La revolución del torio en China: la tecnología estadounidense olvidada se convierte en arma geopolítica
¿Podrá China, gracias a las centrales de torio en construcción, convertirse en una potencia mundial en política energética? El viento y el sol están pasados de moda; en su lugar, la nación china trabaja en un suministro energético estable, económico y sostenible para el futuro. ¿Y Occidente? Solo mira.
Mientras Europa lucha con la transición energética, enredada en regulaciones, y Estados Unidos parece atrapada en un callejón sin salida de estancamiento político y lobbies, la verdadera revolución ocurre en otro lugar: en las profundidades del desierto de Gobi, lejos de la atención occidental. Allí, se da un salto cuántico tecnológico y geopolítico que podría tambalear los cimientos del orden energético global.
China — casi sin que la comunidad internacional lo note — ha desarrollado una tecnología que en su día fue central en el programa nuclear estadounidense y luego abandonada: el reactor de sales de torio. En octubre de 2024, científicos chinos lograron por primera vez operar dicho reactor con un nuevo combustible en funcionamiento continuo. Un hito — no solo para la ciencia, sino también para la agenda geopolítica de Pekín.
Una tecnología olvidada de la historia estadounidense despierta en China
La ironía de la historia: los principios de los reactores de sales fundidas ya fueron probados con éxito en los años 1960 en el Oak Ridge National Laboratory en Tennessee. Pero el Pentágono decidió no continuar con el torio. La razón no fue técnica, sino estratégica-militar: los reactores de uranio en presión suministraban plutonio — la base para armas nucleares. En cambio, el torio tiene poca utilidad para la destrucción masiva. Así, el proyecto fue archivado, desfinanciado y olvidado.
China, por su parte, ha demostrado paciencia estratégica. Desde 2011, empezó a desarrollar tecnologías propias basadas en investigaciones estadounidenses accesibles al público. Sin campañas de relaciones públicas ni exhibiciones para inversores. En silencio, construyeron, desarrollaron y probaron en el desierto — con una visión a largo plazo, casi desconocida en el occidental cortoplacista. En 2024, un reactor entró en plena operación. Y pronto siguió un avance en la recarga en funcionamiento — una innovación tecnológica.
El torio: la clave de la soberanía energética de China
El torio, que antes era una anomalía marginal en la investigación nuclear, ahora ocupa un lugar central en la relevancia geopolítica. Este combustible es de tres a cuatro veces más abundante que el uranio, disponible en todo el mundo, y menos propenso a la proliferación nuclear. En reactores de sales fundidas, permite altas temperaturas de operación a presión atmosférica — eliminando prácticamente los riesgos de explosiones y desastres como Fukushima. En caso de apagón, no hay pérdida de control, sino un apagado pasivo automático de seguridad. Además, reduce significativamente los residuos radioactivos y puede reciclar incluso los desechos de los reactores de uranio.
En enero de 2025, Pekín anunció la existencia de una inmensa reserva de torio en la región de Bayan-Obo, en Mongolia Interior. Según geólogos chinos, estas reservas serían suficientes para cubrir la demanda energética nacional durante aproximadamente 60.000 años, con un consumo constante. China, por tanto, no solo posee la tecnología del reactor, sino también la fuente de combustible — convirtiéndose en un potencial exportador energético de primer orden.
Geopolítica energética: la nueva arma nuclear es electricidad
Mientras los países occidentales apuestan por la energía eólica y solar en su afán por luchar contra el cambio climático, China crea una nueva realidad: un modelo energético nuclear que no depende de aerogeneradores o paneles solares afectados por el clima. En Wuwei, ya se construye un prototipo de 10 MWe para producción combinada de electricidad e hidrógeno. La temperatura del reactor lo hace apto para procesos termoquímicos, que incluso hacen económicamente competitivo el hidrógeno “verde”, otro golpe a la narrativa energética occidental.
Al mismo tiempo, China desarrolla barcos alimentados por torio. La visión: portacontenedores que pueden operar sin repostar durante años, independientemente del precio del petróleo, el acceso a puertos o restricciones similares. Según informes recientes, el país ha comenzado a concretar proyectos para estos barcos, integrando un componente nuclear en el control del comercio marítimo internacional.
Occidente observa en silencio
Estados Unidos alguna vez tuvo la clave de este futuro — y la dejó caer. El reactor de torio en funcionamiento en Oak Ridge fue abandonado en favor de tecnologías militares más útiles. Desde entonces, las estrategias energéticas occidentales se han visto atrapadas en contradicciones regulatorias, lobbies y luchas ideológicas.
Hoy resulta casi tragicómico que la fuente de energía que podría alimentar los centros de datos de la inteligencia artificial avanzada — con sus enormes necesidades eléctricas — provenga precisamente de una tecnología estadounidense que Washington mismo enterró. China, en cambio, sigue avanzando: IA, automatización industrial, computación cuántica — todo requiere energía constante, de alta densidad. Y justo aquí, Pekín actúa.
El torio: independencia energética como palanca geopolítica
Todavía no está claro si el torio será la principal fuente de energía en las próximas décadas. Pero ya ahora otorga a China opciones estratégicas que van mucho más allá de la dimensión tecnológica. Porque la energía no es solo un factor económico — es una proyección de poder geopolítico. Quien proporciona electricidad fiable y asequible, controla la producción, el procesamiento de datos, la digitalización — en definitiva: el futuro.
Durante mucho tiempo, Occidente creyó que su liderazgo tecnológico sería eterno. Pero Pekín demuestra que la visión a largo plazo, el pensamiento estratégico y el conocimiento tecnológico no pueden ser eternamente compensados por sanciones, barreras comerciales o campañas de relaciones públicas. La gran pregunta es: ¿seguirá Occidente observando cómo China desarrolla una tecnología nacida en laboratorios estadounidenses y la convierte en base de un nuevo orden mundial, comunista?
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