Fareed Zakaria: la guerra de Ucrania y el arma del dólar


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La guerra de Ucrania ha puesto fin a la era de la globalización iniciada en 1989 y está planteando graves riesgos para Estados Unidos. En este sentido, resulta alarmante que Fareed Zakaria, uno de los líderes de opinión más influyentes de EE.UU., escriba en el Washington Post que cree que las alarmas sobre una guerra nuclear son exageradas.

De hecho, "Occidente está librando de forma compacta una guerra económica a escala mundial contra Rusia que habría sido inimaginable hace sólo un año". Y es probable que las consecuencias de esta guerra persistan durante "décadas".


La resistencia de Rusia

Esta guerra, que precisamente marca el fin de la globalización posterior a 1989 para abrir la era de la competencia entre potencias, plantea riesgos muy elevados, "incluso para Estados Unidos", escribe Zakaria, que a continuación señala cómo las sanciones han fracasado en su objetivo de colapsar a Rusia, que en cambio ha revelado una inesperada "resistencia".

Según Zakaria, esto se debe tanto al hecho de que Rusia ya estaba mal integrada en la era de la globalización, como a que es uno de los mayores productores mundiales de materias primas, que no se sancionan porque esto perjudicaría no sólo al productor, sino también al consumidor.

Hay mucho subtexto en este punto del artículo y hay que preguntarse por qué la única verdadera sanción cero ha sido la del gas ruso, lo que hace que Europa tenga que comprarlo en otros lugares, en particular en Estados Unidos, a quien se lo compra a un precio cuatro veces superior, como ha denunciado públicamente el ministro francés de Asuntos Exteriores, Bruno Le Maire.

En este caso concreto, los consumidores europeos se han visto afectados, y de qué manera. Evidentemente, incluso en la lista de sanciones, la UE se ha mostrado proclive a los EE.UU., permitiéndole no perturbar los negocios en el extranjero, sino sólo hundirnos.

Pero, volviendo al artículo de Zakaria, señala cómo las sanciones sobre el petróleo no están funcionando, de ahí la urgencia de imponer un techo al precio del oro negro ruso, que ciertamente no se puede abandonar, pero que puede, de esta manera, permitir menores beneficios para Moscú.

Esto es lo que ha exigido la Reserva Federal de Estados Unidos, con la pronta obediencia de Europa, que corre el riesgo de encontrarse con otra vela en la mano porque Putin ha dejado claro que no venderá petróleo a los países que adopten esa medida.

El arma del dólar

Pero el punto realmente interesante es otro, cuando Zakaria escribe: "El mayor peligro para Estados Unidos es que gran parte de esta guerra económica mundial la está librando sólo Estados Unidos, utilizando el estatus único del dólar como arma. Dado que las naciones deben utilizar esta única moneda verdaderamente global, la amenaza de excluirlas [del comercio internacional] permite aplicar amplias sanciones que también pueden afectar a los bienes y servicios que no se producen en Estados Unidos".

En realidad, el dólar se ha utilizado durante mucho tiempo como un arma de intimidación y coerción masiva, y sin embargo, continúa Zakaria, en la tormenta desatada por la guerra de Ucrania, "muchos países -Arabia Saudí, los demás Estados del Golfo, India, Turquía, Indonesia y China sobre todo- están buscando formas de sacudirse el control de la moneda estadounidense y escapar de la longa manus del poder económico de Washington".

Una fuga para liberarse del yugo del dólar que EE.UU. debe evitar, según Zakaria, quien sugiere a Biden que se trata de una situación anómala y que en circunstancias normales no se utilizará esa palanca.

Y aquí el experto estadounidense parece demasiado ingenuo, ya que parece olvidar que los países a los que se dirigiría esa tranquilidad conocen perfectamente la historia reciente y cómo ésta enseña que no se trata en absoluto de una anomalía temporal. Y un pequeño discurso no será suficiente para tranquilizarlos; para hacerlos volver al redil será necesario utilizar el poder blando o la fuerza bruta, con todas las incógnitas del caso.

Y sin embargo, esa ingenuidad, evidentemente intencionada, permite a Zakaria centrarse en el peligro para Estados Unidos mientras evade la verdadera cuestión, es decir, por qué tantos países han decidido iniciar esta rebelión tácita ahora. Una verdadera revuelta contra el dominus, que revela su debilidad en la escena internacional.

Estados Unidos tiene que sofocar absolutamente esta revuelta, alarma Zakaria, "de lo contrario, aunque Estados Unidos gane el enfrentamiento con Rusia, los historiadores del futuro podrían recordar estos años como la época en la que los países de todo el mundo empezaron a reducir su dependencia de Estados Unidos, la época en la que Washington empezó a perder lo que un presidente francés llamó una vez el "inmenso privilegio" de poseer la moneda de reserva del mundo".

La concordancia Zakaria - Putin

De hecho, con su nota Zakaria no hace más que confirmar, desde otra perspectiva, lo que Putin ha afirmado en varios discursos, a saber, que la guerra de Ucrania es sólo una parte de esta nueva guerra mundial, en la que está en juego la perpetuación o el fin de la dominación absoluta de Estados Unidos sobre el mundo, una supremacía de la que el dólar es el arma y el símbolo.

Permítanos, para terminar, volver al incipit de nuestra nota para dar una nota de color. La era de la globalización había comenzado con la derrota del histórico enemigo de la Guerra Fría, de la que el 89 es un símbolo: el Muro de Berlín cayó cien años después del nacimiento de Hitler, que nació en 1889, ironizó entonces un conocido político italiano. La globalización, ya debilitada por la pandemia, terminó con el regreso del enemigo histórico a la arena internacional.

Con la globalización, se ha abierto la era de la competencia entre las potencias, en palabras de Zakaria. La cuestión es que Estados Unidos aborda este nuevo y totalmente diferente escenario con perspectivas y dinámicas del pasado, por lo que la guerra de Ucrania se trata de la misma manera que la de Irak o Libia, sin importar que se trate de un enfrentamiento con una potencia nuclear. Una trágica miopía que exacerba las criticidades e incógnitas del presente y del futuro.


 

 

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