¿Interferencia de EEUU en Nagorno-Karabaj?
Alexander Markovics
Más
de 100 muertos, vídeos de mujeres armenias mutiladas y prisioneros de
guerra armenios liquidados: desde septiembre de este año, el conflicto
de Nagorno-Karabaj ha vuelto a estallar. El conflicto, que arde desde
1991, gira en torno al exclave armenio en medio de Azerbaiyán. En 1993,
Armenia consiguió reclamar el territorio para sí, pero Ereván no
consiguió asegurar sus conquistas mediante acuerdos diplomáticos, como
le aconsejó Rusia.
Así, la situación del
Estado del Cáucaso cristiano pudo cambiar radicalmente a partir de 2020:
con las armas turcas e israelíes, especialmente los drones, Bakú
consiguió recuperar grandes partes de la región disputada. Sólo una
fuerza rusa de mantenimiento de la paz pudo evitar algo peor. En la
propia Armenia, Nikol Pashinyan, que llegó al poder gracias a la
Revolución de la Seda de 2018, patrocinada por Occidente, fue acusado de
liderazgo incompetente en la guerra y de traición. Sin embargo,
Pashinyan pudo mantenerse al margen de las protestas y se hizo elegir de
nuevo primer ministro en 2021 en unas elecciones que amañó.
Esto
también cambió la situación geopolítica del estado del Cáucaso: antes
era un estrecho aliado de Rusia e Irán, ahora Pashinyan empezó a elevar a
miembros de ONG occidentales a puestos gubernamentales y a firmar un
acuerdo con la UE. Bajo su égida, Armenia envió tropas a Kosovo y
Afganistán para apoyar la "Asociación para la Paz de la OTAN". En 2022,
volvieron a producirse protestas tras el avance azerbaiyano en Karabaj,
pero Pashinyan sigue aferrado al poder. Todo esto no es una
coincidencia: como señala el documento de estrategia "Extending Russia"
del think tank globalista RAND Corporation, hay que estirar las fuerzas
de Moscú atándolas en tantos frentes como sea posible.
Para
ello, es necesario maniatar a las fuerzas rusas a través de los
conflictos en el sur de Rusia, en Osetia del Sur y Abjasia, y en el
Cáucaso, para llevarla a la derrota en otros frentes. La base militar
rusa cerca de Ereván es una espina en el costado de Washington, ya que
consolida el poder de Moscú en el Cáucaso. El conflicto tiene varios
objetivos: Se pretende que Armenia se retire de la alianza rusa OTSC y
que se aleje también de la organización de Shanghai, que se está
convirtiendo en una alternativa a las instituciones occidentales.
Mientras tanto, una misión de la OTSC ha partido hacia Karabaj para
analizar la situación.
Por este motivo, la
presidenta de la Cámara de Representantes de EEUU, Nancy Pelosi, visitó
Armenia por primera vez desde 1991 para condenar la agresión de
Azerbaiyán. Al mismo tiempo, Soros está fomentando el apoyo a la
secesión de Armenia de Rusia y la entrada del Estado del Cáucaso en la
OTAN a través de sitios que financia, como "eurasia.net", y la UE
también ha intervenido de repente como "mediadora". Pero hay una cosa de
la que Ereván puede estar segura en toda esta frenética actividad: A
Occidente no le preocupa el bienestar de los armenios, sino llevar la
bandera del arco iris más al este.
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