Chipre tiene miedo...



Andrea Marcigliano

Chipre tiene miedo. Un miedo insidioso, cada vez más evidente y perfectamente motivado.

Porque la Chipre griega no solo debe afrontar la convivencia, ya de por sí difícil y prolongada, con la parte turca de la isla. Es decir, con la parte que los turcos han ocupado, construyendo allí una república autónoma, totalmente dependiente de Ankara.

Eso es historia antigua. Historia de una convivencia, siempre extremadamente difícil, entre griegos y turcos. Una coexistencia siempre llena de amenazas mutuas y cargada de memorias sangrientas.

Pero hoy, el miedo es por algo mucho más invasivo. Algo profundamente diferente.

Muchos ciudadanos israelíes, muchos y judíos, para simplificar, se han trasladado a la República de Chipre. Alejándose de Israel y, sobre todo, llevando sus actividades con ellos. Probablemente asustados por la política de Netanyahu y por la situación de guerra permanente en la que ha sumido a Tel Aviv.

Una situación en la que Bibi, por supuesto, cuenta con el apoyo total de los llamados “colonos”. Que son sionistas enojados, armados y combatientes. Pero asustan a las clases medias urbanas, que temen repercusiones negativas para su vida, sus negocios y sus intereses, que son considerables.

Y así comenzó un éxodo silencioso hacia Chipre. Que, poco a poco, ha visto surgir sinagogas en el centro de nuevos barrios completamente judíos.

Sobre todo, la ya atormentada isla ahora enfrenta un nuevo problema:

Una especie de Estado dentro del Estado. Y un Estado que no responde en nada al legítimo. Al contrario, tiene sus propias reglas y formas de autogobierno.

Por eso, no sorprende que desde el gobierno chipriota lleguen señales de creciente preocupación. Porque esta invasión israelí, pacífica, podría ser portadora de problemas considerables, no tan pacíficos.

Primero, porque el traslado de importantes actividades financieras judías a territorio chipriota expone a la isla al riesgo de ataques “terroristas” por parte de los enemigos de Israel, que empiezan a ver a Chipre como una especie de colonia exterior del Estado judío. Y, por tanto, un lugar desde donde se dan instrucciones políticas y económicas que afectan a todo Oriente Medio.

Y esto ya constituye, en sí mismo, un problema importante, porque está arrastrando a Chipre a una dimensión del Oriente Medio, que el gobierno de Nicosia siempre ha tratado de evitar, conectándose con la Unión Europea.

Luego, los enclaves judíos-israelíes en la isla se mueven y actúan como si fueran totalmente independientes, convirtiéndose de hecho en un Estado autónomo y negando la autoridad del gobierno de la isla.

Sin contar que esta presencia israelí, creciente y masiva, podría fácilmente encender tensiones con la parte turca, avivando un conflicto latente y nunca realmente sofocado.




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