Werner Sombart, un pensador esencial pero poco conocido.
Por Johan Hardoy
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Guillaume
Travers es profesor de economía y formador en el Instituto Iliad. En su
último libro -Werner Sombart, publicado en la colección Qui suis-je-
presenta de forma bien documentada la vida y la obra de una figura
destacada de la revolución conservadora alemana, cuya vida encarna una
ética prusiana impulsada por la convicción de que "sólo la ley puede dar
libertad".
Un gran nombre en la sociología
Werner Sombart
nació en enero de 1863 en Sajonia. Su padre, diputado en el Reichstag
por el Partido Nacional Liberal, se comprometió a defender la cuestión
social en una Alemania sometida a rápidos cambios industriales. El joven
devoró las obras de Zola y también desarrolló una sensibilidad hacia la
difícil situación de los trabajadores.
Durante sus estudios
universitarios, descubrió la obra de Karl Marx, al que calificó de
"genio". Cuando se convirtió en profesor universitario, provocó un
escándalo entre sus compañeros al llevar a sus alumnos a visitar
fábricas y minas o al escribir virulentos artículos contra el trabajo a
domicilio en el sector textil, lo que consideraba una forma de impedir
el surgimiento de un movimiento de protesta. Friedrich Engels lo elogió:
"Es la primera vez que un profesor alemán se esfuerza por tratar de
entender a partir de sus escritos lo que Marx realmente quiso decir. A
principios de siglo, participó en la creación de la Asociación
Internacional de Derecho del Trabajo.
Werner Sombart se consagró
como una de las principales figuras de la emergente sociología alemana
cuando se publicó su libro magistral, "El capitalismo moderno", que
trataba sobre la artesanía y su declive en la era moderna.
Se
convirtió en una figura prominente y académica y adquirió mayor
protagonismo en los debates públicos tras la Gran Depresión que siguió
al crack de 1929. En un contexto en el que muchos creían que el
capitalismo estaba en crisis terminal, su pensamiento se dirigía a
encontrar una vía alternativa entre el socialismo revolucionario y el
laissez-faire liberal.
En 1934, su obra más política y
controvertida, "El socialismo alemán", fue juzgada "reaccionaria" por
los nazis debido a su orientación excesivamente rural. En su último
libro publicado en 1938, "De l'Humain", criticó la reducción del hombre a
su sola raza, lo que acentuó su marginación académica. Lejos de las
grandes audiencias que solía atraer, sólo los extranjeros asistían a sus
conferencias, ya que se desaconsejaba la presencia de estudiantes
alemanes.
Werner Sombart murió en mayo de 1941, desesperado por
la situación de su país y por el advenimiento de una civilización que
consideraba deshumanizada por su carácter puramente mecánico.
En la tradición del romanticismo alemán
En
su visión del mundo, las decisiones y los comportamientos humanos no se
guían por la razón abstracta, como querría la filosofía de la
Ilustración, sino por los orígenes, la mentalidad y la jerarquía de
valores de cada pueblo y época. Esta concepción está influenciada por
los conceptos de Volksgeist ('espíritu del pueblo') y Zeitgeist
('espíritu de la época') formulados por Johan Gottfried von Herder, el
amigo y mentor del joven Goethe.
Así, cada pueblo tiene su propia
forma de ver el mundo y de jerarquizar sus fines en el espacio social,
que evoluciona con el tiempo y no está determinada mecánicamente por
factores materiales como en la teoría marxista. El objetivo del pensador
es, por tanto, comprender este "espíritu" que vincula los hechos
sociales para formar un "sistema".
El capitalismo como "espíritu
Werner
Sombart aborda el estudio del capitalismo no sólo desde una perspectiva
económica sino también nacional. Completando la formulación del
Manifiesto Comunista de Marx, especifica que hay "dos antagonismos
sociales en torno a los cuales gira toda la historia de la vida social,
como en torno a dos polos; los llamaré antagonismos sociales y
antagonismos nacionales, tomando la palabra nacional en su sentido más
amplio". Del mismo modo, el socialismo, engendrado por el capitalismo,
es en sí mismo nacional (¡un concepto que no debe confundirse con el
régimen nacionalsocialista!).
Su libro "El burgués" expone la
diferencia entre el espíritu precapitalista, marcado por la fuerza
interior y la valorización de la calidad, y el espíritu capitalista en
el que el poder puramente exterior y la perspectiva cuantitativa lo
sustituyen.
El hombre tradicional se caracteriza así por un
principio de autolimitación. Cada persona, según su posición social en
la comunidad, recibe lo necesario y no busca obtener más: "El artesano
sólo quiere trabajar lo necesario para ganarse la vida".
El
capitalista, en cambio, busca acumular cada vez más valorando la
asunción de riesgos y la búsqueda de beneficios. El espíritu
empresarial, que antes servía a fines extraeconómicos, se pone al
servicio del afán de lucro. Esta combinación sin precedentes constituye
el espíritu burgués, hecho de cálculo y racionalidad exagerada.
Sombart
sitúa este nuevo desarrollo a partir de finales del siglo XV, en la
época de la invención de la contabilidad moderna en Italia, sin reducir
sin embargo su aparición a una sola causa, ya que factores como el
desarrollo del Estado, las consecuencias de las guerras o el gusto por
el lujo desempeñan también un papel histórico esencial.
En
"Mercaderes y héroes", publicado durante la Primera Guerra Mundial,
contrasta "dos tipos opuestos, que constituyen, por así decirlo, los dos
polos de toda orientación humana en la Tierra". El primero, encarnado
en la figura del inglés, quiere hacer de su vida una empresa rentable,
mientras que el segundo, representado por el alemán, se pregunta qué
puede darle. Por lo tanto, este conflicto entre los poderes tiene una
dimensión espiritual.
La relación entre religión y capitalismo
Otro
libro, 'Los judíos y la vida económica', es un hito en el debate sobre
esta cuestión, y un útil complemento del famoso 'La ética protestante y
el espíritu del capitalismo' de su compatriota Max Weber, que trata de
la influencia del calvinismo puritano en el capitalismo.
Según
Sombart, los "elementos del dogma puritano que ejercieron una influencia
real en la formación del espíritu capitalista no eran más que préstamos
de las ideas que forman la base de la religión judía". Sostiene que la
religión judía es un plan racional de soluciones frías y calculadas, a
la vez que cuestiona la conexión judía con el nomadismo del desierto,
que lleva a una relación con el mundo diferente a la del arraigo de los
"pueblos del bosque" europeos.
El autor, que no es antisemita,
precisa que este "espíritu judío" no es de naturaleza biológica porque
"los mayores magnates financieros son de la más pura sangre aria".
También declara su apoyo al sionismo.
El libro ha sido bien
recibido por una amplia gama de público. Por ejemplo, gran parte de la
continuidad del libro fue recogida por Jacques Attali en "Les Juifs, le
monde et l'argent", mientras que Alain Soral lo reeditó en su colección
Kontre Kulture.
Johan Hardoy
25/05/2022
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