El nacionalismo indio, una vigilancia especial del G7 y Bilderberg

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La reunión de Bilderberg en Lisboa provocó el revuelo habitual, con sus detractores denunciando los asesinatos del lobby de élites y sus admiradores tachándolos de conspiradores.

En realidad, las élites no necesitan a Bilderberg para guiar los destinos de Occidente; ni los Rockefeller o los Rothschild se rebajarían a invitar a Lilli Gruber o a Paolo Gentiloni, entre los cooptados italianos en Lisboa, a los verdaderos y más secretos centros de toma de decisiones.

Pero no es menos cierto que la reunión pseudoelitista es un lugar en el que se debaten cuestiones queridas por las élites reales, de modo que los cooptados pueden participar en la elaboración de estrategias, o al menos sentirse llamados a hacerlo, y pueden difundirlas.

Así pues, más que los cooptados jubilosos por tanta atención real, lo importante de la asamblea son los temas que se abordan. Entre ellos, según informa el Adnkronos, destaca la inteligencia artificial, de ahí la presencia de los para-gurús del sector, China, Ucrania y otros.

Entre otros, destaca el tema del "liderazgo estadounidense", del que nunca se ha hablado en el pasado porque no era necesario. Los invitados, por tanto, están llamados a meditar sobre el doloroso misterio del declive de la hegemonía estadounidense y a hacerle frente.

Pero si dedicamos una nota a tan tedioso ritual pseudoelitista, es porque entre los temas, entre las urgencias más sentidas para salvar el mencionado liderazgo, está la India, de la que las élites no se preocupaban nada hasta hace poco.

La cuestión es que Nueva Delhi, con su declaración de independencia frente al liderazgo occidental, puesta de manifiesto con su "niet" a la cruzada antirrusa, se ha convertido en un problema a resolver.


El nacionalismo de Modi y el siglo asiático

Prueba de ello es, además, la convocatoria del presidente Narendra Modi al G-7 la semana pasada, a la que se sumó la del líder de Brasil, otra nación réproba, Ignácio Lula da Silva, también hereje respecto a los dogmas de la guerra ucraniana.

Pero si la conversión de Brasil puede esperar, la de la India ha asumido el carácter de una verdadera emergencia. Tanto es así que Zelensky, que también acudió al G-7 para catequizar a los infractores, se reunió con Modi y no con Lula (que habría quedado literalmente "conmocionado" por la no reunión, según titula dramáticamente Aska, con un efecto hilarante).

Devolver a India al estrecho marco en el que la obligó la subordinación colonial, que duró mucho después del fin del dominio británico, es indispensable si se quiere contener a China y Rusia.

Sobre todo porque si Nueva Delhi logra encontrar un modus vivendi con Pekín, con la que lleva mucho tiempo en dialéctica, se abrirían las puertas del siglo asiático, dado el potencial latente en la cooperación de la mitad de la humanidad; con todas las consecuencias del caso para la hegemonía anglosajona.

Y tal convergencia es el destino manifiesto del nacionalismo indio encarnado por Modi, porque para que la India se aleje de los bancos de arena en los que está encallada, debe cortar los grilletes coloniales que aún la atormentan. Y para ello debe encontrar un puntal fuera de la anglosfera, concretamente en Rusia y China.

El documental de la BBC y el secesionismo sij

Esta es la razón por la que Modi se encuentra en el centro de atención de los amos de la anglosfera, como denota, entre otras cosas, la querella relativa a un documental de la BBC, la televisión estatal británica, que acusaba al presidente indio de grave responsabilidad en el pogromo hindú de 2002 contra la minoría islámica de Gujarat, de la que entonces era gobernador.

El documental dio lugar a un tira y afloja entre los gobiernos indio y británico, en el que también entró en juego el Tribunal Supremo de Nueva Delhi, que acusó a la TV de Su Majestad de difamación.

Más graves son los roces con el mundo anglosajón por el caso de Amritpal Singh, un extraño personaje que vivió "una década en Dubai" y regresó a la India en septiembre del año pasado, como señala al Jazeera, para dar vida al movimiento independentista de la minoría sij, encaminado a crear el mítico Khalistán (ya en el centro de la rebelión sij en los años setenta).

Tras su extinción en el país, señala al jazeera, "los grupos favorables a la secesión se volvieron activos a nivel internacional, principalmente en el Reino Unido, Canadá y Estados Unidos". India se ha quejado a menudo a los gobiernos extranjeros de las actividades de los sijs acérrimos de la diáspora india que, según ellos, pretenden reavivar la revuelta armada gracias también a un fuerte impulso financiero" (además, Singh era también el jefe del Waris Punjab De, un movimiento que estuvo entre los promotores de las protestas masivas de 2021 de los agricultores indios contra la reforma agraria de Modi).

Singh fue detenido a finales de abril, pero las cuestiones críticas entre la anglosfera y el nacionalismo indio no han terminado. La India de Modi sigue siendo el centro de atención de los círculos atlantistas. Se esperan acontecimientos.


 

 

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