Caos permanente en Francia: un mal presagio para Alemania y Europa
París. La última bomba en el país vecino: tras solo 27 días en el cargo, el primer ministro Sébastien Lecornu ha anunciado este lunes su dimisión. Con ello, el país tendrá pronto su sexto jefe de Gobierno en dos años, y el cuarto en los últimos doce meses. Marine Le Pen, del Rassemblement National, había pronosticado a Lecornu cuando asumió el cargo en septiembre que sería la «última bala en la recámara» para Macron.
Al igual que la mayoría de sus predecesores, Lecornu también fracasó debido a la inestabilidad crónica de la Asamblea Nacional de París. El propio partido del presidente Macron solo cuenta allí con un pequeño grupo parlamentario, encajonado entre los grandes bloques de izquierda y derecha. El Rassemblement National de Marine Le Pen es el grupo más fuerte, pero sigue excluido de la formación del Gobierno, una réplica del «muro cortafuegos» alemán.
El bando de izquierda, por su parte, es frágil. Aunque cuenta con más escaños que el Rassemblement National debido al sistema electoral mayoritario francés, está fragmentado en varios grupos parlamentarios y exige a Macron una política de izquierda radical que este no puede apoyar.
Macron solo tiene ahora dos salidas: o bien debe incorporar al Rassemblement National de Le Pen al Gobierno, lo que, tal y como están las cosas, le obligaría a ceder el puesto de vicepresidente al discípulo de Marine Le Pen, Jordan Bardella, o bien debe convocar nuevas elecciones, en las que es probable que el Rassemblement National obtenga aún mejores resultados.
La crisis no supone realmente un punto de inflexión en la política francesa. El caos se ha institucionalizado desde hace tiempo en el país vecino. Sin embargo, es un mal presagio para la vecina Alemania. De hecho, pone de manifiesto adónde conducen los «muros cortafuegos» ideológicamente rígidos. Las diferencias entre el sistema electoral mayoritario francés y el sistema electoral proporcional alemán
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