Ucrania, la guerra infinita de los neoconservadores

 


por Davide Malacaria 

Fuente: Insideover & https://www.ariannaeditrice.it/articoli/ucraina-la-guerra-infinita-dei-neoconservatori 

La guerra de Ucrania se estaba «dirigiendo hacia la tercera guerra mundial... ya no tenéis que preocuparos por eso». Así lo afirmó Donald Trump en una entrevista. En el fondo, como ya habíamos mencionado en la nota anterior, la reunión de Anchorage con Putin servía esencialmente para eso.

En la reconstrucción de Trump hay un error, ya que la guerra de Ucrania es en sí misma «la tercera guerra mundial», dadas las naciones que se han alineado contra Rusia; pero es legítimo que afirme haber evitado que se convirtiera en termonuclear, una perspectiva inherente a la loca escalada controlada desplegada por la administración Biden e interrumpida por la nueva (recordemos, por ejemplo, la locura de atacar los bombarderos estratégicos rusos encargados de la disuasión atómica).

Dicho esto, queda por ver si se logrará poner fin al conflicto. Hay muchas presiones para mantenerlo abierto y para que Trump renuncie a sus posiciones. Ayer, Rusia adoptó una postura firme sobre el despliegue de una fuerza de interposición europea en Ucrania tras un posible acuerdo.

Una opción que está ganando cada vez más terreno, como pone de manifiesto la cumbre de jefes de Estado Mayor de los países de la OTAN celebrada ayer, en la que expresaron su apoyo a la «coalición de los dispuestos» en lo que respecta a las negociaciones en curso y afirmaron estar unidos en la búsqueda de una «paz justa».

Hay mucha ambigüedad en estas declaraciones, ya que la «coalición de voluntarios» está intentando sabotear activamente las negociaciones introduciendo variables que, de hecho, sirven para hacer saltar por los aires la mesa de negociaciones porque son inaceptables para la otra parte, y que la búsqueda de una «paz justa» es un eslogan utilizado para prolongar la guerra, ya que la aparente tensión hacia una paz ideal —de hecho, según sus deseos— sirve para frustrar cualquier intento de encontrar compromisos más o menos aceptables para las partes (donde el margen de ese más o menos es bastante amplio).

Por otra parte, el conflicto ucraniano, que en el teatro de la guerra es un enfrentamiento entre Occidente y Rusia, a nivel cultural, si así podemos decirlo, es también un enfrentamiento entre el idealismo y la realidad, con Occidente presa de las tonterías de los neoconservadores según las cuales la realidad no tiene consistencia en sí misma, es solo algo que se puede moldear mediante el ejercicio del poder.

Cuando la realidad con la que se enfrentaban era Irak o Libia, esa pretensión tenía su peso, aunque no todo salió según sus planes, pero ahora que esas tonterías se han topado con el muro ruso, esa presunción se está desmoronando.

Sin embargo, obsesivamente fieles a su idealismo, que no les permite aceptar la realidad, continúan imperturbables con su estribillo, con la extraña certeza de que tarde o temprano se saldrán con la suya frente a la obstinada realidad.

No hemos mencionado por casualidad a los neoconservadores estadounidenses, ya que la guerra de Ucrania es su guerra. Se preparó en 2014 gracias al golpe de Estado de Maidan, cuya artífice pública fue la neoconservadora Victoria Nuland, casada con Robert Kagan, líder indiscutible de los neoconservadores y redactor de su Proyecto para un Nuevo Siglo Americano.

Su hermano, el analista militar Frederick Kagan, está casado con Kimberly Kagan, a su vez directora del Institute of Study of War, un think tank que ha moldeado la narrativa occidental sobre el conflicto ucraniano gracias a análisis precisos, aunque parciales, a los que han recurrido de manera dogmática todos los medios de comunicación mainstream estadounidenses y, en cascada, los de las colonias europeas.

Incluso la expresión «coalición de voluntarios» de la que se jactan los líderes europeos es obra de los neoconservadores, ya que surgió en su momento para identificar la alianza que dio lugar a la invasión de Irak con el fin de eliminar la amenaza de las inexistentes armas de destrucción masiva de Sadam.

Incluso la reedición de esta marca en clave ucraniana no es idea de los líderes de la UE, sino una propuesta presentada por el exdirector de la CIA, el neoconservador David Petreaus. Así, la decisión de aceptar esta definición por parte de los audaces voluntariosos no es solo una elección de bando, sino también una declaración pública de sumisión.

La decisión de interponer obstáculos al impulso diplomático de Trump —indirectos, por supuesto, ya que no tienen fuerza— tampoco surge de ellos, sino que es obra de los neoconservadores. Así lo pone de manifiesto la feroz acusación de Brett Stepehns contra Trump y su impulso diplomático publicada por el New York Times, cuyo título lo dice todo: «Trump me acaba de recordar por qué sigo siendo neoconservador».

En la nota, se aprecia la mezcla de idealismo y agresividad irreductible propia de los adeptos al movimiento neoconservador, entregados irrevocablemente al unilateralismo estadounidense.

Las conclusiones son obvias, en las que se insta a «una firme oposición a Putin mediante sanciones, ostracismo y apoyo militar y económico a Ucrania», etc., la receta habitual de las guerras infinitas.

Hemos elegido a Stephens para destacar la irreductible oposición neoconservadora al impulso diplomático de Trump, ferozmente estigmatizado en el artículo, no solo porque es un autoritario exponente del movimiento, sino porque hace unos días publicó, también en el NYT, un artículo sobre otra guerra. Este es el título: «No, Israel no está cometiendo un genocidio en Gaza».

En la nota, Stephens no solo exime a Israel de todas las críticas, sino que explica que lo que está sucediendo en Gaza es propio de todas las guerras, nada más. El único aspecto que Stephens encuentra «inusual es la forma cínica y criminal en que Hamás ha decidido llevar a cabo la guerra» (y eso que incluso los más acérrimos defensores de Israel han tenido que admitir algunos excesos del ejército israelí...).

Este segundo artículo explica mejor que muchas palabras el sentido de la paz justa para el conflicto ucraniano a la que tienden los neoconservadores y la subordinada «coalición de los dispuestos». Y contribuye a explicar la connivencia de los dispuestos con respecto al genocidio de Gaza.

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