La 'transición energética', Gramsci y la revolución pasiva







por Cristiano Sabino

Fuente: https://www.lantidiplomatico.it/dettnews-la_transizione_energetica_gramsci_e_la_rivoluzione_passiva/39602_56318/

Ante la derrota que representaba el fascismo, Gramsci reflexionó en la cárcel sobre las razones que determinaron el derrumbe del movimiento progresista y -en general- la profunda crisis de los propios aparatos y valores asociados al liberalismo moderno y la prevalencia concomitante de posiciones bárbaras en las que ahora se pensaba que dominaban la alta cultura, el progreso, la civilización y los derechos civiles.

En contra de las interpretaciones optimistas que dominaban en el mundo liberal y que derivaban el fascismo a un fenómeno pasajero (Benedetto Croce) y en oposición a las lecturas superficiales del mundo socialista y comunista que atribuían al fascismo nada nuevo y original en comparación con las viejas derechas burguesas y nacionalistas (Amadeo Bordiga y Giacinto Menotti Serrati), Gramsci comprendió que la fuerza del fascismo residía precisamente en su capacidad para asumir elementos de modernización de los sectores sociales más avanzados y esterilizar al mismo tiempo la participación popular.

La «revolución pasiva» es, por tanto, un concepto clave en la teoría política de Antonio Gramsci, utilizado para describir un tipo de transformación social y política en la que los cambios se producen sin una movilización activa de las masas populares. Gramsci lo emplea para analizar procesos históricos en los que el cambio no se produce a través de una revolución directa y abierta, sino más bien como un proceso gradual y controlado desde arriba, a menudo sin convulsiones radicales y con un compromiso a la baja entre las clases dominantes para eliminar a las subalternas.

Lo contrario de la «revolución pasiva» es la «revolución integral», es decir, la «irrupción de las masas en la historia», el protagonismo popular, la voz de los subalternos. Para lograrlo, hay que reforzar y hacer virtuoso un vínculo «orgánico» entre «los intelectuales y el pueblo», vínculo que Gramsci denomina «hegemonía».

El papel de los intelectuales se vuelve por tanto crucial, porque son ellos los que construyen el vínculo entre arriba y abajo, entre dirigentes y directos y los que eligen, en cada etapa de la transformación histórica, qué lado tomar, es decir, si actuar orgánicamente a los intereses de los subalternos o volverse funcionales a los intereses de los sectores dominantes (hoy diríamos las élites).

No quiero escribir un ensayo sobre Gramsci, pero una vez más las categorías del pensador y revolucionario sardo son indispensables para comprender nuestro presente y nuestra Cerdeña, dado que muchos de estos conceptos -como bien ha explicado Gianni Fresu en su último libro Questioni Gramsciane (Cuestiones gramscianas )- proceden de una larga reflexión sobre la cuestión colonial sarda que -en muchos aspectos- nunca ha dejado de existir y que hoy resurge en diversos aspectos.

Esquemáticamente, las características básicas de la revolución pasiva son:

Reformas desde arriba: El cambio es gestionado por las élites, que aplican reformas para evitar o neutralizar una insurrección popular o para preservar su poder, y no como resultado de la presión desde abajo.

Integración de las fuerzas populares: Las clases dominantes intentan integrar ciertas demandas o elementos de las clases subordinadas para cooptarlos, evitando así el conflicto directo.

Mantenimiento del statu quo: Aunque puedan producirse cambios significativos, el objetivo de la revolución pasiva es mantener el sistema de poder existente, evitando una ruptura radical.

Un ejemplo clásico de «revolución pasiva» es el «Risorgimento italiano», es decir, el proceso de unificación del Estado italiano que fue dirigido desde arriba, por una élite política y social (los «moderados»), sin una participación activa y consciente de las masas campesinas. La parte más radical del proceso, representada por el llamado Partito d'Azione (Garibaldi, Mazzini, etc.) nunca planteó la cuestión social, es decir, en aquel momento la cuestión de la tierra a los campesinos y la reforma agraria, y por ello sufrió la dirección del partido moderado (Cavour).

La «transición energética» como revolución pasiva

«Revolución» por dos razones: porque sin duda representa una modernización, frente a los combustibles fósiles y la antigua forma de producir electricidad, que por su propia naturaleza es vertical y magistral. De hecho, al menos potencialmente, las FER son capilares y policéntricas y representan una oportunidad para la gestión democrática, popular y comunitaria de la producción energética, que hoy es la base de la propia producción industrial. Pero revolución también en el sentido de que representa un trauma con pocos precedentes en la historia, una transformación radical del territorio y un cambio brusco del estilo de vida.

'Pasivo' porque en realidad la transición es sólo tecnológica, pero no es política, porque el método a través del cual la imponen las altas esferas del Estado italiano (aparte de los gobiernos) convierte en pasivos a los subalternos y a sus territorios, que son entonces quienes más sufren los efectos traumáticos y violentos de este cambio.

Como el Risorgimento, como el fascismo

Desde este punto de vista, el cambio de época que estamos viviendo, y que desgraciadamente estamos experimentando, es una imagen especular del Risorgimento y del fascismo, es decir, representa una modernización sin la implicación de los subalternos (personas, comunidades, territorios sacrificados), una revolución (tecnológicamente hablando) sin revolución (es decir, sin ninguna participación e implicación popular), en resumen: una revolución pasiva como lo fueron el Risorgimento y el fascismo.

A día de hoy, la revolución pasiva sigue siendo la herramienta más funcional utilizada por la Reacción, las fuerzas conservadoras y las direcciones antipopulares para esterilizar y desarticular cualquier hipótesis, incluso remota, de transformación social. Y cuidado, ningún proceso es sólo técnico, económico, industrial, porque toda transformación a este nivel implica siempre tanto un cambio en la sociedad, como también un horizonte de ideas y valores que la connotan en una dirección de búsqueda.

Por lo tanto, la llamada «revolución energética» no es en absoluto un proceso de transformación de los modos de producción de energía, sino que constituye un enorme proceso revolucionario pasivo en el sentido político que se basa en el fortalecimiento elitista y corporativista de las élites políticas y en una creciente marginación contextual de las comunidades, las periferias, los territorios frágiles y subordinados.

Reconversión energética pasiva e intelectuales

Llegados a este punto y a la luz de las categorías de Gramsci, podemos reformular el término «transición energética» -o «transición ecológica» o incluso «revolución energética»- despojándolo de sus connotaciones ideológicas y propagandísticas y devolviéndolo a sus elementos de realidad. Lo que está ocurriendo ante nuestros ojos es una trascendental reestructuración (capitalista) de un sistema de producción a otro, pero esto no implica ninguna transición política de un sistema verticalista a otro de democracia energética. Al contrario, con la «transición energética» se garantiza, y en muchos aspectos se refuerza, el elemento descendente, dominador y colonial y, sobre todo, los vínculos de subalternidad colonial entre los centros de decisión y las periferias subyugadas permanecen inalterados o incluso empeoran.

El papel de los intelectuales lustrosos del progresismo es crucial desde este punto de vista y asume la función de justificación sistemática de esta reconversión, todo ello dentro de la misma esfera de intereses e inversiones. Permítanme dar sólo algunos ejemplos. En un comunicado de Sinistra Futura, una lista política que se precia de representar a los elementos más progresistas y avanzados del llamado «amplio campo» sardo, podemos leer una nota de viva preocupación ante la movilización popular que -apoyada también por la «campaña mediática que ataca diariamente al gobierno de la Región por la ley 5/2024»- llega incluso a cuestionar «los fundamentos de nuestra república parlamentaria». Esta patrulla de dirigentes e intelectuales progresistas llega así a sostener que, frente al ejercicio del poder del Estado, «las instituciones deben ser siempre defendidas porque permiten nuestra vida democrática, fuera de la cual sólo habría caos y confusión»(https://www.facebook.com/sinistrafutura.sardigna/posts/817559923840110?ref=embed_post ).

Una posición que, paradójicamente, coincide con las razones del recurso contra la misma ley regional nº 5/2024, más conocida como ley de moratoria, que reitera la postura autoritaria y centralista del Estado ante cualquier instancia, aunque sea tímida y temporal, de autodeterminación(https://www.affariregionali.it/banche-dati/dettaglioleggeregionale/?id=127248).

Si la izquierda del Campo Amplio llega así a una especie de amor fati estatal, bastante compatible con la derecha más radical, donde la bancada (las instituciones estatales) siempre tiene razón y el pueblo puede discutir todo lo que quiera, pero luego tiene que rendirse a los magníficos destinos y progresismos decididos sobre sus cabezas, sin ningún interés ni implicación democrática, el generador automático de panegíricos de las renovables entendidas como entidades metafísicas buenas más allá del bien y del mal, funciona mientras tanto a pleno rendimiento.

Así, Lorenzo Tecleme publicó en Fanpage un «reportaje» cuyo título cumple una función mitológica precisa: polarizar el conflicto en curso entre las fuerzas del bien (los que quieren las renovables) y las fuerzas del mal (los que luchan contra las renovables).

El artículo en cuestión,Por qué nadie quiere energía eólica en Cerdeña(https://www.fanpage.it/attualita/perche-in-sardegna-nessuno-vuole-lenergia-eolica/), de hecho sólo tiene la apariencia de un reportaje, pero en realidad es un manifiesto de colonización. Digo esto porque si por un lado ofrece un espacio (bastante limitado) a las voces que animan la movilización popular en la zona, por otro la pars costruenssise concentra en las razones indiscutibles («¿qué dice la ciencia?») que desvirtúan la resistencia popular a las posturas «nimby»: «el paisaje es la primera preocupación que aflora en quienes se oponen a la llegada de aerogeneradores a Cerdeña».

Tras la reducción del grueso de la protesta al «paisajismo», el segundo y mucho más funcional pasador para restar importancia a la movilización en curso es la acusación de «alianzas insólitas» entre la movilización popular y el grupo editorial Zuncheddu. A estas alturas, este señalamiento se ha convertido en la variante sarda del conocido adagio neofascista «¿y qué pasa con el foibe?». Básicamente, acusa a la movilización popular de ser un hatajo de borregos movidos por las hábiles manitas del grupo editorial Zuncheddu y, en particular, por la figura de Mauro Pili, «ex presidente de la Región a finales del año 2000, luego diputado en las filas de Forza Italia y ahora redactor jefe del periódico».

La gherminella es tan simple como eficaz: primero se hace hablar a Gigi Pisci y Maurizio Onnis y se relata fielmente, aunque de forma bastante sucinta, su posición sobre la denuncia de la especulación energética; inmediatamente después, se saca a la luz a la verdadera eminencia gris que mueve los hilos y que, en el mejor de los casos, utiliza la buena fe de los pobres militantes para lograr sus objetivos como una especie de parásito zombi que se apodera de las prácticas de los demás para alcanzar sus metas, a saber, el gas y el metano.

En la narrativa en cuestión, los editoriales de Pili no son uno de los muchos efectos de la movilización popular, sino más bien al contrario: «sus apasionados editoriales contra “la invasión de los señores del sol y del viento” y a favor de la llegada del metano, para Pili la verdadera opción energética a seguir, tienen un enorme impacto en el debate público».

Una objeción basta para desmontar esta narrativa: Mauro Pili ha escrito decenas de editoriales contra las servidumbres militares e incluso ha sido juzgado por entrar en un polígono militar(https://www.ansa.it/sardegna/notizie/2021/04/16/entro-in-base-militare-assolto-ex-deputato-sardo-mauro-pili_679875c0-2e9e-4985-a18c-1dde478e28db.html ). ¿Quién diría que el movimiento contra la ocupación militar descansa fundamentalmente en el «paisanaje» y los «editoriales» de Mauro Pili?

Para completar la manipulación funcional para presentar la «conversión energética pasiva» como la nueva «ecología social» absolutamente buena, vienen dos pequeños párrafos titulados «¿Qué dice la ciencia?» y «La isla en llamas». El primero -como es fácil imaginar- cumple una precisa función ideológica de tipo cientificista, que corre paralela a la exaltación de la razón de ser de la Izquierda del Futuro: discuta todo lo que quiera, estamos en una democracia, pero luego son las instituciones y los científicos los que deciden, y siempre tienen razón.

La ciencia, sin embargo, dice muchas cosas. Dice que «Cerdeña está muy lejos de abandonar los combustibles fósiles» porque «el 75% de la electricidad se sigue produciendo con combustibles fósiles», pero también dice que hoy exportamos el 40% de la energía y esto no es, desde luego, algo que nos haya recetado el médico. En resumen, el nivel de contaminación por carbón y combustibles fósiles también es alto porque alguien en las altas esferas ha decidido que Cerdeña debe ser la caldera de la península y que debemos exportar energía. En resumen, se trata -como es fácil imaginar- de cuestiones políticas, no técnicas ni científicas, que ningún científico puede resolver quedándose en el plano de la mera discusión técnico-científica.

La segunda gherminella es la utilización de la imagen del fuego para menospreciar y deslegitimar la protesta. En un pasaje que me avergüenza relatar, se propone la idea de que los movimientos populares contra la colonización energética son insensibles al drama secular que los sardos viven cada verano desde hace más de un siglo (Gramsci incluso lo mencionaba en sus artículos, ¡mucho antes del calentamiento climático!): «El aumento de las temperaturas y la llegada de la temporada de incendios no han frenado las protestas. Al contrario, la tensión en la isla ha aumentado en las últimas semanas. En la costa este, cientos de activistas se han opuesto a las expropiaciones para la construcción de la línea eléctrica'.

Como diciendo: no pararán ni con los incendios, son activistas pero un poco descerebrados estos pobres, manipulados por Mauro Pili, las petroleras, los masones, los illuminati. Van a la plaza a recibir la paliza sin saber siquiera por qué.

Sobre este problema de los incendios, me gustaría señalar un artículo de Giuseppe Mariano Delogu, que analiza muy competentemente las razones de los incendios y las estrategias para hacerles frente, sin recurrir a argumentos sensacionalistas instrumentales para nuevos procesos de colonización ((https://www.sindipendente.com/blog/su-fogu-est-unu-periculu-no-est-a-mudare-sas-sustantzias/ )

Otro ejemplo de intelectualidad progresista entregada a la «revolución pasiva» y a la exclusión de los subalternos sardos de cualquier proceso de toma de decisiones es Luciana Castellina que, en un editorial del 9 de agosto en Il Manifesto, relanza la idea del Drago y de la memoria meloniana, según la cual el sur y las islas deberían convertirse en el polo energético de Italia: «a diferencia del norte de Europa, donde el viento es más fuerte en tierra, aquí, en nuestro país, a lo largo de las costas meridionales y de las islas, sería posible instalar una cantidad de plataformas eólicas flotantes», sin que toque ni por un momento la idea de preguntar a las poblaciones afectadas si quieren desempeñar este papel y, en caso afirmativo, en qué condiciones. A continuación, Castellini asume -lo que resulta extraño desde las columnas de un periódico que se autodenomina «comunista»- la postura clásica de un ideólogo ultraliberal, pidiendo la supresión de las «inútiles complicaciones burocráticas que a menudo paralizan las iniciativas locales en lugar de seleccionarlas», ¡como si el decreto Draghi que lanzó al Lejano Oeste en el ámbito de la implantación de las energías renovables, demoliendo todo tipo de protección y planificación en nombre de la «transición», no hubiera entrado nunca en vigor!

En conclusión, Castellina adopta la misma pose paternalista que encontramos en el documento de Sinistra Futura y en el artículo de Tecleme: la democracia está bien, pero hasta cierto punto. Los sardos deben plegarse a los magníficos destinos y progresismos deseados por los dos gobiernos Draghi y Meloni (¡hablando de extrañas alianzas entre gobiernos de derechas y terratenientes y sectores del progresismo, el ecologismo y el comunismo italianos!) y dejar de quejarse. Incluso Castellina, adoptando una postura autoritaria y disciplinaria, pide en voz alta que «las escuelas y las autoridades públicas se comprometan a luchar (...) contra las campañas mistificadoras más insidiosas». La última, cuidado, es la que está dando cabida a la absurda idea de que las energías renovables son el enemigo, una nueva y ridícula versión de la cuestión del sur: capitales del norte que robarían sol, viento y tierra al sur. Y así la guerra a las renovables, los nuevos«enemigos». Democracia, debate, diálogo sí, pero no se atreva a decir que lo que está en marcha es una nueva colonización en detrimento de los territorios más frágiles y sacrificados del Estado italiano, o incluso el replanteamiento bajo nuevas formas de la cuestión del sur y/o de la cuestión sarda. Las energías renovables son buenas en sí mismas, claro, podrían mejorarse con un poco más de control público y algún proceso participativo en el que los indígenas locales escribieran en notas post-it si quieren la megaplanta industrial en la cresta de la montaña, en la tierra de cultivo familiar o junto a un nuraghe. En resumen, los buenos indígenas sardos deben dejar de quejarse y plegarse a la nueva versión del progreso lanzada desde arriba, a la nueva modernización pasiva, y si no lo hacen, hay que silenciarlos y contenerlos, utilizando todos los medios manipuladores y disciplinarios puestos a disposición del Estado.

Afortunadamente, Gianni Fresu pone las cosas en su sitio y nos recuerda desde las columnas de S'Indipendente(https://www.sindipendente. com/blog/la-speculazione-coloniale-vista-da-il-manifesto/)que en el artículo de Castellina no encontramos ni una sola línea «sobre la relación entre las necesidades energéticas de Cerdeña y las cuotas asignadas a la fuerza a nuestra región» y -lo que es aún más grave para un periodista que escribe en un periódico «comunista»- «ninguna reflexión sobre la perspectiva neocolonial (coherente con la tradición clásica del monocultivo) que pretende transformar la isla en una plataforma de producción energética casi totalmente funcional a las necesidades del continente y a la lógica especulativa y lucrativa de las multinacionales».

Hablando de aliados embarazosos

Por si esto no fuera suficiente del singular vínculo entre los gobiernos de Draghi y Meloni y el progresismo enamorado del nuevo colonialismo verde, en un post social La Fionda, un espacio de elaboración cultural y política, señala que en el número del viernes de Repubblica (grupo GEDI, familia Elkann) del 15 de agosto «salió un artículo de Roberto Giovannini titulado In Sardegna girano le pale.

La postura ideológica es la misma que hemos encontrado en los documentos analizados hasta ahora, es decir, «expedientes retóricos para presentar a los sardos, cada vez más indispuestos al neocolonialismo energético de las renovables, como idiotas útiles vinculados a los potentados del gas y del petróleo», pero lo interesante es comprender quién es el autor del artículo. Roberto Giovannini de 2020 a 2022 «fue directivo y gerente de Terna, la empresa de conexión eléctrica responsable, entre otras muchas cosas, de las expropiaciones y deforestación de los terrenos elegidos para el paso del Enlace Tirreno. El posadero dice que el vino es bueno».

No podemos entrar aquí en los numerosos vínculos que sueldan el variopinto mundo de la edición con el de las multimillonarias empresas de servicios públicos vinculadas a la «transición energética». Desde este punto de vista, realmente necesitaríamos algunas investigaciones para desenterrar los vínculos entre los intereses privados, financiadores de los grupos editoriales más agresivos a la hora de transmitir campañas pro-colonización y -la otra cara de la moneda- de silenciar, acallar y manipular las instancias de los movimientos populares que en Cerdeña se oponen a otro proceso deacaparamiento de tierras por parte del bloque histórico ya consolidado formado por el Estado central y los grupos de interés privados.

La modernidad, Pratobello 24 y la irrupción del pueblo sardo en la historia

En un contencioso como el de la colonización energética, es evidente que se necesitan técnicos, en particular ingenieros y juristas que pongan sus competencias al servicio de una vasta movilización popular que, de otro modo, no dispondría de las herramientas necesarias para contrarrestar una violencia sistemática de proporciones históricas. Por esta razón, en el seno de los comités han surgido una serie de personalidades que no han tardado en convertirse en referentes políticos. Una de ellas es Giulia Lai, antigua secretaria de uno de los partidos de la coalición electoral creada por Renato Soru y que en un primer momento había entablado negociaciones con el campo amplio (PD, M5S, etc.), que luego se rompieron por la cuestión de las primarias.

Lai, en dos posts en sus redes sociales, toca dos puntos que corren el riesgo de provocar una falla en el mayor movimiento popular que recuerda Cerdeña desde el creado por los veteranos de la Primera Guerra Mundial.

Los movimientos populares son, por su propia naturaleza, transversales a las sensibilidades políticas y en el acto en que arraigan ponen de manifiesto su propia pedagogía social, pasando a transformar las connotaciones ideológicas, las visiones éticas y las instancias políticas de quienes los recorren. Desde este punto de vista, es muy peligroso tomar posiciones elevadas, crear divisiones y bisagras a priori, sobre todo en una fase de resistencia popular, en la que lo único que importa es hacer un muro contra uno de los asaltos coloniales más violentos de la historia de Cerdeña. Lai escribe: «Aparte de sus colores políticos, de los que reitero mi distancia política y mi desvinculación, recuerdo a la mayoría, pero también a los que les dan espacio público, que son los mismos que hasta hace unos meses decidieron dar paso a la especulación (se sentaban en mayoría). Siguiendo esta lógica, habría que desmarcarse de la propia Lai, ya que ha hablado en repetidas ocasiones con los partidos del «campo ancho», de cara a las elecciones regionales, cuando el decreto Draghi (del gobierno del mismo nombre apoyado por el PD y el M5S) ya se había hecho operativo, condenando a Cerdeña a convertirse en el Far West energético de las multinacionales y el Estado italianos. En resumen, la admonición que Pietro Nenni solía dar a los jóvenes socialistas es válida en este caso: «al competir por ser puro, siempre encontrarás a alguien más puro que te purgará».

La prioridad es detener la colonización y hacer que el Estado italiano tome conciencia de que Cerdeña ya no es su colonia, sino una región habitada por comunidades que saben decir no y ejercer sus poderes soberanos para hacer valer sus derechos. Por lo tanto, en esta etapa, sin análisis de sangre para nadie, la resistencia popular no es una reunión de partido, ni un almuerzo de gala en el que se puedan seleccionar tranquilamente los platos y combinar los sabores para obtener un resultado equilibrado y medido. En la lucha, más allá de las orientaciones, madurará una conciencia de nuevo tipo, si con inteligencia y capacidad, sin actitudes de bolígrafo rojo, los dirigentes del movimiento saben construir una identidad colectiva y -al mismo tiempo- poner cortésmente en la puerta a cualquiera que no respete los objetivos políticos de la movilización, sobre la base de las prácticas y no de los gradientes ideológicos.

De este punto se desprende la querelle de la ley Pratobello 24. En un post titulado significativamente «Disociarse por el bien de Cerdeña», Lai escribe: «Hace unos días expresé mi preocupación personal por la deriva que estaba tomando esta lucha, en la que estoy comprometido desde 2022. Desgraciadamente, tenía razón. Desde el momento en que se presentó al público la ley 'Pratobello 24', no hemos asistido más que a un desfile de declaraciones contra la especulación por parte de quienes hoy en Cerdeña están en la oposición, pero en el gobierno italiano son mayoría. Todos ellos exponentes políticos de extrema derecha, pero ahora también de centro, que no sólo afirman peligrosamente un simple «no a las palas», sino que incluso invitan a la ciudadanía a«firmar».

No me sorprende que la oposición desempeñe su papel y utilice todas las herramientas para criticar, aunque sea instrumentalmente, a los que se sientan en la mayoría. Esto es lo que debe hacer la oposición, esto es la democracia, que es básicamente un juego de rol. La pregunta que debemos hacernos es por qué en su momento, es decir, cuando Solinas estaba en el poder, nunca surgió ninguna voz crítica sobre la cuestión energética desde los bancos de la oposición (de la llamada «izquierda») y por qué la oposición nunca se puso a disposición de las comisiones (que no han nacido desde la época de Todde https://www.sindipendente.com/blog/i-comitati-sardi-contro-la-speculazione-energetica-si-uniscono-intervista-a-gigi-pisci/), proponiendo quizás un proyecto de ley mejor que Pratobello 24. Y ahora llegamos al proyecto de ley de iniciativa popular que tanto debate está suscitando y que está creando divisiones en la movilización.

La verdadera cuestión es que Pratobello 24 no es en absoluto el instrumento con el que la derecha está asomando la cabeza, como Lai quiere hacernos creer. Pratobello 24, más allá de sus limitaciones (señaladas en un excelente análisis de Grighttps://gruppodinterventogiuridicoweb.com/2024/08/16/sardegna-speculazione-energetica-come-possiamo-salvare-il-territorio-e-attuare-una-corretta-transizione-energetica/?fbclid=IwY2xjawEtmxRleHRuA2FlbQIxMQABHcTfRA3dCI1MlE4IVhEmusqS4M71UlVevtoW-cqENkWwufyNFtAeZlvyLg_aem_zMg4pkjC8nq7Dkcbyv27OA ) es hoy un instrumento muy poderoso de cohesión y movilización popular. Las razones por las que debemos apoyar este proyecto de ley de iniciativa popular residen en primer lugar en su nombre: «iniciativa» y «popular» son dos conceptos fundamentales y representan el único antídoto real contra la postura disciplinaria, autoritaria e impositiva que adopta hoy la Revolución Pasiva tan bien encarnada por los artículos de Tecleme, Sinistra Futura y Castellina (entre los muchos que podríamos haber analizado).

¿También firman y respaldan a los políticos de derechas? ¿Y qué? ¿Eran todos comunistas y socialistas en la resistencia partisana? ¿No había también ex badoglianos que habían apoyado al régimen hasta un momento antes? Por así decirlo. Desde este punto de vista, incluso un discurso apologético sobre la transición energética, hecho hoy, como el de Lai «la transición energética es una oportunidad histórica para entrar en la modernidad, para crear por fin desarrollo y riqueza en nuestros territorios» está fuera de lugar y es incompatible con la lucha descolonial en curso.

Jean-Paul Sartre explica por qué en su famoso prefacio al libro de Frantz Fanon Les Damnés de la Terre:

«En cuanto el colonizado empieza a presionar las amarras, a inquietar al colono, se le envían buenas almas que, en 'congresos culturales', le exponen la peculiaridad, la riqueza de los valores occidentales. Pero cada vez que se trata de los valores occidentales, se produce en el colonizado una especie de agarrotamiento, de parálisis muscular. En la fase de descolonización, se apela a la razón de los colonizados. Se les ofrecen valores seguros, se les explica copiosamente que la descolonización no debe significar regresión, que debe basarse en valores probados, firmes, cotizados. Ahora se da el caso de que cuando un colonizado escucha un discurso sobre la cultura occidental, saca su gancho o al menos se asegura de que está a su alcance».

Llegará el momento en que los sardos tendrán que pasar a imponer verdaderas políticas energéticas basadas en la producción de energías renovables. Pero ahora -y no por voluntad propia- estamos en la fase de negación en la que no tenemos que justificar nada ante nadie, no tenemos que demostrar que somos civilizados, que somos buenos sardos que queremos la transición ecológica, que sólo estamos con los buenos y no con esos otros que son feos, sucios y malos. No tenemos que hacerlo porque ahora no podemos permitírnoslo y no tenemos el tiempo, las ganas, la obligación de actuar como policías de tráfico para determinar quién debe subirse y bajarse del carro, con la habitual superioridad moral de quienes aplastan las luchas populares y básicamente las utilizan para acreditarse en las filas de las élites dirigentes de la modernización, esas que cíclicamente hablan a los sardos de modernidad, progreso, derechos ofreciéndoles abalorios y robándoles y acaparando sus riquezas.

Lo que importa ahora no es hacer un análisis de sangre a los comités, probar el pulso de los que firman o avalan, identificar la coma de ese artículo que no servirá, etcétera. Lo que realmente importa ahora es mostrar el gancho al enemigo y demostrarnos a nosotros mismos antes que nadie que no sufriremos otro juicio colonial sin reaccionar, porque el tiempo de las modernizaciones de arriba abajo y de las revoluciones pasivas se ha acabado para siempre. Vivimos un momento histórico en el que puede surgir un nuevo autoconcepto del pueblo sardo, más allá de la retórica vacía de las numerosas siglas que han intentado capitalizar y, básicamente, descabezar las cuestiones independentistas, pero sin trabajar nunca realmente el protagonismo popular, es decir, sin hacer nada en absoluto para provocar ese proceso que Gramsci llamaba «irrupción de las masas en la historia». Ya es hora de que amanezca una nueva era en la que los sardos, los subalternos sardos, hablen con su propia voz, sin intermediarios, sin necesidad de que nadie les explique qué hacer, a quién poner en la puerta, qué desear, cuándo y si organizar un banquete, cuándo y en qué condiciones indignarse y movilizarse, con quién ir, a quién aceptar, a quién no, etc.

Y desde este punto de vista, Pratobello 24 es el mayor instrumento de protagonismo, de participación, de subjetividad popular que tenemos a nuestra disposición, y no valorarlo sería imprudente e incluso un poco sospechoso.

Tanto para Lorenzo Tecleme, Luciana Castellina, Sinistra Futura, Alessandra Todde, Giulia Lai y un largo etcétera...

*Cristiano Sabino. profesor de filosofía, ensayista, escritor, militante político y sindical, activista del colectivo de investigación Filosofia de Logu, bloguero


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