Ernst Jünger y la criatura de las trincheras



Constantin von Hoffmeister

https://eurosiberia.substack.com/p/ernst-junger-and-the-trench-creature?utm_source=post-email-title&publication_id=1305515&post_id=122083085&isFreemail=true&utm_medium=email


Mientras la locura de la Gran Guerra envolvía Europa, Ernst Jünger se encontró en las trincheras encharcadas, con el hedor de la muerte y el barro mezclándose en el aire. Fue aquí, en estos paisajes de pesadilla, donde se enfrentó a un adversario de origen claramente cósmico, una manifestación de los horrores indecibles de Lovecraft. En La llamada de Cthulhu, Lovecraft escribió: "Vivimos en una plácida isla de ignorancia en medio de negros mares del infinito, y no estaba previsto que viajáramos lejos". Pero Jünger, en plena batalla, ya estaba a la deriva en esos mares negros. "Veníamos de las aulas, de los pupitres de la escuela y de los bancos de trabajo de las fábricas, y durante las breves semanas de entrenamiento, nos habíamos unido en un grupo grande y entusiasta", escribió en Tormenta de acero.

Una noche escalofriante, bajo el resplandor fantasmal de la luna, se encontró enzarzado en una lucha brutal con un soldado francés. Pero éste no era un hombre corriente. Mientras Jünger forcejeaba con su enemigo, la fachada del soldado se derritió, revelando una criatura que recordaba el grotesco espanto del Innsmouth de Lovecraft: un hombre-rana, su cuerpo una mezcla impía de hombre y anfibio, sus ojos redondos y saltones, brillando en la tenue luz. "En todas partes se vivía la vida en su forma más extrema", recordaba Jünger.

Las manos de Jünger, cubiertas por el barro de las trincheras y resbaladizas por la piel viscosa de la bestia, luchaban por mantener su agarre alrededor de la garganta de la criatura. El corazón le latía con fuerza en el pecho, el terror de su situación competía con la adrenalina de la lucha. Podía sentir el pulso frenético de la criatura bajo sus dedos, su retorcimiento desesperado, sus guturales graznidos de angustia resonando en los estrechos confines de la trinchera. "Aquí, en las trincheras, ganaría el bando que primero se recuperara", reflexionó Jünger.

Sus dedos se apretaron, los músculos de sus brazos se tensaron con el esfuerzo. Los ojos de la criatura empezaron a sobresalir aún más grotescamente de su cara, el repugnante y húmedo chasquido al salirse de sus órbitas resonó en los oídos de Jünger. Un fluido viscoso y entintado se derramó, fluyendo por el rostro de la criatura como lágrimas de alquitrán. "La muerte había mostrado su rostro; no había escapatoria, y la quietud de la noche nos hizo comprender el horror de nuestra situación".

El hombre rana se agitó, sus garras arañaron los brazos de Jünger en un vano intento de liberarse. Pero Jünger se mantuvo firme, su determinación alimentada por la pura abominación que era su oponente. La vida se desvaneció de la criatura, sus forcejeos se ralentizaron, sus graznidos se desvanecieron, hasta que finalmente, con un último estremecimiento, cayó inerte. "Irónicamente", reflexionó Jünger, "fue nuestra experiencia compartida de tal inhumanidad lo que nos permitió mantener la cordura en medio del caos".

Después, el cuerpo del hombre rana se descompuso rápidamente, fundiéndose en el fango de la trinchera, como si la propia tierra tratara de ocultar las pruebas de esta monstruosidad cósmica. El único testimonio de la espantosa batalla era el persistente hedor de la descomposición y el recuerdo indeleble grabado en la mente de Jünger, un sombrío recordatorio de los horrores indecibles ocultos en medio del caos de la guerra. Confió en Tormenta de acero: "La guerra nos había enseñado las diversidades de la muerte".

¡Gracias por leer Eurosiberia! Suscríbase gratis para recibir nuevos posts y apoyar mi trabajo.



 

Commentaires

Posts les plus consultés de ce blog

Reflexiones sobre la tragedia de Valencia. Lo que nadie se atreve a decir

El Titanic argentino. Un nuevo capitán, la misma ruta....

Valencia el fracaso de un modelo y una clase política.