Si no abrazamos el wokismo, ¿eso nos convierte en transfóbicos?
Por Jill-Manon Bordellay
https://eurolibertes.com/lobbies/si-nous-nadherons-pas-au-wokisme-est-on-pour-autant-transphobe/
Nacido a mediados de la década de 2000 en Estados Unidos, a raíz del movimiento
Black Lives Matter, el wokismo es un movimiento social, una ideología que
suscita un interés creciente en todo el mundo. Derivada de la palabra
"woke", "despierto", "éveillé", esta ideología
hace referencia a la toma de conciencia de los problemas de justicia social y
racismo. Las injusticias incluyen a las mujeres, la comunidad LGBT, los negros,
los inmigrantes, discriminados por el racismo y el sexismo. El objetivo es
concienciar a las poblaciones blancas: el 'privilegio blanco' se refiere
específicamente a los hombres blancos y heterosexuales.
En general, la "cultura de la cancelación" es un componente del
wokismo que denuncia y aparta a quienes discriminan por motivos de género y
sexualidad. Así, pretende denunciar públicamente a personalidades con
declaraciones racistas, xenófobas, homófobas o transfóbicas.
Jean-François Braunstein, profesor emérito de epistemología en la Universidad
de la Sorbona, denuncia en su libro titulado La religión despierta todos los excesos de este movimiento. Para
él, la diferencia entre los sexos es ante todo biológica, y no sólo una
construcción social. En efecto, la biología sostiene que hay seres vivos cuya
reproducción es sexual y éste es notablemente el caso de la especie humana.
Para el wokismo, el cuerpo se ha convertido en un objeto con el que se puede
hacer lo que se quiera, lo que conduce a la liberación del cuerpo. Esta teoría
del género -en la que uno puede elegir su sexo- se ha generalizado en las escuelas.
Un niño de 5 años puede elegir su sexo, en particular gracias a la ley francesa
del 2 de agosto de 2021 sobre bioética, que permite al legislador ocuparse de
una cuestión importante, la de los niños intersexuales o intersexuados,
designados en las nuevas disposiciones del código de salud pública como
"que presentan una variación en el desarrollo genital". El wokismo ha
deconstruido así la teoría del género. Como recuerda la periodista Eugénie
Bastié, "degenerar los juguetes es la nueva moda woke".
Este movimiento también tiende, según Jean-François Braunstein, a borrar toda
la memoria histórica de la civilización, un proceso particularmente nihilista.
Para el wokismo, no existe la naturaleza, todo es cultural. En nombre de la
lucha contra la discriminación, la "religión woke" enseña verdades
que son, cuando menos, inauditas. La "teoría del género" profesa que
el sexo y el cuerpo no existen y que sólo existe la conciencia. Del mismo modo,
la teoría afirma que los blancos son racistas, pero que ningún racista es
racista.
Para los seguidores del wokismo, no existen ciencias objetivas, ni verdades
científicas, y los partidarios de este movimiento atacan la ciencia y la
tecnología occidentales. Así, para Jean-François Braunstein, el wokismo es una
secta que tiene ritos y manifestaciones que animan a pedir perdón porque la
humanidad es pecadora, sobre todo cuando está compuesta por hombres blancos y
heterosexuales. Pero esta religión no anuncia en absoluto un mundo radiante.
El cartel que representa a un "hombre embarazado" ha dado la vuelta a
las redes sociales y ha desatado una nueva polémica en torno a la Planificación
Familiar. Esta asociación, que en un principio pretendía ser "un
movimiento de educación popular y permanente", parece adherirse ahora a todas
las tesis en torno a la teoría de género. De hecho, para que un hombre pueda
estar embarazado, ¡tendría que tener útero!
Cuando la novelista J.K Rowling se opuso a la sustitución de la palabra
"mujer" por "persona que menstrúa", fue acusada de transfobia.
El discurso de los activistas aboga por una primacía absoluta de la identidad
de género sobre la biología (con la idea de que uno puede declararse mujer u
hombre, independientemente de sus órganos reproductores) al tiempo que reduce a
las mujeres a su biología en nombre de la inclusividad (con frases como
"persona que menstrúa").
En términos de lenguaje, por tanto, los activistas trans se encuentran en la
difícil posición de querer sustituir la palabra "mujer" por términos
anatómicos y, al mismo tiempo, afirmar que sólo importa la identidad de género,
no el sexo biológico.
En el mundo real, existe un prejuicio conocido contra quienes no se identifican
con el sexo que se les asignó al nacer. Según un estudio reciente, alrededor
del 2,7% de los adolescentes de Estados Unidos se identifican como trans o de
género diverso. Estudios recientes han revelado las capacidades terapéuticas de
los avatares de los juegos para muchas personas queer, que sufren mayores
índices de ansiedad y depresión debido a la necesidad de identificarse con su
género. Un avatar es un humano digital que nos representa en un espacio virtual
para vivir distintos tipos de experiencias con el fin de solidificar nuestra
propia imagen o personalidad produciendo transformaciones y convirtiéndose en
un lugar de deseo.
Permite a una persona imitar físicamente a quien quiere ser. Para muchas
personas, salir del armario como queer
viene precedido de un reconocimiento privado de la identidad. Este viaje hacia
la autorrealización y la identidad de género afecta sobre todo a los jóvenes.
Tendremos que admitir que todo es sexual, como dijo Sigmund Freud, y que este
pansexualismo N-dimensional socavará sin duda toda nuestra cultura y, en
consecuencia, ¡nuestra ortografía!
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