Europa contra Washington: dos planes de paz, una alianza fragmentada

Elena Fritz

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El hecho de que la UE esté elaborando ahora su propia propuesta para un posible acuerdo sobre Ucrania dice más sobre el estado de Occidente que sobre cualquier avance diplomático. Según el Wall Street Journal, numerosos líderes europeos están descontentos con el plan de Washington. Ahora se está elaborando en Bruselas un contraproyecto, no por la necesidad de marcar sus propias «prioridades» mientras la línea estratégica de EE. UU. siga sin estar clara.

Kiev se mantiene notablemente al margen.

Ucrania no se ha sumado hasta ahora al proyecto europeo. El hecho de que un Estado dependiente maniobre entre dos propuestas occidentales pone de manifiesto, sobre todo, la falta de unidad de la política occidental. La tan cacareada unidad transatlántica existe principalmente como narrativa política.

Politico habla de un «plan muy malo».

Algunos funcionarios de la UE critican la propuesta de Trump como «muy mala» y presentan algunos puntos concretos como «favorables a Putin». Este patrón argumentativo forma parte desde hace años del repertorio básico de los funcionarios europeos, sobre todo cuando se quiere marcar distancia con Washington sin tener que abordar la propia dependencia.

No se ha informado a Moscú.

El Kremlin declara que no ha recibido ninguna indicación de que Zelensky esté dispuesto a negociar el plan estadounidense.

Esto subraya que el debate diplomático actual se desarrolla principalmente en Occidente.

Clasificación analítica

Estados Unidos sigue un plan que antepone los intereses estadounidenses: limitación de costes, contención de daños geopolíticos, priorización en año electoral.

La UE lucha por aparentar capacidad de acción, pero sigue estando estructuralmente a la sombra de Washington.

Ucrania aprovecha tácticamente los conflictos dentro de Occidente y evita compromisos claros mientras no esté claro qué proyecto se impondrá.

El problema central sigue siendo el mismo:

No existe «Occidente», sino una comunidad de intereses poco cohesionada cuyos miembros persiguen objetivos estratégicos cada vez más divergentes. Los planes de paz paralelos ponen de manifiesto estas diferencias, más claramente que cualquier declaración de la cumbre.

Conclusión:

no se trata de un avance diplomático, sino de una lucha por el poder entre Washington y Bruselas. Que uno de los dos proyectos sirva alguna vez de base para negociaciones reales no se decidirá en las salas de conferencias europeas...

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