Protestas en Turquía: Erdogan bajo presión

 


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El presidente Recep Tayyip Erdogan hizo arrestar a su mayor rival político, el alcalde de Estambul, Ekrem Imamoglu. Esto provocó protestas en varias ciudades. Cientos de manifestantes fueron detenidos. Turquía se enfrenta a disturbios masivos contra el "sultán del Bósforo", cuya posición se está debilitando cada vez más.

La situación en Turquía es tensa. La detención del alcalde de Estambul, Ekrem Imamoglu, ha desatado protestas en todo el país, recordando las grandes manifestaciones de 2013, cuando los ciudadanos se levantaron contra la destrucción del parque Gezi. En la noche del sábado, el Ministerio del Interior informó que 343 personas habían sido arrestadas en varias ciudades, incluidas Estambul y Ankara. Estas medidas fueron justificadas con el argumento de la necesidad de mantener el orden público. Sin embargo, la realidad es mucho más compleja y plantea preguntas sobre los derechos democráticos en Turquía.

Las protestas, que comenzaron el 19 de marzo, no son solo una reacción a la detención de Imamoglu, sino que reflejan un descontento más profundo con la situación política y económica del país. El alcalde fue arrestado en su propia casa bajo acusaciones de terrorismo y corrupción, lo que muchos consideran una acción políticamente motivada. "Hay una gran ira. La gente sale espontáneamente a la calle. Algunos jóvenes están siendo politizados por primera vez", explicó Yuksel Taskin, un diputado del Partido Republicano del Pueblo (CHP), considerado socialdemócrata, sobre los acontecimientos actuales.

Imamoglu, que es visto como un rival serio para el presidente Recep Tayyip Erdogan, estaba previsto como candidato de su partido CHP para las próximas elecciones presidenciales de 2028. Su arresto podría interpretarse como un intento de debilitar la oposición política y fortalecer el control sobre la opinión pública. "Hoy, durante mi interrogatorio, veo que mis colegas y yo estamos confrontados con acusaciones y difamaciones inimaginables", declaró Imamoglu durante su interrogatorio policial.

Las acusaciones en su contra son graves: desde dirigir una organización criminal hasta corrupción y apoyo al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), que está prohibido. Estas acusaciones son explosivas tanto legal como políticamente. Tienen como objetivo desacreditar a Imamoglu y a sus seguidores y manipular la percepción pública. El hecho de que la Universidad de Estambul declarara un día antes de su arresto que su diploma era inválido refuerza la impresión de que se trata de una maniobra política. En Turquía, solo las personas con títulos universitarios pueden postularse para cargos políticos.

La reacción del gobierno ante las protestas también es preocupante. El ministro del Interior, Ali Yerlikaya, anunció que se habían identificado cientos de cuentas en redes sociales y que 37 usuarios habían sido detenidos por "publicaciones provocativas que incitan a crímenes y al odio". Esto muestra que el gobierno no solo está actuando contra los manifestantes, sino también contra la expresión digital. Las restricciones en las plataformas sociales son otro signo de la creciente represión en Turquía.

Las protestas no solo son una expresión de descontento por la detención de Imamoglu, sino también un signo de la frustración generalizada sobre la situación económica y social en el país. "El sentimiento de estar atrapado en todos los aspectos—económico, social, político e incluso cultural—ya es generalizado", dijo el periodista y autor Kemal Can. Estos sentimientos están profundamente arraigados en la población y podrían llevar a un punto de inflexión en el paisaje político de Turquía.

El CHP, que se encuentra en la tradición laica y kemalista del fundador del Estado, Mustafa Kemal Atatürk, ha llamado a sus seguidores a manifestarse pacíficamente y ha enfatizado que las detenciones son políticamente motivadas. El partido se considera responsable de representar la voz de los ciudadanos y luchar contra las medidas represivas del gobierno. Los acontecimientos actuales podrían servir como un llamado de atención para muchos ciudadanos que hasta ahora se han mantenido al margen de la política.

La pregunta que ahora se plantea es si estas protestas podrían dar lugar a un movimiento más amplio que cambie fundamentalmente las relaciones políticas en Turquía. El gobierno de Erdogan, orientado hacia el gran imperio otomano, compuesto por el islamista AKP y el islamo-nacionalista MHP, ha demostrado en el pasado que está dispuesto a reprimir cualquier forma de oposición con mano dura. Sin embargo, la ira de los ciudadanos podría ser un factor impredecible que desestabilice los cálculos políticos del gobierno.

Por otro lado, vale la pena considerar que Erdogan no se ha hecho muchos amigos en Occidente (especialmente en la OTAN, Estados Unidos y la UE) con su política grande-otomana y ambivalente. Un cambio hacia un presidente prooccidental "más confiable", como Imamoglu, podría jugar a favor de la alianza militar transatlántica. En este caso, Turquía podría asumir roles en el Medio Oriente y el Cáucaso por parte de los Estados Unidos, que ya quieren enfocarse más en Asia Oriental: China y Corea del Norte.

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