Heidegger y el comienzo de la filosofía: la interpretación de Anaximandro y Parménides
Giovanni Sessa
https://www.paginefilosofali.it/heidegger-e-linizio-della-filosofia-lnterpretazione-di-anassimandro-e-parmenide-giovanni-sessa/
Un texto crucial para comprender el viaje filosófico de Martin Heidegger, L'inizio della filosofia occidentale. Interpretación de Anaximandro y Parménides, en librerías para Adelphi editado por Giovanni Gurisatti (pp. 313, 42,00 euros). Este texto heideggeriano recoge el curso que el filósofo impartió sobre el tema en Friburgo en 1932. Las tesis más relevantes coinciden tanto con las expresadas en Dell'essenza della verità (1930) como con las posiciones teóricas del trabajo de 1940, La dottrina platonica della verità. El volumen que nos ocupa se sitúa plenamente en el temperamento teórico que el pensador experimentó a principios de la década de 1930, la Kehre, el punto de inflexión que le llevó a dejar atrás la exclusividad de la perspectiva aristotélica sobre la que se había construido el mundo de Ser y Tiempo en 1927. En este contexto, Heidegger recuperó para su pensamiento la idea griega de verdad, aletheia, es decir, des-velación, ya que "verdadero" había sido entendido por la metafísica clásica como la conformidad del intelecto y la realidad.
Además, Heidegger, desde sus inicios académicos, había mostrado interés por el pensamiento auroral. Esta propensión se consolidaría en la posguerra, cuando el tema del Otro Inicio del pensamiento europeo ocuparía un lugar central en la especulación del filósofo de Friburgo. Los comienzos del pensamiento occidental se divide en tres partes: 1) Los dichos de Anaximandro; 2) La consideración intermedia; 3) El poema didáctico de Parménides. Para Heidegger, Anaximandro es un pensador que abordó el ser desde una perspectiva premetafísica. La primera locución del pensamiento europeo, de hecho, capta el ente en su ser. En concreto, las entidades se experimentan "al ser simultáneamente una-con-otra (acuerdo) y una-contra-otra (desacuerdo)" (p. 41). Esto significa que, para Anaximandro, el ser del ente es el tiempo: "su tarea y esencia es hacer que el ente aparezca y desaparezca" (pp. 50-51). El tiempo indica los ritmos del ser, a los que están sujetos los entes. Pero el ser y los entes no dicen lo mismo, Heidegger sigue siendo dualista en estas páginas, como en Ser y Tiempo: "El ser y los entes son diferentes - y esta diferencia es lo más original que [...] puede darse" (p. 64).
En la extensísima
exégesis dedicada a Parménides, el filósofo despliega su habitual
agudeza filológica y su puntillosidad en la exégesis del poema eleático.
En sus versos, además de la vía del ser y la del no-ser, que es
infranqueable, se menciona la vía de la doxa, que, según Heidegger, debe
ser conocida por el sabio, ya que, como señala el editor: "sólo quien
ha experimentado a fondo la esencia errante de la vía-doxa puede
decidirse a [...]tomar la vía-aletheia" (p. 22). Se abre así la cuarta
vía parmenídea, la de la conversión del sabio a la primera vía, al ser.
Tanto en este primer experimento hermenéutico con el Eleatismo como en
los posteriores, el pensador abraza la tesis de que: "percibir y ser
co-iguales" (p. 223). La seinfrage, la cuestión fundamental del
pensamiento, es posible gracias a esa pertenencia del hombre y del ser.
Por tanto, si el ser se da como presencia al hombre, éste: "puede a su
vez tenderle la mano para acogerlo" (p. 23). Existe una reciprocidad
dinámica entre los dos polos, aunque se atribuya la primacía al ser. El
hombre no puede sino proyectarse ex-staticamente en el azabache del
ser. Por eso, en opinión del escritor, en virtud del dualismo que
recorre todo el sistema de pensamiento del alemán (ser-ser,
auténtico-inauténtico, etc.), siguió siendo un teólogo más que un
ontólogo durante toda su vida.
El hecho es que, en este volumen, la reflexión heideggeriana se abre, superando la concepción lineal de la historia, a la actualidad de la cuestión del "primer comienzo" del pensamiento. Esta auroridad, aunque velada, sigue vigente en la historia y en el presente y nos presiona: "nos pide que experimentemos esta cercanía y que nos ocupemos de ella" (p. 24). Por eso, señala Heidegger, la Seinfrage es una cuestión destinal, en la que se da la posible salvación de la esencia del hombre. En la Consideración intermedia, el pensador otorga rasgos éticos a sus reflexiones. Entregarse a la aletheia implica, por parte del sabio, transformarse en profundidad, realizar un verdadero cambio de corazón, liberarse de las ataduras de la apariencia. Inevitablemente, parte de esta actitud de indagación es un retorno al cuestionamiento de la "pregunta no formulada del ser" (p. 131).
Sólo en esa reflexión se comprenderá que el comienzo no queda atrás, no se recupera simplemente mirando hacia atrás, porque está: "ante nosotros como tarea esencial de nuestra propia esencia" (p. 136). Esta afirmación explica el sentido de la recuperación heideggeriana de Anaximandro y Parménides. La filosofía de Heidegger es, sin temor a equivocarme, uno de los intentos más originales (en el sentido de su mirada al origen), más orgánicos y complejos producidos por el pensamiento del siglo XX. Se centra esencialmente en el intento de recuperar la physis griega.
Tal vez, como reconoció Franco Volpi en Contribuciones a la filosofía, el proyecto heideggeriano se repliega paradójicamente sobre sí mismo y fue llevado a cabo por el alumno "herético" del filósofo, Karl Löwith. Esta última postula, como única trascendencia para el hombre, la physis y sus ciclos. Como se desprende de las páginas que hemos presentado brevemente, la pregunta resuena en Heidegger: "¿Por qué el ser y no la nada?". La pregunta está mal planteada ya que, como demostraron a principios del siglo XX las filosofías de Evola y Emo, atentas a la tradición dionisíaca helénica, el ser es la nada. Coincidencia hermética de contrarios, no dualismo ontológico.
El hecho es que, en este volumen, la reflexión heideggeriana se abre, superando la concepción lineal de la historia, a la actualidad de la cuestión del "primer comienzo" del pensamiento. Esta auroridad, aunque velada, sigue vigente en la historia y en el presente y nos presiona: "nos pide que experimentemos esta cercanía y que nos ocupemos de ella" (p. 24). Por eso, señala Heidegger, la Seinfrage es una cuestión destinal, en la que se da la posible salvación de la esencia del hombre. En la Consideración intermedia, el pensador otorga rasgos éticos a sus reflexiones. Entregarse a la aletheia implica, por parte del sabio, transformarse en profundidad, realizar un verdadero cambio de corazón, liberarse de las ataduras de la apariencia. Inevitablemente, parte de esta actitud de indagación es un retorno al cuestionamiento de la "pregunta no formulada del ser" (p. 131).
Sólo en esa reflexión se comprenderá que el comienzo no queda atrás, no se recupera simplemente mirando hacia atrás, porque está: "ante nosotros como tarea esencial de nuestra propia esencia" (p. 136). Esta afirmación explica el sentido de la recuperación heideggeriana de Anaximandro y Parménides. La filosofía de Heidegger es, sin temor a equivocarme, uno de los intentos más originales (en el sentido de su mirada al origen), más orgánicos y complejos producidos por el pensamiento del siglo XX. Se centra esencialmente en el intento de recuperar la physis griega.
Tal vez, como reconoció Franco Volpi en Contribuciones a la filosofía, el proyecto heideggeriano se repliega paradójicamente sobre sí mismo y fue llevado a cabo por el alumno "herético" del filósofo, Karl Löwith. Esta última postula, como única trascendencia para el hombre, la physis y sus ciclos. Como se desprende de las páginas que hemos presentado brevemente, la pregunta resuena en Heidegger: "¿Por qué el ser y no la nada?". La pregunta está mal planteada ya que, como demostraron a principios del siglo XX las filosofías de Evola y Emo, atentas a la tradición dionisíaca helénica, el ser es la nada. Coincidencia hermética de contrarios, no dualismo ontológico.
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