Cómo la «educación positiva» tiene consecuencias negativas.
En el periódico francés Le Figaro, Luc Ferry, exministro de Educación francés, analiza las directrices del Ministerio de Trabajo, Salud, Solidaridad y Familia francés, publicadas en julio de este año y dirigidas a todas las instituciones que atienden a niños pequeños de hasta 6 años. En estas directrices, basadas en la psicología y la educación «positivas», se puede leer, entre otras cosas: «Sean cuales sean las emociones que impulsen al niño (alegría, miedo, ira, enfado, tristeza...), los adultos deben apoyarlas y, por lo tanto, no deben obstaculizarlas. Los educadores establecen un marco educativo que, en primer lugar, no consiste en disciplinar al niño, sino en protegerlo. Los educadores no aplican medidas punitivas si el niño no respeta este marco. Si el niño no cumple las normas, los límites y las prohibiciones, el castigo (palabras despectivas, ponerlo en el rincón, aislarlo...) está prohibido por ley, ya que es contraproducente».
Ferry se refiere en su comentario a una carta abierta, firmada por más de 700 psicólogos infantiles, educadores y otras personas, en la que se exige el fin de esta «psicología positiva». Las autoras de este texto son la psicóloga infantil Caroline Goldman y la filósofa Elisabeth Badinter.
Advierten: «Según los autores de estas directrices, todos los niños se han convertido de repente en seres con traumas múltiples, en los que cualquier obediencia se percibiría como un signo de sumisión y cualquier sanción como maltrato». La agresividad de los niños «se renombra aquí regularmente como «emoción». Pero negar la agresividad impulsiva del niño y su normal tanteo de los límites y, por el contrario, apoyar y proteger cualquier expresión de frustración, no puede describirse más que como una actitud insensata y peligrosa».
También en Francia se experimentó durante años con la educación, tanto a costa de los alumnos como de los profesores.
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