Una naranja con mecanismo de relojería


de Joakim Andersen

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Anthony Burgess (1917-1993), al igual que D.H. Lawrence, destaca fácilmente como uno de los escritores más incomprendidos del siglo XX. Burgess fue en muchos sentidos un hombre de derechas. Colaboró con el GRECE de la Nueva Derecha, el Groupement de Recherche et d'Études pour la Civilisation Européenne, y se describía a sí mismo como jacobita más que como jacobino. Burgess escribió distopías gratificantes como La semilla deseante e historias apocalípticas como Las noticias del fin del mundo. Reaccionario más que conservador, aunque anárquico, podía decir del divorcio que "un matrimonio, digamos que dura veinte años o más, es una especie de civilización, una especie de microcosmos - desarrolla su propio lenguaje, su propia semiótica, su propia jerga, su propia taquigrafía... el sexo forma parte de ello, parte de la semiótica. Destruir, gratuitamente, una relación así, es como destruir toda una civilización". Mientras que al perspicaz psicólogo Lawrence se le suele considerar hoy en día un pornógrafo por Lady Chatterley, a Burgess se le asocia en cambio con la controvertida La naranja mecánica, hábilmente adaptada por Kubrick.

En apariencia, La naranja mecánica es una descripción de la vida cotidiana de sexo, drogas y violencia de un joven; escrita en 1962, prefigura tanto la desintegración social como las subculturas de los años sesenta. Menos superficialmente, es una de las distopías más interesantes desde el punto de vista filosófico y antropológico, ya que recuerda a American Psycho. Está ambientada en un futuro próximo, algo más anárquico que el del propio Burgess y con una jerga de influencia rusa. La jerga, nadsat, se suma a la experiencia; el flujo de conciencia a través del cual el protagonista describe el suceso está repleto de palabras como "chelloveck", "horrorshow" y "malenky". La tendencia "subliteraria" de Burgess tampoco es tan prominente como en Las noticias del fin del mundo; algunas descripciones ambientales escapan a los diálogos.

El protagonista y sus "droogs" comienzan la historia de forma bastante simbólica, destrozando libros y apaleando a un viejo veterano de guerra. Roban a la gente, abusan de menores y se pelean con otras bandas. El protagonista, Alex, no es del todo unidimensional, como sugiere su lenguaje a veces culto y su amor por Beethoven y la ópera. Ésta es también su perdición; es cuando reprende a uno de sus compinches por su comportamiento inculto cuando la suerte de Alex se convierte en desgracia. Algunas cualidades más profundas siguen siendo difíciles de identificar, por ejemplo, Alex está profundamente alejado de un código de honor en torno a la traición y la reprimenda sugiere una falta de liderazgo tanto como un amor por la cultura superior. Cuando la suerte de Alex se acaba, el Estado comienza a someterle físicamente a ingeniería social para convertirle en un ciudadano funcional. No se puede revelar demasiado al respecto.

Lo que sí puede señalarse, sin embargo, es que La naranja mecánica es una distopía definitiva en la que casi todo el mundo resulta antipático. La decadencia no se limita al Estado, también impregna a la oposición y al protagonista. Burgess identificó aquí un desafío para todos los tradicionalistas: ¿y si el material humano se ha vuelto tal que no pueden reunirse ni líderes ni seguidores? Por lo demás, es una sociedad anarco-tiránica la que esboza, en la que el Estado hace la vista gorda ante la violencia contra la gente corriente e incluso recluta a muchos de los antiguos camaradas de Alex para su brazo represivo.

Burgess también se acerca a la visión cristiana de la humanidad en La naranja mecánica. Alex no es malvado porque esté oprimido o marginado, sino que comete actos malvados porque encuentra placer en ellos. Ningún centro de ocio del mundo puede remediarlo. Pero la visión más compleja que Burgess tiene de la humanidad va más allá, también se pregunta si la bondad sin la capacidad de elegir el mal es bondad. Un sacerdote dice de la "reprogramación" de Alex que "está pasando ahora a una región en la que estará fuera del alcance del poder de la oración". Algo terrible de considerar. Y sin embargo, en cierto sentido, al elegir ser privado de la capacidad de hacer una elección ética, en cierto sentido has elegido realmente el bien". Básicamente, se trata aquí de la perspectiva cristiana frente a la empresarial.

En definitiva, se trata de un clásico moderno y bien merecido. La narración de Burgess es concentrada, con la cantidad justa de descripción ambiental y una trama clara. Es apasionante, pero también es una novela de ideas. En cuanto a la sociedad sin ley que Burgess pudo predecir, la realidad ha superado con creces al poema actual; la tendencia a la anarcotiranía y el contraste entre dos visiones de la humanidad siguen siendo relevantes a pesar de todo. Tanto el libro como la adaptación cinematográfica de Kubrick bien merecen una mirada más detenida.


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