaros en la famosa batalla de Lechfeld; un símbolo elocuente de que el mal debe ser combatido, si es necesario, con pura fuerza. Así son las cosas aquí abajo, en la Tierra.

Deberíamos recordar la antigua oración de protección dirigida al arcángel:

"¡San arcángel Miguel, defiéndenos en la lucha! ¡Sé nuestro amparo contra la maldad y las asechanzas del demonio! ¡Que Dios le reprenda, te lo suplicamos humildemente; y tú, Príncipe de la Milicia Celestial, arroja al infierno con el poder de Dios a Satanás y a los demás espíritus malignos que rondan por el mundo para la perdición de las almas! Amén."

Alemania necesita hoy al arcángel y su ayuda de una manera especial. Es profundamente significativo que precisamente al pueblo alemán le haya sido asignado el combativo arcángel Miguel. No habrá salida sin lucha. Recuerdo una observación profundamente sabia del difunto Papa Juan Pablo II durante su visita a Múnich en 1987. Dijo entonces que una de las mayores victorias del diablo es haber hecho creer que no existe. Pero sí existe. Por supuesto que existe. Basta con salir a la calle o encender la televisión y ver los fines de la política. Hay que tener presente el increíble grado de ceguera de la mayoría de la gente en Occidente, su hedonismo, su ofuscación que lleva a la muerte y lleva la muerte en sí. Todo esto es satánico. Hay que plantar cara al mal. Y no hay que avergonzarse de pedir la ayuda y la fuerza del arcángel Miguel en esa lucha.


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