La comunidad de valores occidentales se desintegra – Europa pierde su soporte estratégico

La decisión del Departamento de Estado de EE. UU. de dejar de conceder acceso a personas que hayan participado en actividades como verificación de hechos o moderación algorítmica de contenidos puede parecer a primera vista un detalle de política interna. En realidad, señala una ruptura estructural dentro del orden que durante décadas se ha denominado como la “comunidad de valores occidentales”.
Una comunidad de valores que ya no existe
Desde la presidencia de Trump, EE. UU. se ha alejado claramente de la línea de la UE en cuestiones normativas clave. Hoy en día, existen dos modelos políticos dentro de esa misma comunidad de valores:
- El modelo europeo, caracterizado por regulaciones, estructuras supranacionales y una concepción normativa de la política que busca ordenar cada vez más la comunicación social de manera administrativa.
- El modelo estadounidense, que – al menos bajo liderazgo republicano – busca una vuelta radical a la soberanía nacional, la libertad de expresión y la desregulación.
La nueva directiva de visas es un síntoma de esta divergencia. Deja en claro que Washington evalúa críticamente los instrumentos que en Europa son promovidos por el Estado y la sociedad civil, y ya no está dispuesto a aceptarlos como expresiones de “valores occidentales” compartidos.
Un Occidente ampliado en la distancia
También los países del espacio de seguridad indo-pacífico, tradicionalmente considerados parte de la alianza occidental – Japón, Corea del Sur, Australia, Nueva Zelanda – se están alejando de la lógica del debate europeo. Ahora se orientan principalmente hacia la rivalidad geopolítica entre EE. UU. y China, evitando deliberadamente involucrarse en los conflictos europeos sobre libertad de expresión, regulación digital o identidad normativa. De esta manera, por primera vez desde el fin de la Guerra Fría, aparece un Occidente pluralista, cuya cohesión ya no resulta obvia.
Europa entre los ejes – sin un centro de poder propio
La constatación geopolítica más profunda es la siguiente:
Europa pierde su orientación porque ya no es un centro estratégico de poder.
- EE. UU. redefine sus prioridades, siendo más nacional y menos multilateral.
- La UE intenta estabilizar su identidad política mediante proyectos regulatorios y conceptos de seguridad.
- Los socios de Indo-Pacífico priorizan la seguridad regional sobre las normas transatlánticas.
Europa, entre estos ejes, no actúa como creadora, sino como un espacio atravesado por intereses divergentes.
El punto clave
La llamada comunidad de valores occidentales ya no funciona como un proyecto estratégico homogéneo.
Se ha convertido en un campo complejo de diferentes esquemas de orden: económicos, políticos y normativos.
Esto tiene consecuencias:
- Para el papel de Europa en la política mundial.
- Para la capacidad de la UE de definir sus intereses de forma autónoma.
- Y para cada debate sobre soberanía, seguridad y estructuras de legitimación democrática.
#geopolítica@global_affairs_byelena
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