La OTAN, Biden y Zelensky prisioneros de un círculo vicioso
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Proporcionar
a Ucrania aún más armas y esperar que gane la guerra es "por definición
una locura estratégica". Esta guerra no se ganará en el campo de
batalla porque ya ninguna guerra se gana así. De hecho, "Estados Unidos
lleva 50 años ganando batallas y perdiendo guerras". Así se expresa Sean
McFate, profesor de la Universidad de Siracusa y miembro autorizado del
Consejo Atlántico, un think-tank que desde luego no es pro-ruso.
Sus
observaciones fueron publicadas en USA Today, acompañadas de las
igualmente realistas de Steven Myers, oficial de las Fuerzas Aéreas
estadounidenses con pasado en el Departamento de Estado, según el cual
las tácticas adoptadas por los rusos son "completamente incoherentes con
una hipótesis de conquista territorial".
El conflicto, añadió,
'acabará en tablas, lo que ahora pienso que era la intención de Putin
desde el principio'. Zelensky está "atrapado", añadió: "El presidente
Biden, la OTAN y Zelensky se han atrapado a sí mismos en un Catch-22 de
su propia creación, incapaces de cumplir las expectativas poco realistas
que han creado.
El círculo vicioso creado por la OTAN, Biden y Zelensky
Catch-22,
expresión que debe su nombre al título de una novela de 1961 de Joseph
Heller, es una situación paradójica, un círculo vicioso del que es
imposible escapar.
Para explicitar las observaciones de Myers, el
Catch-22 se creó al pronosticar una victoria total de Kiev, dada por
segura con la ayuda de la OTAN, que es imposible de lograr.
Al
mismo tiempo, haber vendido esta perspectiva al mundo impide a los
dirigentes de la OTAN, de Estados Unidos y de Ucrania tratar con Moscú
sobre una base más realista, porque eso sabría a derrota.
Los
ucranianos no están muriendo como moscas en el frente para ganar la
guerra, que está tan lejos del radar, sino por esta razón y sólo por
esta razón, es decir, para evitar el colapso de esta narrativa triunfal.
También
fueron interesantes, ayer, las declaraciones de Oleksiy Arestovich,
antiguo asesor de Zelensky que fue posteriormente destituido, quien
afirmó que una vez cortado el enlace entre Rusia y Crimea, Ucrania
podría finalmente "negociar" con Moscú (es decir, Crimea seguiría siendo
rusa).
Aparte del desarrollo militar que esbozaban sus palabras,
ciertamente dudoso, es interesante que Arestovich insinuara una
perspectiva que en Ucrania (y en otros lugares) puede ser tachada de
alta traición, a saber, la de iniciar negociaciones.
Dado que
Arestovich conserva cierta autoridad y no está en absoluto aislado, está
claro que sus palabras señalan un descontento latente en parte de la
dirección de Kiev respecto a la gestión del conflicto.
Arestovich y las dudas sobre la contraofensiva
Aún
más agudas son otras observaciones de Arestovich, según las cuales el
comandante de las Fuerzas Armadas ucranianas, Valerij Zaluznyj, se
enfrenta a una "tarea imposible": lograr un resultado militar positivo y
salvar al ejército sin que pierda su capacidad de combate (fuente
Strana.ua).
Esto es en cierto modo lo que intentamos poner de
manifiesto en las notas anteriores. En el alto mando de Kiev, tras los
fracasos iniciales, existía un fuerte temor de que, al lanzar el ataque
con las fuerzas, aunque considerables, aún no comprometidas en los
enfrentamientos anteriores, el ejército ucraniano se degradara
excesivamente en el impacto con las defensas rusas. Tanto que ya no
podría garantizar una capacidad de combate adecuada.
Presionado
por Estados Unidos y la OTAN, que exigían resultados para presumir ante
la opinión pública mundial, el mando ucraniano tuvo que agachar la
cabeza y se vio obligado a enviar al ejército al asalto.
Los
resultados de estos dos días de ataques de lanza en ristre fueron
devastadores, con grandes pérdidas de hombres y vehículos y ninguna
ganancia significativa. Tanto es así que a los toques de trompeta
iniciales, de los que se hicieron eco todos los medios de comunicación
occidentales, han seguido comentarios más lacónicos y apagados.
Aún
no hemos llegado a los créditos finales de este renovado impulso
ofensivo, pero el incipit no presagia nada bueno para Kiev. Una vez más,
la realidad no influyó en la decisión de atacar. De ahí el desastre.
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