Alexander Dugin: la "nueva derecha" con un Imperio detrás.

 




Hay pensadores que rara vez se estudian en la universidad, y que sería casi delito explicar en los institutos. Uno de ellos es el filósofo ruso Alexander Dugin. En lengua española, si uno rastrea por la red, el lector curioso ya puede hallar numerosos portales, blogs y páginas que difunden sus obras. La red, a la vez peligrosa y manipuladora, es también, por fortuna, rebelde. Internet todavía puede ser rebelde, un arma a favor de la pluralidad y adversaria del pensamiento único. Y la red es la gran aliada de Dugin. La universidad mundial y políglota llamada "internet" compensa la falta de atención y la descarada censura ejercida por el Nuevo Orden Mundial contra los rebeldes como Dugin. Internet corrige una censura férrea ejercida desde los medios oficiales y académicos. También hay editoriales españolas, como Ediciones Fides, que están publicando de manera encomiable en nuestra lengua la obra de este rebelde ruso y nos ayudan a conocer sus planteamientos.

Dugin es un rebelde. Ya sólo por eso merecería nuestra atención. Los pocos trabajos "oficialistas" y académicos vertidos sobre él, no gastan demasiados recursos en analizar y comprender su obra. Pertenecen normalmente al género que llamaríamos "intimidatorio". El mensaje sustancial es éste: "cuidado con este tipo, es anti-occidental". Y, en efecto, este mensaje en sí mismo es correcto. De manera lacónica y categórica,Dugin es anti-occidental. En estos tiempos de supuesta reedición de la Guerra Fría, un pensador ruso "anti-occidental" nos remite a la tétrica KGB. En efecto, cuando se habla "críticamente" de Dugin, al igual que de Vladimir Putin, los ideólogos oficiales nos rescatan imágenes sacadas de las películas de espías o de James Bond. La rusofobia nunca ha cesado en esta parte del mundo donde vivimos, precisamente "occidental" y atlantista. Que Dugin, Putin o la mayoría de los rusos en general (no todos) hayan abandonado la hoz y el martillo no significa que deban dejar de ser considerados peligrosos. Occidente vive y sobrevive a su propio mito manifestándose "contra el Este". Ahí está el Pentágono, la OTAN y las entelequias europeístas para demostrarlo. La rusofobia ya no es fobia al comunismo: es fobia ideológica hacia todo un pueblo que no evoluciona hacia las mismas formas post-civilizatorias que "occidente".

En efecto, en la medida en que Occidente decae, siguiendo un ciclo inexorable que el gran Oswald Spengler previó, más decae en general la vida civilizada. Europa muere por pura vejez y desgaste de sus formas, pero no sólo por esas causas endógenas sino también por infección de americanismo, africanismo e islamismo, invasiones éstas inducidas y teledirigidas con mayor eficacia celeridad a medida que esta parte del mundo abandona sus bases fundacionales y recae en la barbarie. A esto es a lo que me refiere con "formas post-civilizatorias". La Europa segmentada, donde abundan ablaciones de clítoris, matrimonios forzados, pederastia generalizada, aborto, disolución de la familia, zonas "no-vayas" ("no-go zones"), conflictos étnicos, violaciones en grupo, etc. es una Europa que ha tomado la senda de la entropía, la tendencia universal y "cómoda" hacia el desorden en los hechos, pero a la vez es una Europa regulada estrictamente en lo ideológico. A mayor caos en las calles, mayor y más riguroso control de las mentes.


Forma parte esencial de ese control de las mentes censurar y criminalizar a Alexander Dugin. Sus propuestas geopolíticas pueden ser, en efecto, dudosas. No todo puede sonar agradable a nuestros oídos españoles que, a fin de cuentas, somos los más occidentales de todos, junto a nuestros hermanos de Portugal. No parece muy agradable la alianza con Irán, como potencia tenebrosa amiga de Rusia que contrapese a los israelís y a los árabes. A fin de cuentas, las tiranías son tiranías, los despotismos teocráticos del estilo de Irán no nos pueden parecer preferibles a los de otros jeques y sultanes. Igualmente, el acercamiento del gran oso ruso a la Turquía de Erdogan, potencia cada vez más fundamentalista-islámica, despótica y militarista, no es un asunto tranquilizador. En efecto, una Rusia aislada de Occidente es una Rusia condenada a buscarse otras amistades y alianzas, algunas repugnantes. El gran papel desempeñado por Putin en la crisis de Siria, alineándose con el régimen de Bashar al-Ásad junto con los iraníes, así como el acercamiento a Turquía, es la encarnación de la propia teoría duginiana de un "mundo multipolar".

La teoría del mundo multipolar del filósofo Dugin equivale, punto por punto, a la alternativa a un mundo "occidental" hecho a la medida y voluntad de los Estados Unidos. La Guerra Fría era un mundo bipolar, en el cual el escenario estaba aproximadamente repartido en dos bloques antagónicos. Era el mundo repartido tras la derrota del Eje. Después de 1945, el liberalismo occidental, por el lado americano, y el marxismo-comunista, por el lado ruso, quedaron santificados por haber logrado matar y sepultar al monstruo del "fascismo". En ese año, con la rendición del III Reich y del Imperio Japonés, las tres "teorías políticas" quedaron resituadas. Ya no podían ser sin más una ordenación cronológica (liberalismo-> marxismo-> fascismo) sino una síntesis en la que las dos primeras se aliaron para derrotar y borrar del mapa la tercera. No era exactamente una superación hegeliana progresista, sino una componenda entre las dos primeras para repartirse el mundo y excluir a la tercera, supuestamente nacida para superar lo peor del liberalismo capitalista y lo peor del bolchevismo rojo. En el fondo,1945 fue el reparto del mundo y la exclusión de un recién llegado, el fascismo. Más que "superación", fue un intento de alcanzar el "fin de la historia" por parte de las dos potencias-ideologías (o "teorías políticas", en términos duginianos). El Fin de la Historia de Fukuyama, esto es, la era del consumo masivo de bienes y bienestar democrático y parlamentario, sería el equivalente a un reloj parado en occidente. El Paraíso Comunista, donde los bienes fluyeran a manos llenas y el Estado del pueblo se encargara de resolver todos los problemas mediante una adecuada planificación, también sería una especie de máquina parada, un equivalente rojo del Fin de la Historia. Pero la caída del bloque del Este comunista y la efectiva multipolaridad del mundo (con el declive de la hegemonía yanqui consiguiente) fueron dando argumentos a Dugin, y la relevancia del filósofo ruso aumenta día a día, pues a pesar de la criminalización a que es sometido en Occidente, parece que el mundo se está reconfigurando como él nos enseña. Me temo que Occidente va a tener que escucharle y leerle, quiera o no quiera.

Europa va a tener que prestarle atención en el aspecto de la multipolaridad. Es un hecho que el mundo consta de varios polos que concentran poder. Detestables, temibles, todo lo que ustedes quieran, pero Irán o Turquía son potencias que los Estados Unidos no pueden controlar a no ser que el Tío Sam ponga al mundo en riesgo de catástrofe bélica. De otro lado, Rusia es más que una nación o un Estado desmesuradamente grande. Rusia es, en sí misma, toda una Civilización con diversos pueblos asiáticos y europeos orbitando en torno a ella. La Civilización Rusa es multi-nacional y multi-confesional, aunque su núcleo duro lo constituye la Rusia cristiana-ortodoxa.

Alexander Dugin coincide con el spengleriano (pero pro-yanqui) Samuel P. Huntington a la hora de identificar las grandes civilizaciones con las grandes religiones. Si "Occidente" fue el mundo católico-protestante, Rusia, y por extensión todos los países ortodoxos (eslavos, en gran parte, e incluso Grecia y los cristianos de oriente) son otra civilización, distinta y, potencialmente en conflicto con la de Occidente. En este sentido, Dugin no se quiere mostrar enemigo de Europa sino del occidentalismo (atlantismo). El pensador ruso está muy próximo a los miembros europeo-occidentales de la llamada "Nueva Derecha" (Alain de Benoist, Guillaume Faye, Robert Steuckers…) y defiende esta distinción entre occidentalismo (como virus y enfermedad) y la auténtica Europa.

El occidentalismo o atlantismo es un producto angloamericano, incompatible con el verdadero ser de Europa. Aunque los británicos son europeos de origen, y aunque la subcultura yanqui es hija de emigrantes europeos, ha de tenerse en cuenta no obstante que al crearse estructuras imperiales-depredadoras, se dio una importante mutación. La economía capitalista, la visión mercantil de la vida, lo impregnó todo, y el puritanismo más estricto, una especie de monoteísmo mosaico fanático traspuesto al dinero, dio el móvil fundamental a los imperios británico y yanqui alejándolo de su alma primitiva europa. Ambos imperios, británico y yanqui, son básicamente el mismo: un imperio talasocrático, esto es marítimo-comercial y asentado no en estructuras civilizatorias, como el romano, el hispano, el autro-húngaro, el ruso, el chino, etc., sino más bien en una especie de red pirático-depredadora vigente, mutatis mutandis, desde el siglo XVII, alzada justamente como contrapoder frente al Imperio español. Las dos guerras mundiales del siglo XX fueron el relevo. De hecho, una misma lengua, el inglés (cada vez más desnaturalizado y deseuropeizado) y una misma ideología liberal y neoliberal, siguieron amarrando con fuerza casi todo el planeta, atenazando otras vías y, especialmente, bloqueando y minando las posibilidades de las civilizaciones "tradicionales".

He aquí otro término decisivo en la obra de Dugin: "tradicionalismo". En nuestro país, la más común referencia a la hora de hablar del tradicionalismo es aquella que vincula el concepto al tradicionalismo religioso católico o, en un plano más político, con actitudes e ideologías vinculadas de alguna manera con el carlismo, el antiguo régimen y la defensa de viejos fueros: Dios, Patria, Rey.

Sin embargo, el tradicionalismo que se vincula con el pensamiento de Alexander Dugin es muy distinto: consiste en una manera de entender la espiritualidad y la historia de las religiones contraria a toda la modernidad, contraria al progresismo en cualquiera de sus manifestaciones. El tradicionalismo consiste en una Filosofía Perenne que, más allá de la confesión particular de cada uno, si es que ésta existe de manera practicante y doctrinalmente definida, entiende que las grandes religiones de la Humanidad son todas ellas expresiones exteriores de una y la misma espiritualidad ancestral, conservada de manera esotérica, mantenida por unos Maestros que, en ambientes cristiano-occidentales u orientales, han transmitido ese saber desde tiempos primordiales, tiempos remotos a partir de los cuales ha tenido lugar en el mundo, y especialmente en Occidente, una suerte de caída.

Toda la Historia de las Civilizaciones, y especialmente la nuestra, marcada por "lo moderno" y el progresismo, es la historia de una degeneración. Estos pensamientos anti-modernos (antes que "reaccionarios") le vienen a Dugin a partir de autores como Evola, Guenon, Schuon, esto es, toda una línea de rebeldía contraria a la tecnología, la mentalidad cuantitativista, la racionalidad manipulativa, al progreso. Tildar a Dugin de esotérico e irracionalista ha resultado fácil para sus enemigos, máxime si el pensador ruso sintetiza esta filosofía "tradicionalista" con la metafísica de Martin Heidegger.

De Heidegger y su concepto de Dasein ("El ser ahí") es de donde parte Alexander Dugin para hacer girar todo su sistema, como eje alternativo a cuantos se han dado en la Modernidad. No se trata del "hombre" como entidad individual, abstracta y genérica (lo cual ha sido practicado por el liberalismo-capitalismo), ni de la clase social (como agente de la lucha y transformación de la Historia, en el marxismo), ni el Estado (como en el fascismo italiano) o la raza (como en el nacional-socialismo).

Se trata del Dasein, el ser humano como ente arraigado en una Civilización, en un humus orgánico de tradiciones y relaciones, el hombre en su máxima concreción y cargado de determinaciones. El Dasein de Heidegger es entendido por Dugin en plural: el Hombre en singular y en abstracto no existe. Quienes existen son los múltiples seres-ahí que permiten los distintos ámbitos civilizatorios. Cada uno de esos seres-ahí es "humanidad" en un sentido exacto y merecedor de todos los derechos.

El derecho a ser como se es, de una manera específica y concreta cuyo curso y existencia nadie puede alterar desde el exterior. Es así cómo el duginismo converge con la teoría más geopolítica que metafísica de la "multipolaridad" y con las apuestas en pro del pluralismo de culturas y civilizaciones ya defendidas desde los tiempos de la Revolución Conservadora alemana (especialmente Spengler) y, en tiempos más recientes, por la "Nueva Derecha Europea".

Alexander Dugin cierra todo un círculo basado en la pluralidad, que pasa por estos puntos, al menos: pluralidad de civilizaciones, multipolaridad de potencias, tradicionalismo propio de cada civilización frente a la Modernidad…Y el radio de ese círculo, realizando un verdadero barrido del hasta ahora hegemónico occidentalismo, es el Imperio. El Imperio duginiano puede parecerse al viejo oso ruso que sale de su cueva de hibernación de nuevo. Así lo verá el occidentalismo y el atlantismo: el viejo oso, disfrazado de zar o de bolchevique, ahora se transmuta en "tradicionalista".

Varios artículos en la red hablan de Dugin como el Rasputín de Vladimir Putin… Pero hay miedo en estos comentarios hirientes y ofensivos. El occidentalismo sabe que Dugin no es un intelectual al estilo francés, con varios diplomas universitarios en el bolsillo, tercerposicionista, transversal y un tanto bohemio, con apenas un puñado de seguidores y una editorial modesta detrás. Dugin es distinto. Dugin tiene un imperio detrás. Esta es la diferencia. Dugin es la "Nueva Derecha", pero con un Imperio detrás.


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