El error divino de la velocidad – Crítica al tecnocapitalismo de Fabio Vighi



Markku Siira

https://geopolarium.com/2025/11/18/kiihtyvyyden-jumalharha-fabio-vighin-teknokapitalismin-kritiikki/

Fabio Vighi analiza, a la luz del psicoanálisis de Jacques Lacan, la estructura de creencias dominante en la era tecnocapitalista y aplica el concepto de “paranoia exitosa”, que describe como una ilusión que no derrumba al sujeto, sino que, por el contrario, lo mantiene unido y activo.

Según Vighi, hemos pasado de una comprensión cínica de la sociedad y de una negación fetichista a una “ilusión colectiva completa que compensa la inevitable descomposición del orden simbólico y de los lazos sociales” en el contexto del declive del capitalismo.

Cuando el orden simbólico se debilita, la identidad ya no se forma a través de la interacción lingüística y los compromisos. En cambio, se instala en paquetes prefabricados que ofrecen infraestructuras digitales y estrategias de auto-marketing comercializadas: “microculturas algorítmicas, etiquetas diagnósticas y modelos de personalidad descargables”. Vighi enfatiza que no somos solo víctimas pasivas de la tecnología, sino “participantes activos en una ilusión que otorga al tecnocapitalismo una autoridad divina indiscutible”.

Esta falsa inversión vincula a los ciudadanos al sistema financiero digitalizado y les impide enfrentarse a la máquina automática y sin sentido del capital. “Las promesas del progreso tecnológico y sus contrapartes simbólicas”—política identitaria, consumo ético, greenwashing—“funcionan juntas como ilusiones estabilizadoras” y hacen que sea casi imposible criticar la economía política.

En los extremos de esta ilusión, Vighi distingue dos tendencias espejo: el aceleracionismo de derecha, representado por el pensamiento angloamericano de la ‘iluminación oscura’, y el aceleracionismo de izquierda, con sus fantasías nostálgicas de humanización.

Ambas se basan en la interpretación lacaniana de Daniel Paul Schreber—un jurista alemán que se convirtió en un caso clásico de psiquiatría debido a su esquizofrenia paranoide. Según Lacan, la paranoia de Schreber permaneció controlada porque “la sociedad le daba espacio”. Esto se manifestó concretamente en que Schreber pudo publicar sus memorias y sus declaraciones escritas fueron tenidas en cuenta en el juicio, otorgando legitimidad social a su mundo delirante. Por ejemplo, su creencia de que debía transformarse en mujer para que Dios pudiera fecundarlo y redimir el mundo, fue tratada como una afirmación seria en el tribunal.

Aplicando esta analogía, los aceleracionistas de derecha—especialmente los partidarios del manifiesto tecnóptimo de Silicon Valley—“ adoptan una postura mesiánica como Schreber: se someten completamente a la fuerza sagrada de la racionalidad tecnocapitalista”. Creen que la automatización tecnológica conducirá a un orden tecno-feudal autoritario, que, en su imaginación, salvará el mundo.

En el extremo opuesto, el aceleracionismo de izquierda se basa en una ilusión nostálgica de que “la fuerza bruta del capitalismo todavía puede domarse con correcciones éticas” y conducir a un paraíso posthumano igualitario. Según Vighi, esta posición se niega a aceptar la lógica ineludible de la automatización del capital. En la práctica, las soluciones propuestas por el “aceleracionismo de izquierda”—planificación algorítmica, inclusividad y IA ética—no pueden salvar al sujeto humano.

En ambos casos, el sujeto schreberiano “se entrega a los ‘rayos divinos’—en este caso, a los algoritmos y al capital”—y experimenta la entrega como una misión liberadora y salvadora. Esta ilusión se apoya en un sistema de creencias anacrónico que ya no corresponde a las condiciones objetivas de la acelerada acumulación de capital.

Vighi subraya especialmente que la mayoría de la izquierda actual se ha retirado en “relatos de salvación tecnológica, responsabilidad empresarial, consumo ético o luchas morales fragmentarias”. En lugar de crítica político-económica, prevalece “la política de identidad y los temas individuales”, donde “las oposiciones se construyen en torno a la ‘falsa’ o ‘malvada’ figura del otro”. Esto mantiene intacto el problema central del capitalismo—“el colapso de la valorización del trabajo de producción masiva”.

A nivel concreto, la burbuja tecnológica se revela como una burbuja de deuda. Las empresas tecnológicas estadounidenses han emitido una cantidad récord de bonos, y la deuda total de las cinco grandes—Amazon, Microsoft, Apple, Meta y Alphabet—es de 457 mil millones de dólares. Las inversiones en IA, centros de datos y servicios en la nube son mayoritariamente deficitarias—solo alrededor del 5% de las aplicaciones de IA implementadas generan valor real—pero los precios de las acciones suben impulsados por el optimismo especulativo.

Al mismo tiempo, en los mercados de crédito privado, aumentan las estafas, como las prácticas recientes de financiamiento de activos subprime, que pronostican un nuevo colapso sistémico. Estas prácticas recuerdan mucho a la época previa a la crisis financiera del 2008, cuando los riesgos se acumulaban en instrumentos financieros invisibles.

En esta intersección entre realidad económica e ilusión psíquica, el análisis de Vighi revela toda la mecánica de la paranoia. El tecnocapitalismo no es solo un sistema económico, sino también un mecanismo psicológico profundo: la burbuja de deuda alimenta la ilusión, que a su vez posibilita la expansión de la burbuja. Como dice Vighi: “No estamos gobernados tanto por el sistema tecnocapitalista en sí, sino por la fantasía de que finalmente nos salvará”.

Vighi concluye con una reflexión filosófica: solo reconocer y desprenderse de la ilusión puede abrir espacio para una resistencia genuina. Como en la teoría crítica, permanece abierto qué medios concretos podrían conducir a esta toma de conciencia. El diagnóstico es agudo, pero el plan de tratamiento permanece indefinido. ¿Estamos entonces condenados a mantenernos funcionales y socialmente ajustados—pero al mismo tiempo irremediablemente ilusorios, herederos de Schreber en el reino del dios del tecnocapitalismo?


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