El absurdo del gasto militar europeo
Tras el anuncio de Ursula von der Leyen del plan de 800.000 millones de euros para reforzar la defensa europea, el tradicional discurso presidencial a las fuerzas armadas del 13 de julio no podía sino inscribirse en esta carrera armamentística. Y así ha sido. Pero si bien la soberanía estratégica europea es esencial, la incompetencia y la miopía de nuestros dirigentes nos va a salir cara. Muy cara.
En teoría, la remilitarización masiva de la Unión Europea, además de garantizar el poder de nuestro continente, debería ser una excelente manera de revitalizar la industria de defensa de los países europeos. Sin embargo, ante la ausencia de gobernantes eficaces que trabajen concretamente por su nación, serán los Estados Unidos quienes se beneficien de esta carrera armamentística, ya que las peticiones de París de dar prioridad a la compra de armas francesas han sido pospuestas sine die por Bruselas. Francia, cuyos equipos militares gozan de reputación mundial, se ve actualmente privada de la posibilidad de hacer funcionar su industria de defensa, al tiempo que se le exige que ponga su paraguas nuclear a disposición de los demás países de la Unión.
Al mismo tiempo, se anuncia que se está preparando el decimoctavo paquete de sanciones (sic) contra Rusia. Sanciones que no han hecho más que aumentar las facturas francesas y europeas, ya que, para eludir las importaciones de gas natural ruso, los países de la UE han recurrido al gas natural licuado (GNL)... ruso. Así, las importaciones de energía rusa barata han sido sustituidas por importaciones de energía mucho más caras, ¡pero siempre rusas!
Una aberración denunciada por el eurodiputado Roberto Vannacci (LEGA). El exjefe del Estado Mayor italiano recordó acertadamente en las columnas de Il Foglio que «es absurdo aumentar los gastos si no se reduce primero el coste de la energía y las materias primas». Europa no es en absoluto competitiva, y no solo en el ámbito de la guerra, sino en muchos otros». Y señaló «las políticas nefastas de obediencia socialdemócrata de la UE, que, desde 2006-2007, han impuesto el Pacto Verde, desertizando el continente desde el punto de vista siderúrgico y metalúrgico y deslocalizando la industria pesada. En esta situación, pagamos las materias primas, la energía y los metales mucho más que nuestros adversarios».
En vísperas de la cumbre de la alianza, el generale ilustró sus palabras en Estrasburgo citando los precios del armamento (véase el Instituto Kiel):
En cuanto a los carros de combate:
- el carro alemán Leopard 2A8 cuesta 29 millones de euros,
- el carro ruso T90 cuesta 4 millones de euros,
- el carro chino 99 Alpha cuesta 2,3 millones de euros.
En cuanto a los cañones autopropulsados:
- el cañón alemán PZH 2000 cuesta 17 millones de euros,
- el cañón coreano K9, que acaba de adquirir Polonia, cuesta 3 millones de euros,
- el cañón ruso 2S19 cuesta 1,5 millones de euros.
Aumentar el gasto militar al 5% o al 3,5% en estas condiciones de falta de competitividad a nivel económico y energético no tiene ningún sentido.
Roberto Vannacci recordó a continuación la urgencia de restablecer la paz con Rusia, en particular para poner orden en los precios de las importaciones... sin atreverse, sin embargo, a señalar la responsabilidad de la OTAN en la guerra entre Rusia y Ucrania, cuya principal consecuencia es la ruina de las relaciones entre Rusia y Europa, para gran disgusto de esta última, eterna cornuda de la historia desde 1945.
En resumen, «el esfuerzo puntual de todos para preservar nuestra seguridad e independencia » (Macron) le costará caro a nuestros conciudadanos. Y le costará caro estúpidamente porque nuestros dirigentes hace tiempo que ya no dirigen nada, contentándose con navegar a vista hasta las próximas elecciones y servir al Tío Sam en contra de los propios intereses de sus naciones.
Audrey D’Aguanno
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