Entrevista Carlson/Dugin

Tucker Carlson Posts Deranged Interview with Alexander Dugin

Markku Siira

https://markkusiira.com/2024/04/30/carlson-dugin/

El periodista estadounidense Tucker Carlson visitó Rusia en febrero, donde tuvo la oportunidad de entrevistar al presidente ruso Vladimir Putin. En el mismo viaje, Carlson también conoció al filósofo Aleksandr Dugin, con quien el periodista estadounidense se sentó a hablar de filosofía.

Carlson informa a su audiencia sobre quién es Dugin. Menciona que Dugin está en la lista de sanciones de Estados Unidos, que sus libros no pueden encargarse a través de Amazon y que su hija Darya fue asesinada por un coche bomba por el régimen ucraniano. ¿Qué hace entonces que el pensamiento y las acciones de Dugin sean tan peligrosos como para querer silenciarlo?

Con Carlson, Dugin no aborda la geopolítica, Ucrania ni nada parecido, sino que profundiza en la historia de las ideas y la doctrina, y en las sombrías perspectivas de futuro a las que parece conducir, en el peor de los casos, seguir la ideología liberal.

El pensador ruso comienza explicando cómo todo empezó a ir mal por culpa del ethos occidental del individualismo, el nominalismo y la Reforma protestante del mundo anglosajón. El individuo, el sujeto separado, se situó en el centro de la ideología liberal: había que erradicar cualquier conexión con la identidad colectiva.

El siglo XX fue testigo de una batalla entre el liberalismo, el comunismo y el fascismo, de la que el liberalismo salió victorioso. Tras la caída de la Unión Soviética, sólo quedó el liberalismo angloamericano. Dugin se refiere a Francis Fukuyama, que dijo en su momento que el tiempo de las otras ideologías había terminado.

Tras esa victoria, sólo quedaban dos identidades colectivas de las que había que liberar al individuo: la identidad de género y la identidad humana.

En opinión de Dugin, la identidad de género ha sido desmantelada por la ideología LGTB (lesbiana, gay, bisexual, transexual), que promueve el individualismo sexual y la idea de que el género es intercambiable. En la ideología liberal, la sexualidad es algo que el individuo puede elegir y las leyes de la biología no importan.

En Occidente, la sexualidad puede cambiarse, pero Dugin considera que el último paso en el proceso del liberalismo es el abandono de la propia humanidad. Esta transformación se intenta mediante el progreso tecnológico y se denomina «transhumanismo».

El transhumanismo también se asocia con la tecnología de inteligencia artificial, la singularidad y es defendido por figuras como Klaus Schwab, Raymond Kurzweil y Yuval Noah Harari, que creen que un «futuro posthumano» es un desarrollo inevitable.

Cuando se rompen todos los lazos con el pasado y la tradición, el individuo se convierte en un materialista ateo secular. Ya no pertenece ni siquiera a una nacionalidad concreta, por lo que el Estado-nación -la transición que el liberalismo utilizó como paso intermedio para destruir el imperio- puede quedar atrás. Del mismo modo, se abandona la familia como factor limitador en favor de un individualismo extremo.

Esta es, en opinión de Dugin, la agenda del presente y del futuro, que se está impulsando por todos los medios políticos y económicos. El filósofo ruso sostiene que esta tendencia tiene su origen en el empirismo, el nominalismo y el protestantismo del mundo anglosajón.

El editor Carlson trata de explicar que su concepción estadounidense del liberalismo se basa en la idea de que el individuo tiene libertad de elección y también puede defenderse del Estado. ¿En qué se diferencia el liberalismo que abrazan Carlson y muchos estadounidenses de las ideas de Dugin?

Para Dugin, el malentendido se basa en dos definiciones. Está el antiguo «liberalismo clásico» y luego está el «nuevo liberalismo». El liberalismo clásico favorecía la democracia, lo que significaba el consenso de la mayoría y, por tanto, el gobierno popular.

Sin embargo, cuando se combinó con la libertad individual radical, acabó dando lugar a un «nuevo liberalismo», basado no en el poder de la mayoría sino en el de la minoría y en una ideología despertada que pretende promover una sociedad más igualitaria.

Puesto que la mayoría podría elegir a Hitler o a Putin, hay que vigilar a la mayoría y esto se hace explotando a las diversas minorías, cuyos derechos especiales, al hacer hincapié en sus derechos especiales, dispersan el poder de la mayoría. Para Dugin, esto ya no es democracia, sino totalitarismo, que no defiende las libertades individuales, sino que exige seguir una determinada agenda de «progreso».

Para Dugin, ese liberalismo exige siempre una nueva «liberación» de algo. La liberación ha comenzado con las identidades colectivas, las tradiciones, la religión, la ciudadanía, la patria, la familia y, finalmente, el género y la humanidad, dondequiera que conduzca.

Dugin explica a Carlson que hoy en día ya no basta con decir que uno es un «liberal clásico», porque para los liberales de izquierda que han abrazado el «wokeismo» y están sedientos de la liberación de su humanidad, esto también significa «tradicionalismo, conservadurismo y fascismo». Si no quieres ser un liberal progresista, serás «cancelado».

Carlson pregunta a Dugin cuál es el siguiente paso una vez liberada la humanidad. Para Dugin, la respuesta está en la ciencia ficción estadounidense. Por ejemplo, muchas películas antiguas de ciencia ficción ya han descrito la época en la que vivimos ahora: casi todo lo imaginado en el siglo XX se ha hecho realidad en el XXI. «No hay nada más realista que la ciencia ficción», afirma Dugin.

Dugin cita Matrix, Terminator y la inteligencia artificial. Si los humanos sólo son animales racionales, la tecnología moderna ya puede producirlos o crear combinaciones de ellos. La inteligencia artificial, con todos los datos a su disposición, podría convertirse en el rey de este nuevo mundo.

Las películas de Hollywood nunca han retratado el futuro como un retorno a las sociedades tradicionales y a las familias extensas, sino siempre de forma distópica, oscura y atomista. Para Dugin, esto no es sólo una fantasía, sino una opción realista si continúa el actual proyecto político progresista.

Por último, Carlson pregunta a Dugin cómo es posible que durante décadas los liberales de izquierda de Occidente defendieran a la Unión Soviética, a Stalin y al estalinismo, y hacia finales del siglo XX incluso favorecieran al borracho Yeltsin, pero que en el siglo XXI Rusia se convirtiera de repente en su principal enemigo.

Dugin atribuye este hecho a que Putin resultó ser un líder tradicional que, nada más llegar al poder, comenzó a frenar la influencia del Occidente global en Rusia. Putin se convirtió en un defensor de los valores más tradicionales y en un paladín de la soberanía estatal.

Esto no resultó obvio al principio para los de fuera, pero cuando Putin subrayó repetidamente el papel de Rusia como potencia civilizadora especial con poco en común con los ideales neoliberales, se convirtió en un enemigo metafísico de sus aspiraciones a ojos de Occidente.

Si el objetivo es la destrucción de los valores tradicionales, las creencias, el concepto de familia, el género y todo lo demás, la Rusia de Putin, como defensora de estos valores, es el enemigo del posthumanismo liberal, concluyó Dugin.

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