Religión climática y lucha cultural: cómo la agenda ecosocialista está desindustrializando Alemania
Frank-Christian Hansel
Desde hace más de una década y media, desde Merkel hasta Habeck, desde la CDU hasta los Verdes, se ha establecido en Alemania una doctrina de política climática que debe entenderse menos como una política medioambiental orientada a los hechos y más como una lucha cultural de izquierdas llevada a cabo de forma consciente. Bajo el pretexto de la «protección del clima» y la «descarbonización», se ha lanzado una gran ofensiva ideológica que no solo limita las decisiones técnicas y económicas, sino que recodifica todo el orden de valores sociales hacia una visión ecosocialista del mundo y del ser humano.
Esta agenda no es un ámbito político fortuito, sino la palanca central para la transformación de la economía, la sociedad y la cultura. La ortodoxia climática rojo-verde, impulsada enérgicamente por Angela Merkel y sus sucesores, ha establecido un sistema dogmático en el que la legitimidad política ya no surge de la negociación democrática, sino del chantaje moral: quien argumenta en contra de la «religión climática» es considerado un enemigo del futuro, un hereje contra la gran narrativa moral.
Los tres pilares fundamentales de la ideología climática
1. Pretensión de absolutismo religioso climático: la «salvación del planeta» se sitúa por encima de cualquier razonamiento económico como objetivo metafísico final.
2. Lógica de redistribución ecosocialista: los medios de producción, los sistemas energéticos y las estructuras de consumo deben ser reorientados políticamente para imponer un sistema de emisiones cero supuestamente «justo».
3. Hegemonía cultural: a través de los medios de comunicación, la educación, las ONG y las redes internacionales, se crea una autoridad interpretativa que desacredita moralmente cualquier crítica antes de que pueda ser discutida objetivamente.
La industria automovilística: primera línea y víctima de la lucha cultural
Quien considere que el carácter de esta agenda climática como lucha cultural es una exageración teórica, solo tiene que fijarse en la industria automovilística alemana, el núcleo industrial de nuestro país, símbolo y motor de nuestra prosperidad. Aquí chocan con toda su fuerza la lógica ideológica coercitiva y la realidad.
- Volkswagen: cierres de fábricas, traslados, fuertes recortes de producción
- Porsche: recorte de unos 1900 puestos de trabajo hasta 2029 en Zuffenhausen y Weissach
- Bosch: 1100 puestos de trabajo menos en Reutlingen
- Daimler Truck: 5000 puestos de trabajo en Alemania en peligro
- Continental: 3000 puestos de trabajo eliminados en todo el mundo, gran parte de ellos en Alemania
Las consecuencias de la apuesta por los coches eléctricos
El Center Automotive Research (CAR) calcula que la posible pérdida neta en el sector debido a la apuesta por los coches eléctricos asciende a unos 15 000 puestos de trabajo, al tiempo que se destruyen cadenas de valor altamente desarrolladas que se han construido a lo largo de décadas. Regiones enteras, en Baviera, Baden-Wurtemberg y Baja Sajonia, se enfrentan a una ruptura estructural que es devastadora no solo desde el punto de vista económico, sino también social.
Esta evolución no es un accidente laboral de una política mal equilibrada. Es la consecuencia lógica de una estrategia cultural e ideológica en la que la autoafirmación industrial se considera perjudicial para el clima, incluso moralmente ilegítima. El abandono de las tecnologías de combustión, impuesto políticamente y acompañado de directivas de la UE, prohibiciones nacionales y subvenciones unilaterales, es un ejemplo paradigmático de cómo una ideología abstracta se traduce en destrucción industrial concreta.
Quien no lo reconozca, perderá
La «protección del clima» no es más que la fachada de un proceso de poder más profundo: la transformación del país de una sociedad industrial orientada a la economía de mercado a una economía regulada, dirigida por el Estado y basada en la escasez. La lucha cultural de la izquierda por el clima es el arma estratégica a largo plazo para destruir el liberalismo político y económico y sustituirlo por un sistema ideológicamente dirigido.
Quien no comprenda este nivel, nunca podrá lograr un verdadero cambio político.
Por lo tanto, la pregunta central es: ¿ha reconocido la CDU este conflicto como lo que es, una lucha cultural e ideológica por el orden fundamental de nuestra sociedad? Si es así, hay que preguntarse por qué no lo está librando. ¿Por miedo a perder sus últimas opciones de poder? ¿Por comodidad, porque se ha acomodado a la sombra de la hegemonía verde-izquierdista?
Lo que ahora es necesario
Es fundamental que los votantes comprendan que el cambio político debe llevarse a cabo precisamente a este nivel: el nivel del debate ideológico fundamental. La forma más eficaz de hacerlo es mediante la evidencia abrumadora de las consecuencias reales: destrucción de puestos de trabajo, explosión de los precios de la electricidad, desindustrialización. Solo cuando quede claro que estas pérdidas son una consecuencia directa de la ideología climática, se generará la presión política necesaria para forzar un cambio de rumbo.
Por lo tanto, quien quiera poner fin a este camino erróneo debe:
- Denominar la doctrina coercitiva de la política climática como un proyecto de dominio ecosocialista.
- Desmontar públicamente la lógica de chantaje moral de la religión climática.
- Revelar sin piedad el balance real de la transición energética y la descarbonización: pérdida de puestos de trabajo, destrucción de la prosperidad, desindustrialización.
- Establecer una contracultura de apertura tecnológica, autodeterminación económica y política energética liberal.
Solo si se desmitifica la base ideológica se podrá invertir el rumbo político. Esto requiere el valor de realizar una crítica fundamental, no solo a los Verdes, sino también a los cómplices negros y rojos que han elevado esta lucha cultural ecosocialista a doctrina de Estado.
Sobre el autor
Frank-Christian Hansel
Frank-Christian Hansel, nacido en 1964, es miembro de la Cámara de Diputados de Berlín por la AfD desde 2016. Nacido en Hesse, estudió Ciencias Políticas, Filosofía y Estudios Latinoamericanos.
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