Hace 250 años (1774): Johann Gottfried Herder publica el tratado sobre la filosofía de la historia También una filosofía de la historia para la educación de la humanidad




Por Alexander Markovics

¿Puede una invectiva ser un medio adecuado para filosofar sobre la historia? Según el filósofo, teólogo y traductor alemán Johann Gottfried Herder (1744-1803), no puede haber un medio más adecuado. Pues se trata nada menos que de la historia de la formación de la humanidad. ¿Cómo llegó el hombre a ser lo que es? ¿Sigue un plan de Dios o del progreso omnímodo que acabará por ennoblecer al hombre moral y éticamente?

Una crítica mordaz de la Ilustración

En su escrito, publicado en 1744, el elocuente prusiano oriental se atrevió a someter la filosofía de la Ilustración a una crítica demoledora - atención, como uno de los primeros alemanes antes (!!!) de la Revolución Francesa de 1789, cuando las Columnas Infernales aún no habían marchado a la Vendée para el primer genocidio de los tiempos modernos y antes de que la guillotina de París hubiera cortado masivamente las cabezas de todos los opositores a la Revolución Francesa en nombre de la revolución, el liberalismo y los derechos humanos y civiles. Incluso antes de los crímenes de la Revolución, Herder reconoció el reverso despótico de la Ilustración, en el sentido de una dialéctica de la Ilustración oculta tras las frases de mejora y bienestar para la raza humana: La explotación de otros continentes y pueblos en nombre de la propia superioridad civilizatoria, la destrucción de las peculiaridades de los pueblos en Europa en nombre de una cultura humana unificadora, pero también la mecanización y el afeminamiento de la vida fueron reconocidos por el alemán mucho antes de la aparición de la sociedad de consumo y de la irrupción del capitalismo. Al hacerlo, puede que proceda con un estilo muy peculiar para los lectores de hoy en día porque es rico en metáforas, y también se nota la naturaleza panfletaria de la escritura, pero Herder, no obstante, sigue siendo justo con su oponente Voltaire al resumir sus tesis filosóficas de forma exagerada. Esto es notable porque era bastante arriesgado hacerlo en los principados absolutistas del Sacro Imperio Romano Germánico - no en vano hizo publicar este escrito sólo bajo seudónimo para proteger su posición de superintendente y pastor.

Un enorme tratado filosófico: del antiguo Egipto a la Ilustración

En el transcurso de una tremenda digresión filosófica - Herder hace un paréntesis desde el Antiguo Egipto hasta la época de la Ilustración - el bibliófilo cuestiona el optimismo de progreso de la Ilustración así como su odio a la tradición y al pasado. En contra de la moda de los contemporáneos "ilustrados" de declarar a todos los antepasados, ya sean nativos de la Antigua Grecia, Roma o la Edad Media, bárbaros inferiores que aún no han sido iluminados por la luz del pensamiento moderno, Herder aboga por medir cada época y cada pueblo con su propio rasero y medirlos con sus propios valores y circunstancias, no con los de los siglos XVII y XVIII. Al hacerlo, el filósofo alemán incluso va más allá: en largos trechos, no puede reconocer ningún desarrollo ulterior del hombre, sino que incluso identifica uno o dos retrocesos: Por ejemplo, en la relación entre el hombre y la mujer, observa un declive de la castidad, que seguía siendo sagrada para los pueblos germánicos, así como una decadencia de la moral. Incluso ve desaparecer por completo el honor caballeresco del guerrero con la llegada de las piezas de artillería de largo alcance. Johann Gottfried Herder no percibe en absoluto su presente como una época de progreso, sino de decadencia. Está igualmente consternado por la falta de temor a Dios y de religiosidad entre sus contemporáneos, que reconoce clarividentemente como una condición previa para la aparición de una superstición futura. Su descripción del Estado moderno cada vez más centralizado, que percibe como un monstruo mecánico que aliena a las personas entre sí y concentra el poder de decisión sobre su futuro en cada vez menos manos, tiene aquí un efecto profético.

Herder: La historia como secuencia de tradición e individualidad - Primer etnopluralista

El teólogo Herder se adentra en un terreno interesante cuando habla del significado de la historia. A diferencia de Voltaire, él, siguiendo a Shakespeare, quiere haberlo reconocido en las continuidades y discontinuidades mutuamente complementarias de la historia. En el sentido de una cosmovisión cristiana orgánica, contrapone las edades al desarrollo humano en forma de parábola arbórea. Afirma que los romanos, por ejemplo, sólo pudieron alcanzar su apogeo cultural porque supieron aprovechar los conocimientos de los griegos, quienes a su vez no pudieron establecer un sistema de gobierno duradero y poderoso similar al del Imperio Romano debido a diversas circunstancias históricas. Al mismo tiempo -aquí se basa en el colapso del Imperio Romano-, la historia también se compone de constantes revoluciones. La individualidad de los pueblos sería el resultado de cómo afrontan la tradición que les ha sido dada, rechazándola o asimilándola. Para él, individualidad y continuidad se convierten en última instancia en una unidad paradójica, análoga a la mónada de Leibnitz, que refleja la totalidad de la realidad y, sin embargo, sigue siendo individualidad. Sin quererlo ni saberlo, los pueblos hacen avanzar el todo desarrollando su propia individualidad. Al hacerlo, Herder -a diferencia de los filósofos de la Ilustración- no establece una jerarquía entre los pueblos ni afirma la superioridad de un pueblo sobre otro, sino que, por el contrario, subraya su diferencia e igualdad. Forma así la base de la idea del etnopluralismo en la Nueva Derecha, que más tarde formularía el alemán Henning Eichberg.

Una importante contribución a la crítica derechista del progreso

En general, la obra de Johann Gottfried Herder También una filosofía de la historia de la educación de la humanidad puede identificarse como una contribución importante en el desarrollo de la filosofía de derechas. Con clarividencia, Herder reconoció el potencial amenazador de la Ilustración y del liberalismo universal, tras cuya dulce máscara de humanidad se esconde la fea mueca de un cosmopolitismo asesino de pueblos, incluso antes de su furor. Hace ya 250 años, criticó los inicios de la globalización y la explotación de las regiones lejanas del mundo. Hoy sabemos que quienes destruyen los medios de subsistencia de otros pueblos e imponen su propia cultura, inevitablemente la ven llamar a su propia puerta décadas después. Al mismo tiempo, Herder nos enseña a entender los complejos procesos de la historia como una alternancia de tradición e individualidad, ambas complementarias. Los pueblos no contribuyen a la historia asimilándose, sino preservando su individualidad. Es precisamente en esta hora de su más profunda humillación cuando se aconseja a los alemanes -pero también a todos los demás europeos- que lean esta obra.

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