Israel y Monarquías del Golfo: el acuerdo que puso a Irán en la diana




Sergio Filacchioni

https://www.ilprimatonazionale.it/approfondimenti/israele-e-monarchie-del-golfo-lintesa-che-ha-messo-liran-nel-bersaglio-292356/

Roma, 16 de junio – La guerra abierta entre Teherán y Tel Aviv, desencadenada por los bombardeos israelíes en sitios nucleares y centros estratégicos de la República Islámica, no es un conflicto confesional o ideológico. Es el inicio de una nueva fase geopolítica: la consolidación definitiva entre Israel y las monarquías del Golfo para construir una alianza regional que busca reestructurar todo Oriente Medio según intereses energéticos, militares y financieros.

Israel quiere controlar Oriente Medio (con ayuda árabe)

En solo tres días, la escalada ha producido cientos de víctimas, misiles sobre Tel Aviv, coches bomba en Teherán y ataques quirúrgicos contra científicos y objetivos estratégicos. Los israelíes declaran abiertamente su intención de hacer de Irán la “primera línea de guerra”, con el objetivo final de un cambio de régimen. Pero mientras las armas hablan, la narrativa se banaliza: por un lado, Israel como “baluarte de Occidente”, por otro, Irán reducido a caricatura de una “reprimida teocracia”. En realidad, mientras analistas y comentaristas occidentales describen el conflicto entre Israel e Irán como un capítulo más de una lucha milenaria entre musulmanes y sionistas, la realidad – mucho más grave y estructurada – escapa a los radar de las narrativas dominantes. Quien logra ver el cuadro real, ve otra cosa: los antiguos enemigos árabes del mundo sunita se han transformado progresivamente en aliados silenciosos – pero cruciales – de Israel, dispuestos a compartir intereses, estrategias, infraestructura e inteligencia.

Israel-Golfo, la alianza que nadie quiere ver

Tras los Acuerdos de Abraham, la cooperación entre Israel y Emiratos Árabes Unidos, Baréin, Arabia Saudita y Qatar ha alcanzado una dimensión sin precedentes. Firmados en septiembre de 2020 bajo la égida de la administración Trump, los acuerdos marcaron un punto de inflexión formal en la normalización de relaciones entre Israel, Emiratos Árabes Unidos y Baréin. Presentados como un “pacto de paz”, en realidad sentaron las bases de una alianza geopolítica, económica y militar antiiraní y anti-palestina. Más que una reconciliación entre pueblos, los Acuerdos consolidaron la creación de un bloque sunnita-israelí legitimado por Washington y bendecido por las cancillerías occidentales. De hecho, los gobiernos del Golfo no solo dieron la espalda a la causa palestina, sino que apoyaron activamente, financiaron y facilitaron la maquinaria bélica israelí, incluso durante los meses más cruentos de la guerra en Gaza. El comercio se disparó. Baréin legalizó las importaciones desde los asentamientos ilegales israelíes en Cisjordania. Empresas saudíes y emiratíes exportan bienes y materias primas a Israel, mientras fondos soberanos del Golfo invierten en bancos y empresas involucradas en la construcción de los asentamientos. Y cuando Yemen bloqueó las rutas navales hacia Tel Aviv, fueron los Emiratos y Arabia Saudita quienes crearon un corredor terrestre para garantizar el paso de mercancías, pasando por Jordania e Israel.

Militares, espías y drones: los verdaderos pactos secretos firmados

Pero en el frente militar, la cooperación se profundiza y se vuelve aún más inquietante. Los Emiratos Árabes Unidos albergan oficinas de compañías israelíes relacionadas con la defensa, han reconvertido jets civiles en aviones de transporte militar y participan en ejercicios conjuntos con Israel y otros socios de la OTAN. Catar suministra piezas de repuesto al ejército israelí y permite el uso de su espacio aéreo para el transporte de tropas y armas. Baréin, ya sede de la Quinta Flota de EE. UU., se ha convertido en un centro operativo de inteligencia conjunta contra Irán, alojando reuniones entre oficiales israelíes y altos mandos árabes. En Arabia Saudita, se han detectado sistemas anti-drones israelíes camuflados como tecnología occidental. Este nivel de colaboración va mucho más allá de la “normalización”: es una corresponsabilidad activa en una guerra de aniquilación. Curiosamente, las protestas pro-Palestina nunca se hacen frente a la embajada saudí. Sin embargo, Riad y las monarquías del Golfo son cómplices activos de la masacre: financian a Tel Aviv, colaboran militarmente, reprimen la disidencia árabe. Pero, para ciertos relatos woke, el genocidio es solo una cuestión de blancos contra oprimidos, solo la NATO y el rearmamento son culpables. Se olvidan Siria, Irak, Libia y Líbano, sacrificados en el camino de un activismo revivido pero profundamente hipócrita.

El aspecto económico de un acuerdo árabe-israelí

No es solo una cuestión de armas. El corazón de la unión entre Israel y las monarquías sunnitas es energético y financiero. El proyecto del oleoducto Ashkelon-Arabia Saudita, parte del corredor económico India-Medio Oriente-Europa (IMEC), también pasa por los territorios ocupados. Catar y Baréin han vendido activos energéticos a fondos vinculados a asentamientos israelíes. Israel se ha convertido en un nodo estratégico y socio de las economías del Golfo. Tras las máscaras diplomáticas, se construye un polo que busca gestionar los flujos de energía, logística y capital desde Asia hacia Europa, excluyendo a Irán, Siria, Hezbollah y la causa palestina. Una redefinición de Medio Oriente impulsada con el respaldo de Washington, la debilidad europea y un activismo woke selectivo que finge no ver al elefante saudí en la habitación.

Desmontando el mito del “choque de civilizaciones”

Es evidente para quien no tenga los ojos cerrados que esto no es una guerra entre musulmanes y sionistas. No es una batalla entre “democracia” y “laocracia”. Es la realización de un orden regional en el que Tel Aviv lidera un bloque árabe sunita basado en finanzas, industria y poder militar. Un bloque que busca eliminar toda resistencia, toda autonomía chií y toda aspiración antiimperialista. Irán, aislado y desgastado tras la derrota en Siria, no lucha solo por su supervivencia. Quiera o no, sigue siendo el último obstáculo que impide que Oriente Medio se convierta en una zona franca gestionada por israelíes y árabes, patrocinada por Occidente, donde no hay espacio para soberanías alternativas. Paradójicamente, hoy Irán está en la posición que ocupaba Saddam Husseín: solo contra todos, rodeado de potencias hostiles, diplomáticamente aislado y – según los planes de sus enemigos – condenado a caer para allanar el camino a un nuevo orden regional. Es la ironía trágica recurrente en la historia del Medio Oriente: Teherán, que en 2003 se benefició del fin del poder baathista y de la intervención estadounidense en Irak, ahora es el blanco de esa misma arquitectura imperialista. Hoy, el “villano” a derribar ya no es Saddam, sino la República Islámica, culpable de resistir. La línea de frente que la asedia – Israel, monarquías del Golfo, EE.UU. y gran parte de Occidente – es la misma que en el pasado repartió Irak, luego Siria, y ahora apunta hacia Irán.

El Medio Oriente del futuro ya está aquí

Mientras los medios principales se concentran en las bombas, el verdadero terremoto es diplomático y económico: Israel ya no es solo un puesto avanzado aislado del Occidente, sino el corazón operativo de un nuevo orden regional. Y las monarquías del Golfo, lejos de denunciar el “genocidio” en Gaza o la violación de la soberanía iraní, son sus aliados y socios estratégicos. El conflicto en curso no es otra capítulo de la guerra infinita entre judíos y musulmanes. Es el inicio de algo mucho más impactante: el nacimiento de un bloque israelí-árabe que reescribirá los equilibrios geopolíticos del siglo XXI. Y en esta nueva arquitectura de poder, Palestina es la víctima, Irán el objetivo, y Europa – una vez más – el espectador desarmado.


Commentaires

Posts les plus consultés de ce blog

El fin de Olimpia

Reflexiones sobre la tragedia de Valencia. Lo que nadie se atreve a decir

Los "valores"de Wokoccidente