Los talibanes y la política en Afganistán

Markku Siira
https://markkusiira.com/2023/08/22/taliban-ja-politiikka-afganistanissa/
Cuando los talibanes afganos aparecen en los titulares, el tono es casi invariablemente negativo. Diversos medios de comunicación han informado de cómo el movimiento talibán sigue "monopolizando el poder" y, según los opositores al Emirato Islámico, no tiene intención de permitir el "pluralismo político" en el país.
Desde el regreso de los talibanes al poder hace un par de años, tanto Occidente como los vecinos de Afganistán han pedido que se forme un "gobierno integrador" en el país, que en la práctica también permitiría las actividades políticas de los enemigos de los talibanes.
Los talibanes se han opuesto a la admisión de "políticos desacreditados y títeres" del régimen anterior en el gobierno actual. Argumentan que el gobierno actual sigue teniendo una base suficientemente amplia, con representación de diferentes grupos.
El regreso de una quinta columna prooccidental, incluso a los márgenes del poder, sería, según el movimiento talibán, una traición descarada a todos los afganos que han luchado durante mucho tiempo contra las fuerzas de ocupación extranjeras y sus "títeres" y "títeres" locales.
Antes de que los talibanes recuperaran el control de un Afganistán devastado por la guerra, después de que las fuerzas de ocupación dirigidas por Estados Unidos y el ex presidente Ashraf Ghani huyeran del país con su maletín hace dos años, el Ministerio de Justicia contaba con más de setenta partidos políticos grandes y pequeños en su registro.
En la última medida talibán, el ministro de Justicia, Abdul Hakim Sharaee, ha anunciado que prohibirá esos partidos, ya que "sus actividades no se basan en la sharia, no sirven a los intereses nacionales y el pueblo no les respeta".
Aunque el gobierno talibán ha prohibido la actividad política desde el principio, la declaración del fiscal general se considera la primera postura oficial al respecto.
En los últimos años, los talibanes han sido acusados de restringir la libertad de asociación, reunión y expresión con el fin de reprimir a los críticos y de permitir que sólo los partidarios del movimiento participen en dichas actividades.
Las instituciones creadas por la élite gobernante occidental, encabezadas por la ONU, han condenado repetidamente el "deterioro de las condiciones de los derechos humanos" en Afganistán y han pedido al movimiento talibán que revierta "las restricciones impuestas a las mujeres y a las libertades civiles".
Los talibanes, por su parte, creen que la llamada "comunidad internacional" desearía restablecer un gobierno títere liberal en Afganistán. Por eso Occidente y sus vasallos no están dispuestos a reconocer y apoyar al Emirato Islámico y a su régimen legítimo. Además, la administración Biden sigue empeñando para sí los activos del Banco Central Afgano.
Como afirma la página web oficial del emirato, "los afganos llevan varias décadas luchando por el sistema islámico y han derrocado regímenes proextranjeros". Después de tales sacrificios, no están dispuestos a transigir.
"En lugar de advertencias, sanciones, congelación de activos, prohibiciones de viajar a las autoridades del Emirato Islámico y excusas sobre los derechos humanos, el mundo debería buscar una buena interacción con Afganistán, en el marco de su fuerte sistema islámico actual".
"Si el resto del mundo quiere hacer de Afganistán un amigo económico cercano, no tiene más remedio que acercarse y restablecer un compromiso basado en las relaciones bilaterales", escribe la página web del régimen talibán.
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